Estimados suscriptores y seguidores del Club de las Ciencias Forenses, como comentábamos la semana pasada, les presentamos un resumen del artículo “Nota suicida y autopsia psicológica: Aspectos comportamentales asociados”, de los autores Mª Patricia Acinas, José I. Robles y M. Ángeles Peláez-Fernández, en un estudio del SEPADEM (Sociedad Española de Psicología Aplicada a Desastres, Urgencias y Emergencias), que analiza con detalle el suicidio y la autopsia psicológica. Por su extensión, lo partimos en dos secciones y hoy abordaremos la segunda parte, la autopsia psicológica.

La conducta suicida consumada es cada vez más prevalente, llegando a superar las muertes por accidente de tráfico. La autopsia psicológica ayuda a diferenciar una muerte suicida de otra muerte violenta (homicidio, simulación de suicidio cuando es un asesinato…) y facilita las gestiones médicas y el llegar a conclusiones más fiables con mayor eficiencia y efectividad. En la autopsia psicológica, la nota suicida es uno de los documentos que se emplean para clarificar la situación. El análisis de los elementos que rodean a la nota suicida (tipología, intencionalidad, etc.), los peritajes y análisis grafológicos, se convierten en piezas clave fundamentales de la autopsia psicológica para reconstruir y conocer el estado mental de la persona de manera previa al suicidio. Por ejemplo, una persona depresiva podría emplear frases o palabras casi inconexas, que emanen tristeza, un trazo lento, torpe, con poca presión sobre el papel, con psicomotricidad fina alterada, hipotonía en los dedos que hacen pinza para la escritura, etc.

La autopsia psicológica es un método de investigación retrospectivo e indirecto sobre las características de la personalidad que tuvo el individuo en vida para poder acercarse a las circunstancias de su muerte. La autopsia psicológica es una peritación, un instrumento procesal y, por este motivo, debe realizarse con las garantías que estipula la Ley Procesal, bien porque le interese a la Autoridad Judicial competente o a las partes interesadas en el procedimiento. Es un aspecto importante que es éticamente incompatible que realice este procedimiento el mismo profesional de la salud mental que haya atendido en consulta a esa persona.

Si se considera la posibilidad de suicidio, se buscarán entrevistas con familiares, pero debe actuarse con rigurosa delicadeza para que la familia no se sienta invadida ni cuestionada, tratando de no incurrir en una victimización secundaria (conductas y actitudes que culpabilizan a las víctimas). Se realizará también, previa autorización judicial, el estudio y análisis de efectos personales como diarios personales, cuadernos de notas, correspondencia, emails, mensajes en móviles… Por tanto, la autopsia psicológica puede facilitar el esclarecimiento en casos de muerte dudosa: Valorando los factores de riesgo, el estilo de vida, el estado mental en el momento de la muerte, las áreas de conflicto y motivacionales, el perfil de personalidad, señales de preaviso suicida; y en los casos de otras muertes violentas puede delimitar el círculo de sospechosos.

Hay varios modelos para sistematizar la tarea:

  • MAPI (Modelo de Autopsia Psicológica Integrado). Es el más usado en el área iberoamericana (México, Chile, Honduras, Costa Rica…). Se aplicó a víctimas de suicidio, homicidio y accidentes. Es muy estructurado y sistematizado con respuesta cerrada que disminuye los posibles sesgos y la subjetividad del entrevistado. Es uno de los más completos; abarca 59 categorías con numerosas subcategorías y va acompañado de instrucciones para los aplicadores y respuestas a las dudas que puedan surgir en el proceso, además de requisitos para seleccionar las fuentes de información que deben explorarse.
  • ARMY. Este modelo se aplicó dentro del ámbito militar para poder elaborar planes preventivos; clasifica los suicidios en tres grados:
    • Intención clara de suicidio.
    • Impulsivo, no premeditado.
    • Intención no suicida (casos de suicidio por negligencia como los acaecidos por juegos de riesgo, abuso de sustancias…).
  • NAVY. Modelo del Servicio de Investigación Criminal de la Marina estadounidense.
  • Modelo sistematizado que plantea cuatro pasos a seguir:
    • Examen cuidadoso de la escena de los hechos (fotos, grabaciones).
    • Estudio de documentos disponibles, declaración de testigos, reporte de autopsia médica y toxicología.
    • Documentos que informen de la vida de la víctima antes de la muerte (notas escolares, visitas al médico, centros de salud mental, información laboral).
    • Entrevista con personas relevantes.

La autopsia psicológica se inicia con la aparición del cadáver y los métodos policiales y forenses, pero continua luego con otros especialistas y métodos (como técnicas de Entrevista Cognitiva para personas especialmente afectadas y/o con problemas de memoria; y cuestionarios más cerrados para informadores de referencia). Algunos autores recomiendan entre uno y seis meses después de ocurrido el hecho, porque aún se conserva la nitidez del recuerdo y la información obtenida es confiable. El tiempo promedio de la entrevista será de dos horas aunque puede extenderse un poco más.

La elección de los informantes es crucial: en suicidios de adultos se escoge a cónyuges o parientes de primer grado, además de informantes secundarios, como amigos, compañeros de trabajo, compañeros de piso, médicos, dependientes de tiendas, bares o lugares frecuentados por la persona. Cuando el suicidio es cometido por un adolescente, la información se extrae de padres, hermanos, amigos… (Con la autorización de padres o tutores de los menores), profesores, que pudieron detectar signos de aviso en alguna circunstancia. En ancianos, se amplía el rango de informantes para poder averiguar presencia de enfermedad física subyacente, medicación, circunstancias socioeconómicas… por lo que se podría entrevistar a trabajadores sociales, farmacéuticos, vecinos.

La autopsia psicológica, considerada como método de trabajo ante muerte dudosa o posible suicidio, tiene como objetivos: Aumentar la exactitud de las certificaciones; ofrecer indicaciones que el investigador puede emplear para evaluar el propósito letal de personas vivas; y postvención o función terapéutica con los familiares.

La AP debe responder, por tanto, al menos a tres cuestiones distintas:

  • ¿Por qué lo hizo el individuo? (explicar las razones del acto o descubrir qué llevó a él, reconstruyendo las motivaciones del difunto).
  • ¿Cómo murió el individuo y cuándo, o sea, por qué en ese momento particular? (aclarar las razones sociopsicopatológicas por las que murió en ese momento).
  • ¿Cuál es el modo de muerte más probable? (cuando el modo de muerte es equívoco, establecer con cierta probabilidad lo que pudo ocurrir).

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