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Perfiles criminales

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Amigos del Club de Ciencias Forenses, esta semana presentamos el artículo “Non-intimate Relationships and Psychopathic Interpersonal and Affective Deficits as Risk Factors for Criminal Career: a Comparison Between Sex Offenders and Other Offenders”, de Ferretti, F.; Pozza, A.; Carabellese, F.; Schimmenti, A.; Santoro, G.; Mandarelli, G.; Gualtieri, G.; Carabellese, F.; Catanesi, R. y Coluccia, A. (2021), en el que los autores realizan un estudio para saber cómo las relaciones no íntimas y los déficits psicopáticos interpersonales y afectivos pueden funcionar como factores de riesgo que influyan en la carrera delictiva de los delincuentes sexuales, comparándolos con otros.

Desde los inicios de la criminología siempre se ha considerado un tema de gran interés la historia de los delincuentes, el patrón de desarrollo de sus carreras y los factores de riesgo que los conducen a esos destinos.

Por ejemplo, la relación entre las experiencias traumáticas de las víctimas de abuso sexual y el surgimiento de comportamientos sexuales disfuncionales fue investigada por numerosos expertos, con la conclusión de que se deben buscar otras causas subyacentes a los delitos sexuales, porque el paradigma víctima/agresor es demasiado reduccionista.

También se le ha prestado atención a los trastornos psiquiátricos, que juegan un papel importante; en el caso de los delincuentes sexuales sobre todo la esquizofrenia, el trastorno bipolar y los trastornos del estado de ánimo y la personalidad.

Por otro lado, aparece la psicopatía, cuya relevancia en el comportamiento delictivo y la conducta violenta está ampliamente reconocida en la literatura. Se suele evaluar generalmente mediante la Lista de Verificación de Psicopatía Revisada (PCL-R), que abarca los factores de los déficits interpersonales y afectivos y el comportamiento antisocial.

La asociación de la psicopatía con los delitos sexuales no es algo nuevo. En un estudio se encontró que la presencia de la psicopatía en agresores sexuales constituye un factor predictivo de la reincidencia delictiva en este y otro tipo de delitos.

Otros estudios han demostrado que los fallos relacionales de los cuidadores y figuras de apego, como por ejemplo descuidos o abandonos, pueden llevar al niño a experimentar dificultades en su autorregulación interpersonal. Estas dificultades podrían constituir un riesgo para los adultos al fomentar comportamientos agresivos, dificultades en la regulación emocional y problemas sexuales, como se puede encontrar en muchos casos de psicopatía, sadismo y parafilias.

Como vemos, hay tanta variedad de ideas que es difícil identificar con exactitud los factores de riesgo que pueden afectar al comportamiento sexual disfuncional de los delincuentes sexuales.

El objetivo de este estudio fue explorar la relevancia de los eventos vitales en el desenlace delictivo, comparando agresores sexuales con otro tipo de delincuentes. Se estudiaron las vivencias relacionadas con problemas de violencia, conductas antisociales, problemas de relaciones personales, de uso de sustancias, experiencias traumáticas y estilos de crianza.

Participaron un total de 88 delincuentes sexuales y 102 personas cumpliendo condena por otro tipo de delitos.

Dentro de los delincuentes sexuales, la gran mayoría (76%) de los reclusos cumplían condena por abuso de menores.

En la categoría de otros delincuentes, se incluían condenados por homicidio, agresión, delitos contra la propiedad y contra el estado, pero no sexuales.

Se utilizó un conjunto de ítems de la escala HCR-20 V3 para evaluar los factores de riesgo.

Se obtuvieron hallazgos como que los delincuentes no sexuales mostraron una mayor probabilidad de tener antecedentes de problemas de violencia y comportamiento antisocial en la adolescencia y la edad adulta, junto con problemas de abuso de sustancias. Sólo un factor de riesgo, la ausencia de problemas en las relaciones no íntimas, diferencia la carrera delictiva de los delincuentes no sexuales y los agresores sexuales.

Estas relaciones no íntimas se definen como vínculos con los miembros de la familia, amigos o conocidos, que no involucran ningún tipo de dimensión sexual. El aislamiento social, la distancia emocional, la inestabilidad, el conflicto, la manipulación de los demás, la sexualización inapropiada y la violencia en las relaciones no íntimas son indicadores a tener en cuenta.

En comparación con el grupo de delincuentes no sexuales, los agresores sexuales mostraron niveles más altos de déficits psicopáticos interpersonales y afectivos, y niveles más bajos de comportamientos antisociales.  

Con el estudio se confirmó la importancia de las relaciones no íntimas deficientes en la predicción de la carrera delictiva de los delincuentes sexuales. Sobre todo, por la sexualización inapropiada, la violencia y la escalada de problemas en este contexto.

