Amigos del Club de Ciencias Forenses, esta semana presentamos el artículo “Best practices for interviewing children with intellectual disabilties in maltreatment cases” de Wyman J. D., Lavoie J. y Talwar V. (2018), en el cual se describen las mejores prácticas en materia de entrevista con niños y niñas con discapacidad intelectual en casos de maltrato.

Como ya hemos mencionado en un artículo anterior, infancia y discapacidad intelectual (DI) es una combinación que implica un alto riesgo de ser víctima de maltrato. Para complicarlo aun más, las limitaciones comunicativas y de memoria de trabajo de este tipo de discapacidad puede provocar una percepción de no credibilidad en aquellos que entrevistan a las víctimas de maltrato con DI. A su vez, esas limitaciones dificultan la obtención de testimonios precisos y detallados, clave para investigar, comprobar y procesar alegaciones de manera efectiva.

A diferencia de las entrevistas clínicas que trabajan con un enfoque terapéutico, las entrevistas forenses reúnen información sobre el evento y evidencias que puedan corroborar el testimonio de la víctima. Estas son mucho más estructuradas, formales y se basan en un enfoque de investigación de hechos objetivos. También se recogen otras evidencias: pruebas físicas, informes de otros testigos, informes profesionales, etc. El problema es que, en muchos casos, el testimonio de la víctima es la única evidencia disponible. Además, se ha observado que las víctimas con DI suelen ser reacias o incapaces de revelar el maltrato que reciben, sea por un desarrollo limitado, traumas severos o apego con los autores del maltrato.

La DI implica un retraso en el desarrollo cognitivo y en el funcionamiento adaptativo. Puede afectar a la comunicación, al razonamiento abstracto, a la capacidad de aprendizaje y muchas otras funciones cognitivas. Lo que está claro es que hay mucha variabilidad en la expresión de la DI en la población afectada. Cada niño y niña presenta un patrón único de retrasos en el desarrollo cognitivo y según cada patrón hay un cierto impacto en cómo se responde a los formatos estándar de la entrevista forense.

Por ejemplo, la predominancia de problemas en el lenguaje hace difícil describir verbalmente un evento, algo que se requiere en los métodos de entrevista más utilizados (p. ej.  Entrevista Cognitiva, Protocolos NICHD). La misma dificultad se daría cuando se evalúa la veracidad del testimonio en base a la cantidad de detalles específicos, consistentes y precisos, como ocurre en Statement Validity Assesment (SVA; Vrij, 2000). Si la memoria episódica y el procesamiento de la información son los más afectados, los/as niños/as tienen dificultad para recordar detalles específicos cuando solo se les entrevista una vez (típico cuando se entrevista después de mucho tiempo desde el evento denunciado). Por lo tanto, si el objetivo es atender cada caso de maltrato a menores con DI con la profesionalidad, validez y fiabilidad debidas, se debe adaptar la metodología utilizada en cada caso.

Previo a la entrevista, se recomienda consultar con los profesionales que trabajan con la víctima. Pueden ser psicólogos, trabajadores sociales, educadores, etc. Se debe hacer un esfuerzo para entender la gravedad de la DI de la víctima y para definir cuáles son y cómo pueden afectar los déficits a la capacidad de testificar.

Se recomiendan pocas modificaciones y más adaptaciones de las estrategias de entrevista y la planificación es clave. Poco de las primeras porque modificar implica alterar de manera sustancial el proceso de la entrevista. Eso puede dar lugar al uso de estrategias poco fiables, no comprobadas o espontáneas y que pueden afectar a los resultados del caso.  Mejor hacer adaptaciones porque son pequeños ajustes a las prácticas de entrevista basadas en evidencia para acomodarlas al desarrollo único de la víctima.

El escenario de la entrevista puede incluir pequeños detalles que faciliten la entrevista. Se pueden ajustar los estímulos ambientales para evitar la sobreestimulación sensorial de la víctima. Se pueden traer objetos familiares, poner algo de música o jugar algo antes de la entrevista, todo ello encaminado a disminuir la ansiedad y el estrés de la víctima. No obstante, se deben eliminar todos los distractores cuando la entrevista empiece.

