Amigos del Club de Ciencias Forenses, esta semana presentamos el artículo “Assessing protective factors in treated violent offenders: associations with recidivism reduction and positive community outcomes” de Coupland R. B. A. y Olver M. E. (2020) en el cual se analiza la utilidad de evaluar factores protectores en pos de predecir reincidencia de la violencia y de obtener buenos resultados post-tratamiento de reducción de la violencia.

En los últimos 20 años, se registró un importante avance en la evaluación del riesgo de violencia. De estos avances, implementados tanto en la investigación como en la práctica profesional, se destacan varios: el desarrollo de herramientas de evaluación y predicción eficaces, la proliferación de factores de riesgo dinámicos, la evaluación del cambio en cuanto riesgos y la validación cruzada de los métodos de evaluación a nivel internacional.

No obstante, un área de bastante importancia quedó atrás: los factores protectores. Sigue habiendo dificultades tanto en cuanto a su conceptualización, como en cuanto a su medición e identificación.

Los factores protectores podrían generar beneficios saludables y es muy probable que estén ligados a resultados individuales positivos. Buscar tales factores para las personas con historial de delincuencia podría mitigar el riesgo de violencia. Es posible que provoquen mejoras en el panorama en cuanto a una reintegración exitosa. A grandes rasgos, aportarían una visión más esperanzadora y optimista en las evaluaciones forenses.

Algunos autores consideran que la evaluación enfocada (solo) al riesgo puede crear actitudes pesimistas en los terapeutas que tratan con personas violentas. Asimismo, este enfoque puede alimentar predicciones excesivas de reincidencia y pasar por alto resultados positivos potenciales como conseguir un trabajo, retomar la formación, etc. En la misma línea, se plantea un posible sesgo hacia lo negativo mientras las evaluaciones de riesgo solo se basen en factores de riesgo.

En los últimos años, el enfoque ha tomado una dirección hacia factores protectores dinámicos. Por ejemplo, una red de apoyo social fuerte o estilos de afrontamiento. Pero, ¿qué son los factores protectores?

Los factores de riesgo directa o indirectamente incrementan la probabilidad de reincidencia de un delincuente. En cambio, los factores protectores tienen un efecto amortiguador en el riesgo de reincidencia. Aun así, el rol exacto que tienen estos factores es aún poco claro, pero se plantea que podrían mediar entre el riesgo de violencia y reincidencia.

Diversos factores protectores se han estudiado y han recibido apoyo empírico o conceptual. Estos muestran relevancia tanto en la población de delincuentes juveniles como adultos. Algunos serían: apoyo de una red prosocial fuerte, red de apoyo emocional, uso apropiado del tiempo de ocio, actividad y afiliación religiosa, actitudes positivas hacia la intervención, alojamiento estable y habilidades de afrontamiento adaptativo o de resolución de problema prosociales.

Una de las listas de verificación más conocidas en cuanto a evaluación de factores protectores para la población forense es SAPROF (Structures Assessment of Protective Factors). Contiene 17 factores protectores, de los cuales 15 son dinámicos. Estos están clasificados en 3 grupos: internos, motivacionales y externos.

Se puede decir que a lo largo de los diferentes estudios en los cuales se utiliza SAPROF los resultados son generalmente buenos. No obstante, también se encuentran inconsistencias entre estudios, así como dificultades en cuanto a predicción del riesgo de violencia en subpoblaciones específicas, p. ej. mujeres delincuentes.

Los autores de este estudio analizan una muestra de 178 delincuentes (análisis documental) que fueron encarcelados por alguna actividad violenta. Estos participaron en un programa de reducción de la violencia de alta intensidad en un centro psiquiátrico de máxima seguridad de Canadá. La muestra presenta, en su mayoría, algún problema de salud mental: psicosis, depresión, trastornos de personalidad, abuso de sustancias, etc. Más del 70% de la muestra presentaba un trastorno de personalidad antisocial.

La duración media de las sentencias es de 6 años. La edad media de inicio de actividades violentas es de 18 años. La mayoría tenía un historial de violencia, encontrándose un 56% de delitos violentos sin homicidio, un 38% de delitos violentos con homicidio, un 5% de delitos no violentos y un 2% con delitos sexuales violentos.