Los autores consideran que los programas de tratamiento para los delincuentes sexuales deberían estar destinados a prevenir la reincidencia, y por tanto, deben abordar estos déficits en las relaciones no íntimas, y apuntar a los rasgos psicopáticos, específicamente los rasgos interpersonales y afectivos. Por ejemplo, a través de la terapia cognitivo-conductual, que se ha revelado como un tratamiento eficaz para los rasgos psicopáticos.

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Amigos del Club de Ciencias Forenses, esta semana presentamos el artículo “Youth Serial Killers: Psychological and Criminological Profiles”, de García-Baamonde, M. E.; Blázquez-Alonso, M.; Moreno-Manso, J. M.; Guerrero-Barona, E. y Guerrero-Molina, M. (2022), en el que los autores realizan una revisión de literatura anterior sobre jóvenes que han cometido asesinatos en serie para obtener algunos datos de interés para sus perfiles criminales. 

El fenómeno de los asesinatos en serie ocupa un lugar único en el campo de la criminología, pero también del sistema de justicia penal, especialmente cuando los autores de estos y otros tipos de delitos violentos, son menores de edad.

Además, existe una gran falta de comprensión del fenómeno de los asesinatos en serie. El tema está rodeado de un gran sensacionalismo mediático que surge siempre en torno a la pregunta de si los asesinos en serie nacen o se hacen. 

Por otro lado, son muchos los medios de comunicación que catalogan a quienes cometen estos delitos como “monstruos” o “demonios”, siendo esto una parte más del circo mediático que rodea estos casos tanto a nivel judicial como social. Esto contribuye y alimenta la mentalidad colectiva influenciada por los medios que no escatima en dar detalles sobre los crímenes y que, en ocasiones, incluso puede llegar a convertir a los victimarios en celebridades.

Para lograr un mejor conocimiento del fenómeno de los asesinatos en serie, su extensión y su gravedad, y centrándose en aquellos cometidos por jóvenes, los autores realizaron una revisión de literatura escrita en los últimos años sobre ello. 

Los autores consideran que la problemática jurídica y social no se da sólo en los casos en los que jóvenes menores de edad cometen asesinatos en serie, sino desde que cometen delitos violentos. 

A pesar de la terminología usada con frecuencia por los medios de comunicación, los jóvenes delincuentes no son monstruos ni bestias, y muchas veces no tienen antecedentes. 

A veces estos primeros delitos tienen lugar porque no pudieron negarse a la presión de grupo. Normalmente, suele haber una explicación. 

Algo que llama la atención a los autores, y les preocupa especialmente, es que desde mediados de los 80 y en torno a principios de los 90, se registró un crecimiento sin precedentes de los homicidios perpetrados por jóvenes. Los datos sugieren que los jóvenes participan, actualmente, en más crímenes que generaciones anteriores

Lo más común es que estos jóvenes pertenezcan a bandas callejeras, un fenómeno delictivo muy particular, ya que tienen unas variables específicas al resto de la delincuencia juvenil. 

Por estos datos, el perfil psicosocial y criminológico de los jóvenes que cometen homicidios no es equiparable al del delincuente común. 

También hay que mencionar que los casos de asesinos en serie donde los victimarios son niños o jóvenes, son, por supuesto, mucho menos frecuentes que los casos de adultos.

Algunos de estos jóvenes provienen de familias desestructuradas donde no pudieron adquirir una personalidad estable. Así, buscan continuamente satisfacer sus deseos a través de fantasías de dominación y control. 

Del mismo modo, algunos pueden haber sufrido abusos físicos, sexuales y emocionales y, a menudo, de forma simultánea. 

La investigación sobre el impacto del maltrato infantil en la conducta violenta ha demostrado que, el maltrato y la exposición a la violencia, en cualquiera de sus formas, es un factor predictivo importante para la conducta delictiva. 

Por otro lado, aparece la psicopatía, que todos conocemos, y que genera serios problemas en la dimensión afectiva, interpersonal y conductual de los humanos, tanto que los psicópatas pueden victimizar a otros sin que su conciencia se vea afectada. 

Muchos rasgos de la psicopatía comienzan a surgir en la infancia y se pueden identificar con más o menos facilidad, así como en la adolescencia y la juventud. Por eso se debe prestar atención a los menores que experimentan factores de riesgo como problemas de salud mental, problemas en su crianza, antecedentes de abuso de sustancias, impulsividad muy intensa, inestabilidad emocional, ausencia total de culpa, etcétera. 

Este artículo tiene algunas limitaciones. Por ejemplo, hay una baja prevalencia de asesinos en serie juveniles, lo cual dificulta el estudio de estos casos en concreto, por lo que el análisis debe tomarse con cautela. 