Las estrategias de prueba preconstituida también son útiles en poblaciones vulnerables. Un ejemplo sería grabar la entrevista y no basarse solo en las notas del entrevistador. Una grabación también puede evitar la necesidad de repetir la entrevista. Se recomienda que el entrevistador siempre sea el mismo, que se respeten las rutinas de la víctima y monitorizar constantemente su estado psicológico (p. ej. si hay fatiga, estrés, distracción, etc.). Por último, cada vez más se incluye un intermediario entre el testigo y el entrevistador. Suele ser un profesional de la salud o de la educación, que ayuda en la adecuación de la entrevista a las necesidades de la víctima.

En el artículo se destacan algunas ideas que sirven de guía para la adaptación de las entrevistas con menores con DI. La entrevista debería empezar con la construcción de relaciones con la víctima, esencial para sobrepasar la reluctancia de revelar aspectos tan sensibles a un desconocido. Empezar con preguntas abiertas, dirigidas a intereses personales y experiencias positivas de la víctima puede generar familiaridad, reducir la ansiedad y evitar percepciones de autoridad sobre el entrevistador.

Que la víctima empiece a contar lo ocurrido como respuesta a preguntas abiertas y de recuerdo libre hace que los testimonios sean más largos, más ricos en detalles y menos sugestionables que responder a preguntas cerradas. En estos casos, aunque pueda darse una falta de detalles periféricos debito a déficits de memoria y lenguaje, se ha observado que la precisión de las narrativas son a menudo las normativas en términos de edad.

A pesar de las grandes limitaciones de las preguntas cerradas, no se puede negar su utilidad cuando se construyen sobre lo que la víctima ha revelado previamente. Se pueden usar para confirmar detalles que responden a las seis W (qué, quién, cuándo, dónde, por qué, cómo; seis W o cinco W y una H del inglés what, who, when, where, why, how) y, así, obtener información más precisa. También son útiles cuando la víctima presenta déficits lingüísticos y no pueden describir verbalmente un evento.

Existen algunas evidencias sobre la utilidad de la Entrevista Cognitiva (EC) en personas con discapacidad. El uso de de las técnicas mnemónicas, como la restauración mental de contextos o cambio de perspectiva puede dar lugar a testimonios más detallados y consistentes. No obstante, se debe tener en cuenta que algunas de las técnicas de la EC no se pueden utilizar con menores con DI debido a su complejidad.  En algunos estudios se modificaron, pero se desconoce la eficacia de dichas modificaciones.

Se destaca el uso de la técnica de andamiaje, que en este caso supone partir las instrucciones y preguntas en trozos más pequeños. Por ejemplo, en lugar de una sola pregunta abierta y amplia, pueden utilizarse preguntas que guían en el recuerdo del evento. Pueden ser preguntas de orientación al detalle (p. ej. ¿y cómo era la casa por fuera?)  o indicaciones abiertas (p. ej. ¿y qué pasó después?).

En aquellos menores con DI y déficits en el lenguaje se recomienda que los entrevistadores combinen estrategias de comunicación verbal y no verbal. Las estrategias no verbales son muy útiles porque permiten obtener información a pesar de limitaciones en la comunicación verbal. Escribir, el uso de lenguaje de signos o dibujar pueden ofrecer información valiosa.

Por último, las entrevistas múltiples (repetidas) mostraron ser útiles para obtener cada vez más información sobre una situación de maltrato. Este incremento gradual en la cantidad de información se ha observado también en menores con DI. Repetir una entrevista supone dar más oportunidades para revelar información y elaborarla en base a testimonios anteriores. Estas observaciones son representativas de las entrevistas llevadas a cabo poco tiempo después del evento en cuestión.

Obviamente, el uso de entrevistas múltiples no está exento de riesgos y dificultades. Pueden darse mayores inconsistencias o cambios e inclusiones de información que proviene de otras personas con las que a víctima se relaciona entre entrevistas. Para evitar estos riesgos, se recomienda que, en las entrevistas posteriores, se pida información solo sobre cuestiones no tocadas ni reveladas en la entrevista inicial.

Los profesionales que entrevistan niños/as con DI informan no estar preparados suficientemente para ello. A pesar de todo el progreso en las técnicas de entrevista, la mayoría se han probado con personas con un desarrollo normativo. La necesidad de atender las diferencias y dificultades de las entrevistas con personas desarrolladas no normativamente sigue estando sobre la mesa.

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