Amigos del Club de Ciencias Forenses, esta semana presentamos el artículo “The mobility crime triangle for sexual offenders and the role of individual and environmental factors” de Chopin J. y Caneppele S. (2018) en el cual se construyen perfiles geográficos de agresores sexuales a partir de datos geocodificados.

El paradigma ambiental de la criminología ha cambiado su atención desde las causas más distantes de criminalidad hasta sus mecanismos. Para las primeras, un ejemplo es el desempleo. En mecanismo se incluye, por ejemplo, el modus operandi. La criminología ambiental ha resultado muy útil para entender los delitos contra la propiedad. No obstante, permitió la comprensión incluso de crímenes que a primera vista parecen irracionales.

Utilizando este enfoque, los criminólogos han estudiado la convergencia en el espacio físico entre el agresor y sus víctimas. El análisis se dirige a los patrones de movilidad de los perpetradores. La movilidad criminal implica, entre otras cosas, la distancia (ida-vuelta) que un perpetrador recorre desde su punto de anclaje hasta el escenario del crimen. El punto de anclaje suele ser el domicilio del agresor. No obstante, también puede ser el lugar de trabajo o un domicilio anterior.

Muchos investigadores han establecido que la movilidad criminal se basa en un patrón de decaimiento con la distancia. Cuanto más lejos tiene que viajar el agresor, más disminuye la frecuencia de sus agresiones. Además, hay una zona de seguridad (buffer zone) que cubre los alrededores más cercanos del punto de anclaje. Esta zona implica que el agresor no cometerá delitos hasta cierta distancia de su casa. Hacerlo supone muchos riesgos, por ejemplo, que alguien le reconozca.

Por tanto, las conductas criminales ocurrirán a distancias no muy cercanas al punto de anclaje, cuidando su zona de seguridad. Asimismo, el patrón de decaimiento con la distancia nos dice que los delitos tampoco ocurrirán muy lejos de ese punto. Hay una zona y/o distancia que el agresor conoce más y eso le permitirá disminuir costes y maximizar su utilidad. Por ejemplo, podrá cometer el delito y, además, sabrá cómo escapar más fácil y rápido del escenario del crimen.

A partir de aquí, vamos a enfocarnos en las agresiones sexuales. Estudios previos indican que los violadores no viajan lejos de sus casas para cometer el delito. La distancia que recorren los agresores sexuales suele variar entre 0,92 y 4 km desde el punto de anclaje. Y estas variaciones en la distancia suelen darse en función del tipo de agresión sexual.

La movilidad de las víctimas en el día en el que son atacadas se ha estudiado muy poco. En base al enfoque de la oportunidad y a la geometría del crimen, se asume que la víctima sigue patrones de movilidad similares a los de los agresores.

Si se conectan el escenario del crimen, el punto de anclaje y la residencia de la víctima, se puede investigar el triángulo de movilidad criminal. Para los delitos sexuales hay pocos estudios al respecto (y se requieren actualizaciones). En Filadelfia, en el 68,5% de las violaciones, la distancia entre agresor y víctima era de unos edificios. La movilidad criminal tiene mucha más relevancia cuando se trata de casos con una sola víctima y un agresor y menos cuando se trata de casos con agresores y/o víctimas múltiples.

Hay algunos datos en cuanto a factores asociados a la movilidad del agresor. Los agresores más jóvenes se alejan menos de sus puntos de anclajes que los más mayores para cometer un delito. Los agresores casados agreden más lejos de esos puntos que los no casados. Las diferencias de género son difíciles de estudiar, dado que el número de agresoras es mucho menor.

Se ha observado una asociación entre el método de aproximación a la víctima y la distancia recorrida desde el punto de anclaje hasta ella. Este aspecto y otros que conforman el modus operandi pueden ser cruciales para determinar la movilidad criminal.

Las agresiones sexuales ocurren mayoritariamente en sitios cerrados. No obstante, también ocurren en sitios abiertos y rara vez en un vehículo. Los agresores suelen elegir sitios donde pueden estar a solas con la víctima. Y claro está, eligen sitios donde haya probabilidad mínima de que aparezca un tercero. El tipo de agresión sexual y el uso de armas dependen de características geográficas del escenario del crimen.

Los autores del estudio se enfocan en los casos de agresión sexual extra-familiar. Se analizan 1447 casos de agresión sexual sin homicidio, con un único agresor y una víctima. Todos los datos provienen de la base de datos nacional francesa. Solo se incluyen los casos que implican mayores de 15 años (edad mínima para el consentimiento sexual en Francia).

