La variable “competencia” se entiende como lo competente que es un candidato para el trabajo de dirigir un gobierno. Todos los votos se realizan en función de lo competente que parece ser un candidato. Ahora bien, habrá personas que infieran esa competencia en función de un análisis objetivo de los hechos y otras que lo infieran simplemente por la apariencia de los candidatos, aunque ni ellos mismo sean conscientes de ello. Se producen una serie de señales que, en cierto modo, introducen “ruido” en el juicio final. Está demostrado que las impresiones de competencia pueden ser formadas rápida y fácilmente, sin ningún tipo de deliberación. Una vez se formen las impresiones, éstas influyen en las decisiones de voto, siendo esta influencia inconsciente y no pudiendo ser reconocidas por el propio votante. Los juicios de competencia con base en la apariencia predicen los resultados electorales.
Por otro lado parece evidente que la inferencia sobre la competencia de una persona partiendo de su apariencia se desarrolla a una edad bastante temprana y es sorprendente estable a lo largo de la vida de una persona. De una colección de fotografías, tanto niños como ancianos eligieron mayoritariamente a la misma persona como la más competente para ser el capitán de un hipotético barco.
Lo políticos que fueron observados como más competentes lo fueron también como más familiares y más atractivos y en general los votantes preferían votantes que se les asemejasen. En suma, el más competente, confiable, atractivo, más maduro y familiar de los políticos, pareció ser el que más intención de voto podría atraer.
Si vamos directamente a los rasgos de mayor competencia, podemos decir que las personas percibidas como más competentes poseen caras poco redondas, la distancia entre las cejas y los ojos es menor a la media, los pómulos son más altos, y la mandíbula es más angular.
Respecto a las diferencias de las caras masculinas y femeninas, la investigación previa ha mostrado que las características faciales femeninas son típicamente asociadas con menor competencia y poder que sus contrapartes masculinos y también con mayor emotividad y accesibilidad. Las mujeres percibidas como más competentes eran también percibidas como más masculinas, aunque diversas investigaciones ofrecen que la apariencia de competencia no es tan importante para la intención de voto a favor de las candidatas femeninas que para los masculinos.
Como conclusión, podemos decir que las primeras impresiones basadas en la apariencia son notablemente influyentes, difíciles de superar, y además ocurren con asombrosa velocidad. Parece evidente que esto pueda extenderse al campo político y en concreto a la intención de voto. El impacto de la apariencia será especialmente importante sobre aquellos votantes que tengan un bajo nivel de información objetiva sobre los candidatos, siendo este grupo el más numeroso. Por tanto, aunque la ciencia política y la economía generalmente han asumido que los votantes pasan por procesos de decisión sofisticados y racionales que no están influidos por señales superficiales, la investigación que os hemos ofrecido sugiere lo contrario.