Amigos del Club de Ciencias Forenses, esta semana presentamos el artículo “Similar cimes, similar behaviors? Comparing lone-actor terrorists and public mass murderers” de Gill, P.; Silver, J.; Horgan, J.; Corner, E. y Bouhana, N. (2021), en el que los autores se preguntan si existen suficientes similitudes entre los terroristas solitarios y los asesinos en masa como para considerarlos delincuentes similares.

El estudio de los asesinatos públicos en masa y de los terroristas solitarios ha emergido de forma independiente como dos campos de investigación diferenciados en los últimos años.

Los primeros estudios sobre terroristas solitarios (o lobos solitarios, como se les ha llamado en numerosas ocasiones) sugerían que éstos necesitaban algún tipo de objetivo político, religioso o social. Estudios similares de asesinos en masa, se centraban en los antecedentes de salud mental y los acontecimientos precipitantes, o desencadenantes.

Pero, tras estos estudios, algunos expertos se preguntaron si la línea divisoria entre ambos tipos de delincuentes está tan clara.

Un ejemplo de esto es un trabajo citado en el artículo, en el que se sugiere que los agravios personales y los factores estresantes a menudo juegan un papel clave en la radicalización del individuo y la planificación del ataque terrorista (lo cual es algo típico de los asesinos en masa, según la literatura existente). Por otro lado, se encuentra que la presencia de impulsos políticos y factores sociales, también es un factor determinante en tiroteos escolares en los últimos años (este sería un factor típico también de los terroristas solitarios).

Es por ello por lo que algunos expertos han concluido con que sería más útil debatir sobre la violencia de los asesinos en masa y los ataques terroristas bajo un marco común de violencia demostrativa, que asignarlos a clases tan exclusivas de violencia.

Ante la posibilidad de poder considerar ambos tipos de delincuencia como una sola, o como delincuencias muy similares, los autores deciden llevar a cabo un estudio. En él, recopilan información de fuentes abiertas en internet, limitándose a eventos posteriores a 1990 para ser lo más actuales posibles.

Los resultados obtenidos nos proporcionan información interesante. Por ejemplo, que los hombres dominan en gran medida ambos tipos de delitos. También hubo poca diferencia en cuanto al estado civil en el momento del delito: la mayoría eran solteros (37% y 43%).

Los terroristas solitarios tenían significativamente más estudios que los asesinos en masa. Dos tercios de los terroristas, frente a sólo el 24% de los asesinos en masa, recibieron educación universitaria de algún tipo.

Los terroristas solitarios tenían muchas más probabilidades de tener experiencia militar, condenas penales, cambiar de domicilio antes de su ataque, vivir solos, estar socialmente aislados, demostrar que su ira aumenta y poseer armas.

Los asesinos en masa eran más propensos a tener un historial de abuso de sustancias, experimentar degradación o maltrato por otros de forma habitual o bien en el período previo al ataque, tener problemas relacionales con otras personas, experimentar estrés puntual y crónico, y tener algún tipo de relación o historia con el lugar del evento.

Con respecto a los trastornos mentales, no hubo diferencias significativas (39% y 41%). Tampoco las hubo en lo relativo a advertir del ataque antes de que sucediese (26% y 19%).

En general, los autores consideran que los datos informan de la idea de que los terroristas solitarios y los asesinos en masa tampoco son tan diferentes entre sí. Hay más cosas que los unen que cosas que los separan.

Se estudiaron más de 180 variables, y en ninguna de ellas se observaron diferencias significativas. En su mayor parte, son personas similares, con vías de movilización parecidas, que cometen actos violentos que no difieren demasiado, pero con estructuras motivacionales ligeramente distintas.

Los expertos argumentan que, en lugar de centrarse en tipologías delictivas para hablar de estas personas, podría ser más útil ver el grado de soledad que exhibieron, las directrices externas que recibió el delincuente y la profundidad de sus motivaciones políticas, si existen.

Este hallazgo puede tener implicaciones importantes para los profesionales de este campo. Por ejemplo, después de un asesinato en masa público, no reivindicado por ninguna organización terrorista, los investigadores no deben descartar la posibilidad de que el delincuente haya tenido motivaciones políticas o religiosas.

Donde se ven diferencias consistentes entre ambos es en las fugas. Los autores creen que esto tiene que ver con el apoyo que reciben los delincuentes. Naturalmente, las ideologías tienen más seguidores que los agravios personales. Es decir, donde hay una gran presencia de personas que comparten una misma ideología, existe una mayor probabilidad de que ocurra alguna forma de fuga.

En conclusión, los resultados demuestran que muchos de los principales factores de riesgo potenciales son igualmente comunes entre terroristas que actúan solos y asesinos en masa. Esto es especialmente importante para las políticas y protocolos de prevención del delito, y por tanto para la criminología, que podría considerar estos hallazgos de ahora en adelante para el estudio de estas tipologías delictivas.

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