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Amigos del Club del Lenguaje No Verbal, esta semana presentamos el artículo “Causal indicators for assessing the truthfulness of child speech in forensic interviews”, de Durante, Z.; Ardulov, V.; Kumar, M.; Gongola, J.; Lyon, T. y Narayanan, S. (2022), en el que los autores realizan un estudio para lograr identificar algún factor que sea relevante para discernir entre testimonios verídicos y testimonios falsos cuando se trata de entrevistas forenses a niños. 

En otros artículos hemos visto cómo las entrevistas se administran para obtener testimonios en entornos controlados cuando se trata de procedimientos legales e investigaciones que involucran a niños que presuntamente han sido víctimas o testigos de un delito. 

El niño se encuentra en una etapa de la vida humana en la que es especialmente vulnerable, pero, además, puede ser influenciado con mayor facilidad, incluso entrenado u obligado a admitir u omitir información falsa. 

Es decir, los mismos atributos del desarrollo que hacen que los niños estén más desprotegidos, también hacen que su testimonio sea susceptible de manipulación

Para abordar estos problemas, los expertos legales han desarrollado una estructura básica para realizar correctamente las entrevistas, que debe ser llevada a cabo por profesionales formados en la materia. 

El proceso comienza con la construcción de la relación, donde predominan las preguntas abiertas inocuas para ayudar al niño a que se sienta cómodo. Después, el entrevistador pasa a una parte algo más crítica, durante la cual obtiene recuerdos, dirigiendo preguntas, también abiertas, hacia el tema de interés. 

Debido a todo lo que está en juego, los estudiosos del derecho y los psicólogos se dedican a encontrar factores que indiquen si un niño está preparado para revelar información y si, la información revelada por el niño, es veraz o falsa.

Un metaanálisis de estudios realizado hace unos años, examinó la capacidad de adultos para detectar mentiras de los niños, con una tasa de precisión general del 54%, que sólo aumentó hasta el 59% cuando se trataba de personas entrenadas para ello. No son porcentajes muy altos. 

Se cree que esto sucede porque los adultos tienden a tener un sesgo hacia la creencia de que las declaraciones de un niño son siempre verdaderas.

La hipótesis que sustenta el estudio de los autores, es que la forma en que los niños adaptan su comportamiento en respuesta al de un entrevistador es una señal más informativa de engaño que el comportamiento en sí. 

Para combatir las dificultades a la hora de discernir entre veracidad y falsedad en una entrevista con niños, los protocolos establecidos son administrados por un profesional capacitado para obtener testimonios confiables. Estas entrevistas están diseñadas para minimizar la victimización secundaria y maximizar la recuperación de información valiosa sin coerción o preguntas dirigidas. 

Cuando se establece ese primer contacto, el entrevistador pregunta sobre temas inocuos para que el niño se sienta cómodo hablando; después, habrá preguntas que se relacionen directamente con la investigación, sin presionar al niño para que revele detalles específicos. 

Los estudios de detección del engaño se han limitado, en gran medida, a sujetos adultos, utilizando vídeo, audio o texto. Los trabajos previos en este área con niños, suelen realizarse basándose en características lingüísticas de la entrevista. 

Por el contrario, este artículo utiliza características acústicas y considera la coordinación y el comportamiento del niño en función de aquel del entrevistador, para comprender mejor la dinámica y la personalidad del niño en la entrevista. 

Para ello, se realizaron aproximadamente 200 entrevistas, cada una a un niño, realizadas por dos entrevistadores experimentados. 

La sesión comienza con el niño y uno de los entrevistadores, en una habitación llena de juguetes. El entrevistador comienza a entablar relación con el niño, pero uno de los juguetes se rompe y se produce una transgresión. Este entrevistador le dice al niño que entrará otro entrevistador distinto para hacerle unas preguntas, y añade que no diga nada sobre el juguete roto para no meterse en problemas. 

El segundo entrevistador sigue el protocolo base, primero construyendo una relación de confianza con el niño y luego hablándole sobre el juguete para que éste le diga qué ha sucedido con él. 

Parece ser que el mejor predictor individual de si un niño está diciendo la verdad o no, son sus niveles de imaginación. Existe una relación muy importante entre el uso que hacen los niños y los entrevistadores de una lenguaje vívido que evoque imágenes mentales claras. 

Los niños que planean omitir que ocurrió una transgresión, eligen con más cuidado su lenguaje, basándose en el del entrevistador. Por lo tanto, el niño se vuelve más o menos vago en sus descripciones, según el nivel de especificidad que esté usando el entrevistador. 