Sin embargo, a pesar de las limitaciones, el artículo original subraya la importancia de algunos factores psicosociales para una mejor comprensión del proceso por el cual menores de edad terminan cometiendo delitos tan graves como asesinatos en serie. 

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Amigos del Club de Ciencias Forenses, esta semana presentamos el artículo “Criminal Behavior and Psychosocial Risk Factors in Brazilian Adolescent Offenders: An Exploratory Latent Class Analysis” de Galinari, L. S. y Rezende Bazon, M. (2021), en el que las autoras realizan un estudio en el que pretenden establecer una clasificación de los jóvenes delincuentes en el contexto de Brasil, en función de sus características delictivas y personales.

En el artículo de la semana pasada exploramos a los delincuentes juveniles con respecto a la reincidencia.

Esta semana nos centramos en un estudio que se pregunta si es posible establecer una tipología de jóvenes delincuentes para facilitar el tratamiento y la reinserción de estos, en el contexto de Brasil.

Las normas tanto en Brasil como en el resto del mundo abogan por un sistema de justicia que es diferente para adultos y adolescentes. Eso significa que se tiene en cuenta, normalmente, que la adolescencia es una fase del desarrollo humano en la que un individuo es sometido a transformaciones rápidas y simultáneas tanto a nivel físico como psicológico.

Por tanto, los adolescentes son un segmento vulnerable cuando hablamos de conductas desviadas porque son altamente susceptibles a cambios. Esto, a su vez, se debe a la gran plasticidad neuropsicológica del momento del desarrollo en el que se encuentran.

Es por esto por lo que la mayoría de sistemas judiciales concibe la justicia de menores no sólo como una forma de responsabilizarles de sus actos, sino también como una manera de ayudar a que los jóvenes completen su desarrollo psicosocial a través de un seguimiento que se centra en su reinserción social y en la reducción de las posibilidades de reincidencia.

Investigaciones anteriores han señalado la necesidad de enfocarse en los aspectos de la personalidad (impulsividad, abuso de sustancias, actitudes antisociales…) y los aspectos microsociales (vínculos familiares, prácticas parentales, absentismo escolar…) de los jóvenes para entender su criminalidad.

Sin embargo, los jóvenes que se encuentran en el sistema de justicia representan un grupo heterogéneo, con diferentes problemas y diferentes necesidades. Por eso, la efectividad de las intervenciones y los estudios en este campo está condicionada por la adecuación y la personalización de estos.

En estudios previos se ha identificado de forma recurrente al delincuente juvenil con un patrón caracterizado por una alta frecuencia de delitos de baja gravedad, pobreza, malas relaciones familiares y bajo rendimiento académico.

Sin embargo, las autoras del artículo quieren ir más allá e intentar establecer una tipología un poco más precisa.

Para ello, toman una muestra de 400 delincuentes jóvenes. Todos varones, debido a que son significativamente más numerosos en el sistema de justicia juvenil de Brasil, donde se realizó el estudio. La edad media fue de casi 17 años.

Para el análisis de sus casos, se utilizaron diferentes cuestionarios psicosociales con validez científica.

Con los resultados obtenidos, las autoras pudieron hacer una clasificación de cuatro tipos de delincuentes juveniles, si bien señalan que hay que tomar precauciones con respecto a la tipología, ya que cada persona y caso cuenta con sus peculiaridades.

Existe un perfil al que llaman C1 que se refiere a adolescentes que, aunque han sido judicializados por algún delito, no son distintos de los adolescentes que no lo han sido, en esencia. Tampoco existen diferencias significativas en cuanto a su exposición a variables sociales y personales que podamos considerar criminógenas.

En este perfil hay una recurrencia a lidiar con pensamientos desagradables vinculados a aspectos percibidos como negativos sobre uno mismo y/o sus relaciones. Como resultado, se tenderá a reprimir estas emociones.

Con este perfil, estos jóvenes tendrían pocas necesidades de intervención. Las autoras aconsejan una intervención que no tenga que ver con la justicia, o una intervención judicial leve.

Posteriormente, aparece el perfil C2. Este se refiere a adolescentes que, a pesar de tener una participación delictiva más importante que los jóvenes del grupo C1, muestran un patrón de conducta caracterizado por una baja frecuencia delictiva y la ausencia de delitos violentos.

Sin embargo, en este perfil hay puntuaciones importantes de desajuste social y alienación. Es decir, son jóvenes con creencias y valores antisociales, y con desconfianza hacia los demás por encima de la media.

