Amigos del Club de Ciencias Forenses, esta semana presentamos el artículo “Aggressive hybristophilia in men and the affect of a female serial killer” de Pettigrew, M. (2019), en el que se estudia la hibristofilia en hombres, específicamente mediante un caso real.
La hibristofilia es una parafilia sexual inusual descrita originalmente por John Money. Puede definirse como la atracción sexual hacia alguien que se sabe que comete, o ha cometido, actos violentos.
Así, podemos distinguir entre dos tipos: la hibristofilia pasiva, más común, y la agresiva. La pasiva se conceptualiza típicamente con casos de mujeres que escriben cartas a asesinos en serie y condenados a muerte. Las intenciones de estas cartas suelen ser establecer o iniciar algún tipo de relación romántica. Los hibristófilos pasivos suelen presentar delirios, creyendo que pueden cambiar al objeto de su afecto.
En cambio, la hibristofilia agresiva, más inusual, hace referencia a cuando la persona ayuda a perpetrar los actos de violencia. En estos casos, el hibristófilo no percibe que, realmente, su pareja le está manipulando. Sin embargo, no es habitual que el hibristófilo y la persona objeto de su afecto lleguen a experimentar una intimidad. Comúnmente, el hibristófilo se limitará a fantasear con que se produce semejante contacto.
En la literatura al respecto, escasa de por sí, esta parafilia suele describirse en mujeres. Money señala que los estereotipos de género dictan que los hombres son delincuentes y las mujeres pasivas o cómplices. Esta descripción se correspondería con el síndrome de Bonnie y Clyde. No obstante, Money afirma claramente que también puede ocurrir lo contrario.
Algunos afirman que la prevalencia (o dominio) de la hibristofilia en mujeres es una extensión de la fascinación de estas por los verdaderos delitos, mucho más que los hombres. Aún así, las motivaciones subyacentes a la hibristofilia siguen siendo especulativas. Sin embargo, el varón heterosexual está ausente en todas esas especulaciones sobre los orígenes de la hibristofilia.
Tal exclusión de los hombres en la materia se debe al reconocimiento de la hibristofilia como la única parafilia que se encuentra más comúnmente en mujeres que en hombres. Por tanto, para suplir este vacío, el autor expuso un caso real de hibristofilia agresiva en hombres heterosexuales.
Londres, febrero de 2014. Joanne Dennehy fue sentenciada a cadena perpetua por tres delitos de asesinato y dos tentativas, entre otros cargos. Sus tres cómplices, todos hombres, también recibieron su condena por ayudarla después de cometer los asesinatos. El principal de los tres, además, fue condenado por tentativa de asesinato.
Durante dos semanas, Dennehy apuñaló a tres hombres e intentó matar a otros dos por los mismos medios. El juez de sentencia la describió como «una asesina en serie cruel, calculadora, egoísta y manipuladora». Asimismo, apuntó cómo a Dennehy le fascinaban los distintos hombres que entraron en contacto con ella. Los cómplices, aunque culpables de sus actos, actuaron bajo su influencia.
El primer cómplice fue el amigo y amante de Dennehy. Utilizando su conocimiento local, él encontró lugares en los que disponer de los cuerpos de las víctimas. Además, sus acciones facilitaron dos intentos de asesinato, al llevarla a lugares donde podría atacar a víctimas elegidas al azar.
El segundo cómplice, el compañero de casa de Dennehy, ayudó a deshacerse de víctimas y, posteriormente, engañó a la policía. El objetivo era que Dennehy pudiera evadir la aplicación de la ley durante más tiempo. El tercer cómplice dio cobijo a Dennehy y su primer cómplice sabiendo que la policía les buscaba.
Así pues, la asesina en serie presentada aquí difiere en sus comportamientos de la literatura existente. Su motivación era la gratificación sexual y sus víctimas no estaban indefensas por edad o la enfermedad. Asimismo, eligió apuñalar a las víctimas y no usar una manera más pasiva de matar, como el envenenamiento o asfixia.
Con respecto a sus cómplices masculinos, el segundo y tercero eran padres. Este último tenía 56 años y carecía de antecedentes violentos ni penales. Protegerla mientras intentaba evadir la ley no le sirvió nada más que para obtener la aprobación y gratitud de ella. El segundo, en cambio, sí contaba con antecedentes penales, pero no por delitos violentos.
El primer cómplice, su amante, tenía también antecedentes penales, pero no por delitos violentos. En las cartas que escribía a Dennehy se refería a ella como su “diablesa carnal”, manifestando su atracción sexual y su admiración. Para él, era emocionante perpetrar delitos que él no había, y probablemente nunca hubiera, experimentado de no ser por ella.
Esto último coincide con el perfil del hibristófilo agresivo. Asimismo, cualquier miedo que puedan sentir hacia la persona objeto de deseo es superado por la atracción y excitación. Lo negativo se torna positivo; experimentan una reacción opuesta a la reacción natural de pánico. Así, los cómplices (e hibristófilos en general) se convierten, en esencia, en personajes cambiados debido a esa fascinación y atracción.
Si bien la temática central es la hibristofilia, cabe señalar que el reclutamiento de cómplices también ayudó a la asesina. Tanto en términos prácticos, como a través del poder y gratificación experimentados al hacer que otros cumplan sus órdenes. En cualquier caso, a pesar de la influencia que ejercen otros, la hibristofilia no puede mitigar las acciones. Lo mismo se puede decir de la pedofilia. No puede ni debe permitir ninguna mitigación en casos de delitos sexuales perpetrados contra niños.
Cabe añadir que, en las sentencias, si bien es bastante correcto que no contemplaran ninguna mitigación, se aprecia un sesgo de género. Históricamente, en los casos en que una mujer ha ayudado a un asesino en serie, se ha hecho una distinción entre los dos delincuentes.
Sentencias previas han considerado que la mujer hibristófila puede ser rehabilitada si se aparta de la influencia del delincuente deseado. Tal pensamiento puede reflejarse en sentencias menos duras. En contraposición, no se consideró lo mismo para este caso, con los cómplices masculinos. Parece así que la afirmación de hibristofilia en hombres es algo ignorada en comparación con las mujeres.
Finalmente, es necesario establecer una distinción entre una pareja dispuesta y una pareja cautivada, actuando dentro del contexto de esta parafilia sexual. Se sostiene que un diagnóstico debe tomar nota de cuán alejadas están las acciones del cómplice de su carácter normal.
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