Por el contrario, si un niño es honesto, no modificará su conducta en función del discurso del entrevistador. 

Esta relación sugiere que los protocolos de entrevistas requieren que los entrevistadores modulen los niveles imaginativos en su idioma, para rastrear y diferenciar de manera más confiable entre testimonios verídicos y falsos. 


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Amigos del Club de Lenguaje No Verbal, esta semana presentamos el artículo “Effects of Body-Oriented Interventions on Preschoolers’ Social-emotional Competence: A systematic review” de Dias Rodrigues, A.; Cruz-Ferreira, A.; Marmeleira, J. y Veiga, G. (2022), en el que los autores realizan una revisión de la literatura previa sobre las intervenciones orientadas al cuerpo con niños de preescolar, para saber si éstas mejoran sus capacidades socioemocionales, entre otras.

La primera infancia es un período fundamental de la vida. En él hay un desarrollo muy significativo de las competencias socioemocionales, que son una base muy importante para la salud, el bienestar y el éxito de los niños. Estas competencias son también cruciales para que los niños se enfrenten a factores estresantes, desafíos actuales y futuros.

Cuando hablamos de competencias socioemocionales nos referimos a competencias sociales (capacidad de resolver problemas, ajustar la conducta según la situación social, etcétera) y emocionales (comprensión, regulación y expresión de las emociones) que trabajan juntas hacia el desarrollo adaptativo.

Estas competencias socioemocionales se desarrollan desde edades muy tempranas a través del proceso de socialización de emociones, es decir, a través del modelado, la observación y la comunicación de las emociones.

En las últimas décadas se han implementado varios programas de intervención en contextos educativos con el objetivo de promover el desarrollo de las competencias socioemocionales en niños.

Uno de estos tipos de intervenciones son las orientadas al cuerpo, que nos interesan especialmente porque asumen que las experiencias corporales y emocionales están asociadas entre sí y relacionadas con la psicomotricidad, el juego, la danza, la actividad física o la relajación. Es decir: elementos no verbales.

Todo esto serviría para tener conciencia del cuerpo, del cuerpo en relación con los demás y la conexión entre éste y la emociones.

Un fuerte grupo de evidencias respalda la efectividad de estas intervenciones en el contexto educativo. Es por ello que la investigación trata sobre este contexto específicamente.

El objetivo es saber si efectivamente hay una mejora de las competencias socioemocionales con estas intervenciones enfocadas al cuerpo que utilizan elementos no verbales de comunicación.

El proceso fue el siguiente: se escogieron una serie de artículos, recopilados de varias bases de datos, publicados entre 2000 y 2020. Era necesario que los participantes del estudio fuesen niños de entre 3 y 7 años y asistiesen a educación preescolar. Además, el estudio debía utilizar intervenciones enfocadas al cuerpo durante al menos una semana y obligatoriamente en el contexto de la escuela.

Hasta la fecha, es la primera revisión sistemática para conocer los efectos de las intervenciones enfocadas al cuerpo en los contextos educativos sobre las competencias socioemocionales de niños en edad preescolar.

A pesar de la dificultad para identificar cuál es la “dosis” de intervención ideal, el consenso emergente entre los investigadores apunta a que los niños que recibieron más sesiones demostraron mayores resultados. Sin embargo, según el análisis realizado, no hay evidencias suficientes de esta idea.

Algunos de los instrumentos de evaluación utilizados en los estudios incluidos, fueron autoinformes de padres y maestros. El uso de informes de los padres se basa en la idea que los padres ven, y en su conocimiento del niño en varios contextos, por lo tanto, pueden observarlos en situaciones muy distintas. Sin embargo, pueden dejarse llevar por el impulso de crear una imagen positiva de sus hijos y por ello, su opinión puede estar sesgada.

Hubo evidencias limitadas de los efectos positivos de este tipo de intervenciones en el reconocimiento de emociones, en las estrategias de regulación emocional y en la cooperación e independencia social. Sin embargo, los autores sí consideran que las experiencias corporales y emocionales proporcionadas por estas intervenciones posiblemente faciliten el reconocimiento y regulación de las emociones.

Estas habilidades son esenciales para las interacciones sociales y son predictoras de conductas sociales cooperativas.

También hubo evidencias, si bien limitadas, de que estas intervenciones mejoran la interacción en el juego y la habilidad en este, los problemas de conducta y la hiperactividad.

Las investigaciones futuras no deben omitir datos importantes, como ocurrió en algunas de las analizadas, sobre, por ejemplo, criterios de elegibilidad.