Estos jóvenes necesitan intervenciones centradas en estas conductas y asistencia en entornos de socialización prosocial. Además, teniendo en cuenta su poca peligrosidad, deberían aprobarse para ellos medidas menos restrictivas.

El perfil llamado C3 se refiere a adolescentes que presentan un mayor compromiso delictivo, con una frecuencia delictiva y diversidad de delitos por encima de la media, además de que participan en aquellos que son violentos.

Estos jóvenes tienen antecedentes de violencia familiar y relaciones escolares negativas. Sin embargo, no destacan especiales dificultades a nivel psicológico.

Este tipo de adolescentes deberían participar en intervenciones centradas en mejorar sus relaciones familiares y escolares y, si en algún momento presentan un compromiso delictivo importante, las autoras consideran necesaria una medida judicial algo más intensa.

Por último, aparece el perfil C4. Estos adolescentes presentan una puntuación por encima de la media en frecuencia y diversidad de delitos violentos, al igual que en variables sociales y personales de riesgo. Tendrían muy poco apego a sus padres, problemas conductuales en la escuela, episodios de violencia familiar y antecedentes criminales dentro de la familia.

Por otro lado, también se moverían por entornos de inadaptación social, manifestarían agresividad, orientación antisocial, bajo control de los impulsos, escepticismo y desconfianza hacia los demás.

Estos jóvenes tienen necesidades mucho más complejas. Deberían centrarse sobre todo en controlar las actitudes antisociales y mejorar su autocontrol. También necesitan intervención en los aspectos sociales, especialmente en el desarrollo de relaciones familiares. Una vez que cometan un delito grave, si es que sucede, es posible que sean necesarias medidas intensas y restrictivas.

Las autoras destacan que más del 40% de los jóvenes que participaron en el estudio fueron clasificados en la categoría C4.

Para futuras investigaciones, las autoras consideran que los diferentes perfiles propuestos pueden ser de gran ayuda, sobre todo para organizar las intervenciones de una forma más adecuada. Además, es importante proponer, implementar y evaluar protocolos de intervención que siempre tengan presente la heterogeneidad en adolescentes infractores.

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Amigos del Club de Ciencias Forenses, esta semana presentamos el artículo “Psychosocial and Personality Characteristics of Juvenile Offenders in a Detention Centre regarding Recidivism Risk” de Cacho, R.; Fernández-Montalvo, J.; López-Goñi, J. J.; Arteaga, A. y Haro, B. (2020) en el que los autores realizan un estudio para conocer los diferentes perfiles de los jóvenes en centros de detención para menores de edad centrándose en la reincidencia.  

Consideramos la delincuencia juvenil como un grave problema que nos afecta a todos, ya que una de las máximas de la sociedad debería ser proteger a los jóvenes de ser tanto víctimas como victimarios.

La tasa de infracción de menores es muy alta: el 80% de los adolescentes ha cometido al menos un acto delictivo en su vida (de leves a graves).

En la búsqueda de razones explicativas del fenómeno, se han asociado diferentes actores a la conducta delictiva, tanto personales (como la impulsividad), como factores relacionados con la escuela, la familia o los amigos.

En literatura previa se sugiere que los jóvenes menores de edad condenados por delitos penales, presentan problemas de socialización, déficits de inteligencia emocional y estrategias de afrontamiento inadecuadas.

Además, una característica importante que tiene que ver con la reincidencia, es que los delitos que cometen son progresivamente más graves y frecuentes. Esto estaría promovido por la presión de los pares, la pertenencia a pandillas, la falta de autonomía a la hora de resolver problemas o la impulsividad.

También se ha sugerido que los jóvenes con alto riesgo de reincidencia tienen tasas más altas de fracaso escolar y trastornos de la conducta, así como unas habilidades sociales pobres, en comparación con infractores con bajo riesgo de reincidencia.

Otros factores que en principio influyen en la reincidencia delictiva de los jóvenes serían la familia (violencia familiar, drogadicción, dificultades laborales o económicas), así como la falta de adherencia a programas de intervención.

El sistema de justicia de menores español, que es el utilizado en el contexto del estudio (Navarra, España), establece que los delincuentes juveniles son aquellos que han cometido un delito entre los 14 y los 18 años. Para ellos, se prevé el internamiento en centros de detención cuando el delito cometido es de naturaleza grave y se caracteriza por la violencia, la intimidación, o por haber puesto en peligro a otras personas. El objetivo de estos centros es sancionar a los infractores y facilitar la intervención educativa necesaria para su reinserción social.

En España la tasa de reincidencia es del 62-70% para quienes han cumplido con condenas privativas de libertad. Es una tasa muy superior a la de aquellos que han cumplido con condenas en entornos abiertos, que es del 22-27%.

