El objetivo de nuestra investigación fue comprobar si los gestos de poder en realidad producen poder. Para realizar esta prueba, nos fijamos en los efectos que generan los gestos de poder o seguridad y los de bajo poder sobre algunos indicadores fundamentales: los sentimientos de seguridad en uno mismo, la elevación de la testosterona (hormonas del dominio), disminución de la hormona del estrés (cortisol), y aumento de la tolerancia al riesgo.
Nuestros resultados muestran que los gestos de poder o seguridad (en contraposición a los que reflejan poca seguridad) provocan cambios fisiológicos, psicológicos y de comportamiento, demostrándose la hipótesis planteada.
Estos hallazgos contribuyen en la comprensión actual del conocimiento corporal de dos maneras importantes. En primer lugar, sugieren que los efectos de realización de determinados gestos, más allá de la emoción y la cognición, influyen en la fisiología y la elección de la conducta posterior. Por ejemplo, como se describió anteriormente, asintiendo con la cabeza se genera un efecto que hace que sea más fácil persuadir otra persona y sonriendo nuestro buen humor aumenta.
Sugerimos que estos comportamientos simples, una inclinación de la cabeza o una sonrisa, también pueden causar cambios fisiológicos que activan cambios psicológicos, fisiológicos y de comportamiento y esencialmente pueden cambiarte el día completo.
En segundo lugar, estos resultados sugieren que cualquier constructo psicológico, como la seguridad o la autoestima, puede incorporar elementos relativos a señales no verbales.
Estos resultados también ofrecen un avance metodológico en la investigación sobre la seguridad. Muchos de los efectos expresados de poder están limitados por la necesidad metodológica de manipular “la seguridad” en un ambiente de laboratorio (por ejemplo, asignaciones de roles complejos).
La investigación sugiere que la hipótesis comprobada puede extenderse a un gran número de gestos cotidianos adicionales a los utilizados en este experimento, aunque esto deba ser objeto de estudios posteriores.
Un simple cambio de postura física de la persona prepara sus sistemas mentales y fisiológicos para soportar situaciones difíciles y estresantes, y tal vez para mejorar realmente la confianza y el rendimiento en situaciones como entrevistas de trabajo, hablar en público, en desacuerdos con el jefe, o asumir riesgos potencialmente rentables. Estos hallazgos sugieren que, en algunas situaciones que requieren energía, la gente tiene la capacidad de «fingir» los gestos para contribuir a generar esos cambios internos y de conducta.
Por otro lado, a lo largo del tiempo, estos pequeños cambios posturales con los resultados que ellos conllevan mejorarían la salud general de la persona y su bienestar. Este beneficio potencial es particularmente importante en personas que están o se sienten impotentes debido a la falta de recursos, que están en los puestos de trabajo más bajos en el organigrama de una organización, o que pertenecen se sienten inseguros de sí mismos.