Recordar que para cada caso hay 3 localizaciones geográficas.  Una del escenario del crimen y dos de las residencias del agresor y de la víctima, que conforman diferentes patrones. Solo se incluyen aquellos casos en los que las localizaciones relevantes pudieron ser geocodificadas.

Para codificar estas localizaciones y sus interrelaciones, se siguen tres patrones geométricos establecidos en las investigaciones al respecto. Puntos para agresiones cuyas tres localizaciones coinciden en el mismo edificio. Patrones de líneas para los casos en los que dos localizaciones coinciden en dirección. Por último, triángulos para casos cuyas tres localizaciones se encuentran en 3 puntos distintos. También se analizan los perfiles geográficos (p. ej. vecindario) y diversas características individuales y ambientales que detallaremos en resultados.

Los resultados de este estudio coinciden con muchos otros resultados internacionales en el tema. Los agresores sexuales suelen actuar cerca de los puntos de anclaje. La distancia recorrida hasta el escenario de agresión fue menor de 3 km en más del 50% de los casos.

No obstante, sigue quedando un alto número de agresores sexuales que están dispuestos a viajar más lejos. Si la distancia se extiende a 10 km, se incluye el 70% de los casos analizados. Por un lado, esto puede deberse a limitaciones con respecto a la muestra. Por otro lado, la disposición a moverse más puede deberse a la naturaleza de este tipo de agresiones. Es decir, puede haber aspectos diferenciales con respecto a otro tipo de delitos analizados en otros estudios (p. ej. homicidio).

Más del 50% de las víctimas fueron atacadas a distancias menores de 0,75 km de sus domicilios. En estudios previos se ha observado que los violadores en serie desconocidos para las víctimas viajan más para delinquir. En cambio, parece que la búsqueda de objetivos de los agresores sexuales no se aleja mucho de sus residencias.

Más de un tercio de las víctimas fueron agredidas en su propia casa. Se registró predominantemente un patrón geométrico de punto cuando la víctima (V) y el agresor (A) ya se conocían. Si V y A comparten localización geográfica de la residencia (p. e. viven en el mismo edificio) y el delito ocurre en ese mismo sitio, es más probable que ya se hayan conocido antes.

Si hay una relación más cercana, es probable que la agresión ocurra en el domicilio de uno de los dos. Esto significa que en estos casos habría patrones predominantemente en línea. Asimismo, es más probable que en estos casos se dé la penetración.

Cuando A es desconocido para V, el patrón de movilidad forma mayoritariamente una línea, seguido del triángulo. Todo ello afecta al concepto de zona de seguridad. Parece que el rango de esta zona para los agresores sexuales varía en función del tipo de relación. En cualquier caso, solo el 2,35% de la muestra de casos presenta un patrón de punto. Los patrones en línea aparecen en 25% y en más del 70% se da un patrón en triángulo.

El modus operandi se muestra significativamente diferente en función de estos patrones geométricos. Por tanto, los factores ambientales tienen más peso para explicar los patrones de movilidad que los factores individuales. Por ejemplo, cómo el agresor aborda a la víctima depende de si viven cerca uno del otro o no. En estos casos las características personales del agresor (p. ej. impulsividad) no influyen tanto en el modus operandi.

Las mejoras en movilidad geográfica (p.ej. mayor acceso al transporte) también facilitan la movilidad de los agresores. La mayoría de los casos analizados mostraron un patrón triangular bastante amplio. Las víctimas pueden ser agredidas cerca de su trabajo, en lugares de ocio o en el transporte público.

Por ello, parece que muchos casos de agresión sexual responden a situaciones de oportunidad (agresores oportunistas). No obstante, no se descarta que, siguiendo los mismos patrones, puede haber agresores tipo depredador.

Por último, como factores individuales de víctima y agresor se atienden varios. Las víctimas solteras suelen ser agredidas en patrones de movilidad en triángulo (52,38%), seguido del patrón en línea (42,94%). En cuanto al estilo de vida, aquellas víctimas que consumieron alcohol tienen más probabilidad de ser agredidas en patrones puntiformes. Cuando es el agresor el que ha consumido alcohol, los patrones de movilidad son mayoritariamente en línea.

Las victimas masculinas se enfrentan a mayor riesgo de ser agredidas por un conocido. La excusa de quedar en un sitio privado para consumir sustancias ilegales aparece a menudo. Cuanto más lejana la localización, más probabilidad de que la agresión se lleve a cabo con éxito. El consumo de drogas reduce la resistencia de la víctima ante la agresión sexual. Parece que tales patrones están más asociados con entornos homosexuales.

 

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