Por tanto, los autores consideran necesaria una evaluación exhaustiva de los factores que predicen la reincidencia delictiva y del perfil específico de los menores infractores que se encuentran en centros de detención.

Los autores deciden realizar un estudio cuyo objetivo es describir a los menores infractores que cumplen penas judiciales en el único centro de detención de Navarra, España.

Para ello, toman una muestra de 102 delincuentes juveniles para estudiar detenidamente cada uno de sus casos.

Los resultados obtenidos revelan niveles de riesgo de reincidencia relativamente bajos en los sujetos estudiados. Ninguno de los adolescentes presentaba un nivel de riesgo significativamente alto, siendo para la mayoría de bajo a moderado. Estos resultados contrastan con las tasas reales de reincidencia criminal encontradas en otros estudios sobre menores, según los cuales dos de cada tres reinciden. Por tanto, es necesario que en los estudios futuros evalúen en qué medida la literatura previa se corresponde con el contexto español.

La mayoría de los menores tenía problemas relacionados con la educación, tanto en el ámbito académico como familiar, y contacto previo con los servicios sociales. Es necesario señalar que la escuela y la familia constituyen los ejes principales de socialización de los niños y adolescentes. Por el contrario, las experiencias escolares positivas y el apoyo del núcleo familiar son factores de protección que ayudan a minimizar el comportamiento delictivo.

Los jóvenes presentaban principalmente cuatro rasgos en su personalidad: rebeldes, dramáticos, egoístas y contundentes. También exhibieron un alto grado de insensibilidad social. Existía una alta predisposición a delinquir y el consumo de sustancias.

Los adolescentes con mayor riesgo de reincidencia tienen más características personales (problemas de salud, baja autoestima, habilidades sociales deficientes, dificultad para resolver problemas, antecedentes violentos), sociales (antecedentes familiares de alcoholismo o abuso de otras drogas) y problemas escolares que aquellos que tienen un menor riesgo.

Además, estos jóvenes con mayor riesgo de reincidencia son menos sumisos, tienen una imagen corporal propia más negativa y menor sensibilidad social. Habría una mayor inclinación al abuso de sustancias, mayor predisposición a la delincuencia, sentimientos de ansiedad y trastornos alimenticios.

Los programas de intervención deben, por tanto, evaluar la presencia de antecedentes de conductas violentas previas y desarrollar medidas específicas para entrenar habilidades de resolución de problemas y promover un rendimiento académico adecuado.

Entre las limitaciones del estudio se encuentra el pequeño tamaño de la muestra, y que sólo se dirige a una población en un contexto muy específico: los menores infractores en centros de detención en Navarra, España. Para futuras investigaciones, los autores señalan que sería interesante ampliar la muestra.

Los datos encontrados apoyan la idea de que son necesarias intervenciones educativas específicas en los centros de detención de menores dirigidas a proporcionarles habilidades que les permitan reintegrarse en la sociedad y reducir la probabilidad de reincidencia. Para ello, comprender las características específicas de los adolescentes con mayor riesgo, sería fundamental.

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Amigos del Club de Ciencias Forenses, esta semana presentamos el artículo “Similar cimes, similar behaviors? Comparing lone-actor terrorists and public mass murderers” de Gill, P.; Silver, J.; Horgan, J.; Corner, E. y Bouhana, N. (2021), en el que los autores se preguntan si existen suficientes similitudes entre los terroristas solitarios y los asesinos en masa como para considerarlos delincuentes similares.

El estudio de los asesinatos públicos en masa y de los terroristas solitarios ha emergido de forma independiente como dos campos de investigación diferenciados en los últimos años.

Los primeros estudios sobre terroristas solitarios (o lobos solitarios, como se les ha llamado en numerosas ocasiones) sugerían que éstos necesitaban algún tipo de objetivo político, religioso o social. Estudios similares de asesinos en masa, se centraban en los antecedentes de salud mental y los acontecimientos precipitantes, o desencadenantes.

Pero, tras estos estudios, algunos expertos se preguntaron si la línea divisoria entre ambos tipos de delincuentes está tan clara.

Un ejemplo de esto es un trabajo citado en el artículo, en el que se sugiere que los agravios personales y los factores estresantes a menudo juegan un papel clave en la radicalización del individuo y la planificación del ataque terrorista (lo cual es algo típico de los asesinos en masa, según la literatura existente). Por otro lado, se encuentra que la presencia de impulsos políticos y factores sociales, también es un factor determinante en tiroteos escolares en los últimos años (este sería un factor típico también de los terroristas solitarios).

Es por ello por lo que algunos expertos han concluido con que sería más útil debatir sobre la violencia de los asesinos en masa y los ataques terroristas bajo un marco común de violencia demostrativa, que asignarlos a clases tan exclusivas de violencia.

