Estimados suscriptores y seguidores del Club de las Ciencias Forenses, en esta ocasión les presentamos un resumen del artículo “Contrast effect on the perception of the severity of a criminal offence”, de los autores Gabriel Rodríguez y Sara Blanco, de la Universidad del País Vasco, que estudian cómo nuestra percepción de la gravedad de un delito puede verse modulada por la gravedad de otras acciones a las que hemos sido previamente expuestos.

¿Has visto alguna vez la ilusión óptica conocida como el tablero de Adelson? Si no es así seguramente te costará creer que la casilla A y la casilla B son del mismo color. Y, sin embargo, así es. El efecto producido por los colores de alrededor y las sombras engañan a la vista, produciendo una ilusión llamada efecto de contraste, consistente en percibir algo de una manera o de otra en función de lo que lo rodea.

Este peculiar efecto no se encuentra sólo en la vista, afecta a toda nuestra percepción y por tanto, sesga nuestra concepción del mundo y afecta a nuestras decisiones. Pongamos como ejemplo dos jueces. El primero ha estado en audiencias anteriores atendiendo casos muy severos como homicidios y acciones terroristas. El segundo, en cambio, ha estado con casos más leves como multas de tráfico. Si a continuación a ambos se les presentara un caso de una gravedad media, ¿reaccionarían imponiendo la misma condena?

Lo ideal sería poder responder que sí, pero somos humanos y como decíamos antes nuestras decisiones se ven afectadas por nuestros sesgos. Es por ello que los autores de esta investigación creyeron que en estos casos también afectaría el efecto de contraste: la experiencia previa modularía la gravedad con que se vería ese caso, sobreacusándolo el juez que hubiera estado con delitos leves y desdeñándolo el de los delitos graves.

Para demostrarlo contaron con la colaboración de 152 estudiantes universitarios a los que dividieron en dos grupos. Todos los grupos verían cinco actos delictivos contemplados en el código penal junto a la gama de sentencias en meses que se corresponden para cada uno. Uno de los grupos vería cuatro delitos graves (como por ejemplo homicidio o prostitución de menores) y el otro cuatro delitos leves (como amenazar o cometer una infracción al volante). El quinto delito sería de gravedad media y sería el mismo para ambos: robo con violencia.

Los participantes simplemente debían asignar la pena que ellos creían adecuada para cada delito dentro del rango que dictaba la ley. Tal como se esperaba, aquellos que estuvieron viendo delitos graves tuvieron tendencia a aplicar las sentencias más leves al robo, mientras que los que vieron los delitos leves aplicaron las más severas. Lo cual nos da evidencia de que la experiencia previa se convierte en marco cognitivo para interpretar la información venidera, con las consecuencias que eso pueda tener como sesgo en nuestras decisiones.

En definitiva, una persona recibiría una condena diferente según la experiencia previa del juez, lo cual supone una injusticia. Sabiendo que este sesgo existe debería buscarse la manera de proteger a los acusados de una sentencia exagerada o reblandecida por motivos ajenos a ellos, en lugar de esperar que la suerte juegue a su favor.

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