El programa de tratamiento es Aggressive Behavioral Control (ABC). Su duración es de 6 a 8 meses y tiene como objetivo reducir la reincidencia de violencia en hombres con un extenso historial de violencia o con problemas serios de mala conducta institucional. Es un programa multidisciplinar, con psicoeducación, instrucción de habilidades de prevención de la reincidencia y terapia individual y grupal para atender las necesidades criminógenas.

Ha mostrado eficacia en disminuir la frecuencia y gravedad de nuevas mala conductas institucionales. Asimismo, disminuye, según las evidencias, la probabilidad de reincidencia en delincuentes afiliados a bandas o altos en psicopatía. Los cambios positivos que provoca se han asociado a un decremento de la violencia en la comunidad.

En el análisis de la muestra se utilizan, aparte de SAPROF, una lista de factores protectores (lista PF) con factores recopilados de las evidencias científicas. Otra es la herramienta de evaluación de riesgo y planificación de tratamiento VRS (Wong & Gordon, 1999-2003). Asimismo, el conocido HCR-20 (segunda versión, Webster et al., 1977) que evalúa el riesgo mediante 10 factores relativos al historial criminal, 5 factores clínicos 5 factores de gestión del riesgo. Esta herramienta tiene una alta precisión predictiva para la violencia.

En términos generales, el tratamiento aplicado a la muestra parece haber dado buenos resultados. Los cambios positivos se han registrado en los factores protectores internos y motivacionales del SAPROF, pero no los externos. El menor nivel de mejora se ha observado en el periodo desde post-tratamiento hasta la incorporación en la comunidad. En cambio, desde la fase de pre-tratamiento hasta la incorporación en la comunidad se han observado cambios importantes en los factores protectores. En términos de puntuación del SAPROF, las mejoras se dieron en un 40%.

Las correlaciones entre factores de riesgo y protectores se muestra inversa. Es decir, a mayor protección, menor riesgo de reincidencia. Asimismo, los hombres con historial de violencia más grave y con mayor riesgo de reincidencia mostraban menos factores protectores. Por tanto, ambos tipos de factores no son independientes. Aun así, los datos muestran que estos factores no representan a un mismo constructo, es decir, no son las dos caras de una misma moneda. Lo más probable es que se solapen, por ejemplo, compartiendo consecuencias.

Las herramientas de evaluación de factores protectores predicen la reincidencia comunitaria e institucional. Específicamente, baja protección se asocia a incrementos de las tasas de violencia y reincidencia general, así como con una mayor frecuencia y gravedad de las malas conductas institucionales.

Cuando se analizan los cambios en protección en función de las medidas de riesgo, no se observa una predicción incremental desde pre a post- tratamiento. Es decir, no aparece un patrón constante de, por ejemplo, mayor protección, menor riesgo de reincidencia.  Los autores plantean que esto puede deberse a que el tratamiento aplicado a los delincuentes no se centra en factores protectores o en incrementar la protección.

En cambio, se centra en disminuir el riesgo de reincidencia y la violencia. Y, como hemos mencionado antes, si protección y riesgo no son dos caras de la misma moneda, reducir los niveles de riesgo no necesariamente debería incrementar la protección.

Lo más importante es que un enfoque en la reducción del riesgo provocaría una reducción de la reincidencia. No obstante, no volver a cometer delitos no equivale a un funcionamiento adecuado en la comunidad ni a una reinserción exitosa. Por eso, parece que para conseguir lo segundo, los factores protectores deben ser tenidos en cuenta en la rehabilitación y reintegración en la comunidad.

Asimismo, los autores recomiendan que las herramientas de evaluación de factores protectores no se utilicen solo para predecir la reincidencia, porque de esta forma no cumplen como medidas de protección, sino simplemente informan del riesgo.

Y, como han observado, los factores protectores pueden tener un alto potencial para añadir a un bajo riesgo de reincidencia una reinserción más exitosa en la comunidad. Una influyente revisión sobre la evaluación de riesgo de violencia (Hanson, 2009) muestra que, para la siguiente generación de herramientas, añadir los factores protectores será una adición clave.

 

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