Ante la posibilidad de poder considerar ambos tipos de delincuencia como una sola, o como delincuencias muy similares, los autores deciden llevar a cabo un estudio. En él, recopilan información de fuentes abiertas en internet, limitándose a eventos posteriores a 1990 para ser lo más actuales posibles.

Los resultados obtenidos nos proporcionan información interesante. Por ejemplo, que los hombres dominan en gran medida ambos tipos de delitos. También hubo poca diferencia en cuanto al estado civil en el momento del delito: la mayoría eran solteros (37% y 43%).

Los terroristas solitarios tenían significativamente más estudios que los asesinos en masa. Dos tercios de los terroristas, frente a sólo el 24% de los asesinos en masa, recibieron educación universitaria de algún tipo.

Los terroristas solitarios tenían muchas más probabilidades de tener experiencia militar, condenas penales, cambiar de domicilio antes de su ataque, vivir solos, estar socialmente aislados, demostrar que su ira aumenta y poseer armas.

Los asesinos en masa eran más propensos a tener un historial de abuso de sustancias, experimentar degradación o maltrato por otros de forma habitual o bien en el período previo al ataque, tener problemas relacionales con otras personas, experimentar estrés puntual y crónico, y tener algún tipo de relación o historia con el lugar del evento.

Con respecto a los trastornos mentales, no hubo diferencias significativas (39% y 41%). Tampoco las hubo en lo relativo a advertir del ataque antes de que sucediese (26% y 19%).

En general, los autores consideran que los datos informan de la idea de que los terroristas solitarios y los asesinos en masa tampoco son tan diferentes entre sí. Hay más cosas que los unen que cosas que los separan.

Se estudiaron más de 180 variables, y en ninguna de ellas se observaron diferencias significativas. En su mayor parte, son personas similares, con vías de movilización parecidas, que cometen actos violentos que no difieren demasiado, pero con estructuras motivacionales ligeramente distintas.

Los expertos argumentan que, en lugar de centrarse en tipologías delictivas para hablar de estas personas, podría ser más útil ver el grado de soledad que exhibieron, las directrices externas que recibió el delincuente y la profundidad de sus motivaciones políticas, si existen.

Este hallazgo puede tener implicaciones importantes para los profesionales de este campo. Por ejemplo, después de un asesinato en masa público, no reivindicado por ninguna organización terrorista, los investigadores no deben descartar la posibilidad de que el delincuente haya tenido motivaciones políticas o religiosas.

Donde se ven diferencias consistentes entre ambos es en las fugas. Los autores creen que esto tiene que ver con el apoyo que reciben los delincuentes. Naturalmente, las ideologías tienen más seguidores que los agravios personales. Es decir, donde hay una gran presencia de personas que comparten una misma ideología, existe una mayor probabilidad de que ocurra alguna forma de fuga.

En conclusión, los resultados demuestran que muchos de los principales factores de riesgo potenciales son igualmente comunes entre terroristas que actúan solos y asesinos en masa. Esto es especialmente importante para las políticas y protocolos de prevención del delito, y por tanto para la criminología, que podría considerar estos hallazgos de ahora en adelante para el estudio de estas tipologías delictivas.

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Amigos del Club de Ciencias Forenses, esta semana presentamos el artículo “Identifying and predicting criminal career profiles from adolescence to age 39”, de Kim, B. E.; Gilman, A. B.; Tan, K. P.; Kosterman, R.; Bailey, J. A.; Catalano, R. F. y Hawkins, J. D. (2020), en el cual, utilizando unos datos obtenidos en otro proyecto, los autores intentan identificar qué factores influyen en el desarrollo de una carrera criminal, además de cómo prevenirlo.

 Conocer los factores de riesgo y protección del desarrollo de las carreras criminales es un tema que se estudia en criminología con especial interés debido a su complejidad.

Proteger a los más jóvenes de la delincuencia y sus consecuencias sociales y personales es una de las ambiciones del área de estudio criminal.

Debido a la importancia de conocer estos factores, los autores del artículo se preguntan tres cuestiones.

Primero, cuáles son los perfiles de delincuentes en función de las diferentes edades que van a estudiar (es decir, entre 12 y 39 años). En otras palabras, se interesan por saber cuál es el perfil en la adolescencia, cuál en la adultez temprana y cuál en la tardía.

Por ejemplo, se sabe según estudios anteriores, que la mayoría de los adolescentes experimenta con factores y conductas de riesgo que pueden desembocar en problemas de comportamiento al ir creciendo.

Otra de las preguntas de los autores, es cómo los perfiles basados en autoinformes se pueden comparar con los datos oficiales de las autoridades.