Los autores señalan la necesidad de conocer exactamente qué tipo de intervención orientada al cuerpo es más útil para el desarrollo de las competencias socioemocionales en niños de estas edades y lo marcan como uno de los objetivos principales de futuros estudios.

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Amigos del Club del Lenguaje No Verbal, esta semana presentamos el artículo “Gesture and Language Trajectories in Early Development: an Overview from the Autism Spectrum Disorder Perspective” de Ramos-Cabo, S.; Vulchanov, V. y Vulchanova, M. (2019), en el que los autores realizan una revisión sobre los trabajos existentes en materia de gestos, lenguaje y cómo se desarrollan en niños con trastornos del espectro autista. 

Cuando hablamos de los trastornos del espectro autista, nos referimos a un grupo muy amplio y extenso de distintas neurodivergencias. Sin embargo, sabemos algunas cosas sobre ellas. 

Por ejemplo, uno de los primeros signos de existencia de trastornos del espectro autista (TEA) es la ausencia o aparición tardía de conductas comunicativas, tanto verbales como no verbales. 

En este artículo los autores comentan que existe una gran cantidad de investigaciones que muestran que la evolución del lenguaje en niños con un desarrollo típico (DT) depende enormemente de su capacidad para producir gestos. Sin embargo, aún quedan muchas preguntas sin respuesta para niños con TEA sobre este mismo tema. 

Los autores se preguntan, pues, si los gestos también influyen en el desarrollo del lenguaje en niños con TEA, y si existen diferencias entre los gestos de niños con TEA y niños con DT. 

De todos los estudios que los autores mencionan y comentan en el artículo, se pueden extraer dos ideas principales. 

En primer lugar: la asociación gesto-lenguaje existe en los niños con TEA; en segundo lugar, existen, efectivamente, diferencias en el desarrollo de las habilidades de comunicación verbal y no verbal entre los niños con TEA y los niños con DT. 

Con respecto a la primera idea, múltiples estudios han demostrado que los gestos pueden predecir las habilidades del lenguaje de los niños con TEA y, en particular, los gestos deícticos, que serían relevantes tanto para estos niños como para aquellos con un desarrollo típico. Los gestos deícticos son aquellos que se utilizan para guiar la atención de alguien hacia algo ubicado en el entorno. 

El hecho de que estos gestos estén relacionados con demandas sociales e interactivas, nos indica que podría constituir una poderosa herramienta para intervenciones tempranas en niños con TEA, ya que estos trastornos también se relacionan con la interacción social.

Estudios previos muestran que la intervención en este área mejora el vocabulario de los niños con desarrollo típico, por lo que los autores entienden que podría ser muy beneficioso para niños con TEA, proporcionándoles más recursos de comunicación no verbal que podrían, a su vez, ampliar sus habilidades verbales y, por tanto, mejorar también las sociales. 

Con respecto a la segunda idea, hay numerosos estudios que indican la presencia de diferencias en el desarrollo de las habilidades comunicativas no verbales en niños con TEA cuando se compara con el desarrollo de niños con DT. 

Una de estas diferencias es la menor tasa de gestos en los niños con TEA en comparación con los niños con un desarrollo típico. También aparecería un deterioro progresivo del dominio de los gestos deícticos. 

Una idea que plantean los autores, es que debido al hecho de que hasta el primer año de vida no aparecen evidencias de los retrasos en la comunicación verbal y no verbal, algunos estudios previos no han logrado encontrar otras diferencias en las habilidades de comunicación temprana entre grupos de niños con TEA y niños con DT. 

También se debe considerar que los bebés con TEA pueden desarrollar habilidades de comunicación similares a las de los niños con DT, pero la trayectoria de este desarrollo cambia a partir de ese primer año que hemos mencionado. 

Es decir, en algún momento en los dos primeros años de vida se sufre un declive. Este no se limita al dominio de las habilidades comunicativas, sino también a las conductas sociales, cognitivas y adaptativas. 

En cualquier caso, los autores aconsejan prudencia al interpretar los hallazgos, ya que consideran necesarias muchas más pruebas debido a la complejidad de los trastornos del espectro autista. 

Los autores mencionan la necesidad de investigaciones que repliquen este estudio y los mencionados en él. Para algunas investigaciones mencionadas se utilizaron métodos como la observación de interacciones no estructuradas o análisis de vídeos caseros, por lo que, a pesar de que tienen cierta validez, su control es difícil. 

Comentan que son necesarias metodologías de elicitación del lenguaje gestual que puedan permitir interacciones naturalistas entre el cuidador y el niño en entornos controlados, de forma que las habilidades comunicativas de éste, así como otras cognitivas y sociales, mejoren sustancialmente. 

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