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Amigos del club de Ciencias Forenses, esta semana presentamos el artículo “Criminal investigation and Criminal intelligence: Example of Adaptation in the Prevention and Repression of Cybercrime”, de Jerome, B. (2020), en el que el autor hace una revisión de cómo la investigación y la inteligencia criminal pueden ayudar en la prevención de la ciberdelincuencia.

Con el avance de las tecnologías en los últimos años nos encontramos en un contexto de digitalización de las actividades delictivas, que cada vez se perpetran con más frecuencia por internet.

Por ello, se plantea cada vez más la cuestión de cuáles son los medios más adecuados para prevenir y luchar contra este tipo de delitos, prácticamente nuevos.

Gracias al desarrollo de la nueva criminología, ha ido surgiendo una sociedad que está basada en la prevención de riesgos. Esto significa que, con el tiempo, hemos pasado de estar enfocados en la justicia penal que llega después del delito, a estarlo en el ámbito de mejora de la seguridad, de forma que podamos anticiparnos a la delincuencia.

Dicho de otra manera, cada vez nos centramos más, en esta sociedad del riesgo, en controlar el presente y el futuro, dejando de concentrar nuestras energías y recursos en resolver situaciones pasadas.

Cobran especial importancia entonces los conceptos de investigación e inteligencia criminales.

La investigación, desde el siglo XX, comenzó un proceso de mejora de su estructuración. Se apostó por estandarizar los procesos, sistematizándolos y aumentando los esfuerzos dedicados a la criminalidad.

Con la evolución de la investigación criminal de los últimos años, podemos considerarla prácticamente un arte, capaz de individualizar el vínculo existente entre el hecho delictivo y el autor a efectos judiciales.

Sin embargo, en cuanto a la defensa de la seguridad de los ciudadanos en materia de delitos cibernéticos, la investigación debe continuar mejorando.

Un ejemplo de esto es que la tasa de resolución de ciberdelitos es muy baja, especialmente cuando se trata de estafas, que representan más del 70% de ellos.

La novedad de esta dimensión delictiva ha hecho, pues, que la investigación se haya quedado algo obsoleta, no siendo capaz de afrontar como se esperaba estos retos.

¿Por qué? Porque aún hoy se sigue abordando el ciberdelito de forma tradicional, sin tener en cuenta los cambios sociales. Cualquier denuncia de este tipo de ofensas se manejan igual que todas las que no se dan en entornos online.

Por ejemplo, es muy complicado establecer conexiones entre los casos porque cada hecho se aborda de forma individual, con una única víctima, impidiendo muchas veces que los fenómenos se consideren en su verdadera extensión.

Las fuerzas policiales, dándose cuenta de esto, deciden ponerse al servicio de la inteligencia y aunar fuerzas.

La investigación contribuye a comprender fenómenos y bandas criminales, especialmente a través del estudio de casos, tanto actuales como pasados. La inteligencia los aprehende globalmente, a través de una recolección de datos más amplia, y un procesamiento de la información más exigente, entre otras soluciones.

De esta forma, la inteligencia criminal sería parte de una forma de gestionar los riesgos donde el objetivo es reducir la incertidumbre en un entorno donde la información es imperfecta.

El enfoque que adoptaría la inteligencia criminal sería el de explorar una amplia gama de medidas correctivas, más allá de la neutralización vía penal que, si bien es una de ellas, no es la única y, además, no siempre es la más eficaz.

La unión entre estas dos disciplinas era necesaria para perseguir con éxito los delitos informáticos.

¿Por qué? Porque el alcance de sus actores, sus medios de detección y procedimientos de investigación beben de técnicas que son distintas de las contempladas en el sistema penal tradicional.

Gracias a esta unión, la represión de esta tipología delictiva consigue adaptarse poco a poco a su contexto.

Esto ocurre porque la inteligencia criminal reúne los elementos necesarios para comprender el cibercrimen. Proporciona soluciones prometedoras para el manejo de esta delincuencia masiva, como no ocurría utilizando únicamente la investigación.

Un pequeño avance conseguido con la unión de las dos disciplinas mencionadas que se debe señalar es que, con el fin de superar el bajo nivel de denuncia de estos delitos, los organismos encargados de hacer cumplir la ley consideran que ya no es necesaria la denuncia de la víctima para abrir una investigación.

Un punto que el autor del artículo quiere destacar, es que la intervención pública no es suficiente y se requiere de la ayuda del sector privado para prevenir exitosamente el ciberdelito.

Se concluye con la idea de que poco a poco se va avanzando en este complejo ámbito de la delincuencia online, y, aunque queda mucho camino, los esfuerzos realizados comienzan a ver sus frutos.

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