Este estudio se realiza con datos de ambos tipos. Por un lado, los autoinformes, que son información y datos proporcionados por los participantes. Por otro, los datos oficiales de las autoridades sobre los delitos que ha cometido esa persona y sus antecedentes.

Investigaciones previas han señalado que los autoinformes son un método de obtención de datos dudoso y que se debería confiar únicamente en los registros oficiales.

Este es el motivo por el que los autores deciden utilizar información que proviene de ambas fuentes, para así comprobar cómo se adecúan los autoinformes a los datos oficiales y saber si se puede confiar en ellos.

La última cuestión que se plantean es cuáles son los factores de protección que se pueden perseguir en edades tempranas para evitar la adscripción de los jóvenes a la delincuencia.

Para este estudio se analizaron datos obtenidos de otro proyecto anterior en el que participaron 808 jóvenes y sus familias.

Por un lado, se realizaron entrevistas a modo de autoinformes a los participantes y sus familias cuando los primeros tenían 11, 16, 18, 21, 24, 27, 30, 33, 35 y 39 años.

Además, se obtuvieron datos recogidos de fuentes oficiales sobre las carreras criminales (si las había) de los participantes a lo largo del tiempo.

Después, se categorizaron los datos, obteniendo tres tipos distintos de sujetos: adolescentes, adultos tempranos y adultos medios.

A su vez, se estableció una clasificación de los delitos registrados, de baja (por ejemplo, robar algo de menos de 5 dólares), media (golpear a alguien con la intención de hacerle daño, robar algo de menos de 50 dólares) y alta gravedad (utilizar armas para robar, traficar con drogas o robar algo de más de 50 dólares).

Los resultados obtenidos fueron muy interesantes.

Un 35,6% de los participantes no cometieron ningún delito, un 33,2% se limitó a delinquir durante la adolescencia, un 18,3% dejó de hacerlo cuando comenzó a entrar en la adultez y un 12,9% continuaban desarrollando una carrera criminal.

Estos últimos tenían el mayor registro oficial de delitos de alta gravedad de todos los sujetos participantes.

Se observó que un ambiente familiar y escolar positivo se asociaba con niveles más bajos de participación en delitos, tanto a nivel ocasional como crónico, y era un rasgo distintivo de los sujetos para los cuales no existían registros de antecedentes criminales.

Además, altos niveles de creencias antisociales se asociaban al grupo de delincuentes adolescentes, al igual que tener amigos o conocidos con este tipo de ideas.

Por lo tanto, para la primera pregunta que se hacían los autores, podemos decir, por ejemplo, que los individuos cuya actividad criminal es crónica mostraron conductas similares en la adolescencia de carácter leve, para luego pasar a las moderadas y graves en la edad adulta.

Algunos de los que no habían cometido ningún delito refirieron haber cometido conductas criminales leves en la adolescencia, pero no de forma habitual.

Con respecto a la segunda pregunta, se puede afirmar que los autoinformes coinciden con los datos de registros policiales oficiales y, por tanto, en principio se podría confiar en ellos ya que la información es fiable.

Para la tercera cuestión, sobre los factores predictivos de riesgo y los de protección, la información obtenida es más extensa.

Por ejemplo, se encontraron, además de con los datos que hemos mencionado previamente, con que aquellas personas que formaban parte del grupo de delincuentes persistentes tenían en el colegio unos niveles muy altos de conductas antisociales.

Y, además, al igual que los individuos cuya criminalidad se limitó a la adolescencia, los delincuentes crónicos tenían unos niveles altos de internalización de los problemas en la época escolar comparados con sus compañeros. Es curioso que esto no parecía ser determinante en aquellos individuos que dejaron de cometer delitos en la adultez temprana.

Los autores refieren que los esfuerzos preventivos deben enfocarse en aumentar las redes de apoyo, especialmente de amigos y compañeros en los colegios e institutos. Además, comentan que sería muy útil que los jóvenes tengan adultos positivos de referencia que promuevan en ellos conductas sociales.

Por supuesto, es muy importante mantener un ambiente familiar y escolar positivo.

El estudio tiene algunas limitaciones, como que las entrevistas fueron realizadas cada dos o tres años y algunos datos pueden haberse escapado; además las preguntas no fueron iguales en cada una de ellas.

Los autores comentan la necesidad de seguir ahondando en este tema debido a la gran cantidad de factores que influyen en el desarrollo de una carrera criminal y pueden condicionarla.

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Amigos del Club de Ciencias Forenses, esta semana presentamos el artículo “Intimate Partner Aggression Committed by Prison Inmates with Psychopathic Profile” de Gómez, J.; Ortega-Ruiz, R.; Clemente, M. y Casas, J. A. (2021), que investiga si existe una relación entre tener rasgos psicopáticos en la personalidad y cometer agresiones en la pareja.

Un tema recurrente para criminólogos y psicólogos criminales es estudiar si existe relación entre ciertos delitos y determinados rasgos de personalidad o enfermedades mentales.

¿Realmente tener una u otra condición mental nos hace más proclives a delinquir?

Aún hoy en día existe un importante estigma que vincula trastornos mentales con comisión de delitos y, si bien se ha demostrado que no tiene por qué ser así, existen rasgos de la personalidad que sí pueden vincularse a la delincuencia o a una inclinación a ella.

Los autores de este artículo se centran, en concreto, en los rasgos psicopáticos de la personalidad y su posible relación con las agresiones en la pareja. Y se enfocan en los hombres, ya que en las relaciones heterosexuales suelen ser los perpetradores de estas agresiones hacia sus parejas femeninas.

Pero ¿existen antecedentes empíricos que justifiquen el interés por esta investigación?

En estudios anteriores de otros autores, se llegó a conclusiones como que había una serie de variables que se relacionaban con agresiones a la pareja femenina por parte del hombre, como el consumo de drogas, antecedentes de otras agresiones, conductas antisociales o psicopatía.

Distintos artículos de literatura relacionada explican que se ha observado que la psicopatía suele detectarse mayoritariamente en varones, que suelen ser los agresores de este tipo de violencia. También existen mujeres con psicopatía que la ejercen, si bien en menor medida y presentando diferencias. Por ejemplo, las mujeres con psicopatía tienden a ser verbalmente agresivas, mientras que los hombres con psicopatía, además de verbalmente agresivos, también lo serían físicamente.

Además, según otras investigaciones citadas en el artículo, un alto nivel de psicopatía o rasgos psicopáticos se relaciona con cometer agresiones (de cualquier tipo). Y, por otro lado, son los hombres aquellos que suelen puntuar más alto en las pruebas para detectar rasgos psicopáticos o la conocida como “personalidad oscura” (estrechamente relacionada con la psicopatía).

Un dato interesante, es que se ha encontrado relación entre la personalidad oscura y el cyberbullying (por ejemplo, enviar fotos sexuales explícitas sin consentimiento, violencia sexual facilitada por la tecnología, etcétera). Y si tenemos en cuenta que existe un nexo entre la personalidad oscura y la psicopatía, este punto deberíamos tenerlo en cuenta.

Por tanto, parece una cuestión coherente preguntarse si existe algún vínculo entre los hombres con rasgos psicopáticos y la comisión de delitos de agresión a sus parejas.

Los investigadores del artículo de esta semana realizaron un estudio con internos de una prisión de Córdoba, España. Fueron un total de 92 hombres, todos cumpliendo condena por delitos de violencia contra sus parejas (algunos además por otros motivos), incluyendo a internos por homicidio.

Se les realizó una entrevista semiestructurada, el Test de Psicopatía de Hare en su versión española. En ella, los expertos puntuaron del 0 al 2 una serie de 30 criterios donde, al obtenerse resultados de entre 20 y 30 puntos en adelante, se empezaba a considerar la existencia de psicopatía.

Los resultados apuntan en la misma dirección que los de las principales investigaciones relacionadas, que consideran que existe un nexo entre la psicopatía y las agresiones cometidas dentro de la pareja.

Los autores observaron que destacaban seis factores presentes en los participantes, según las entrevistas: antecedentes penales, impulsividad, necesidad de destacar (los autores comentan que podríamos referirnos a este factor como narcisismo), ausencia de empatía, manipulación para con los demás y relaciones de pareja inestables.

Los dos primeros factores (antecedentes penales e impulsividad) se consideran altos predictores de la psicopatía según el Test de Psicopatía de Hare.

Además, es importante mencionar que los seis factores principalmente observados en el estudio también suelen estar presentes en la “personalidad oscura”, en concreto: la ausencia de empatía, la manipulación para con los demás y la necesidad de destacar/narcisismo.

Es decir, en principio existirían una serie de factores de la personalidad psicopática que sí estarían relacionados, según el estudio, con las agresiones de los hombres a sus parejas femeninas.

Los autores señalan que existen algunas limitaciones en el estudio, como que sólo participaron hombres ya procesados por este tipo de delitos sin una muestra de control. Sin embargo, el hecho de que los hombres del estudio estuviesen cumpliendo condena por violencia contra sus parejas, lo consideran un gran valor positivo, ya que a veces llegar a estos sujetos puede ser complicado.

Además, dejan una serie de frentes de exploración abiertos. Por ejemplo, comentan que las próximas investigaciones relacionadas podrían enfocarse en el porqué de estas agresiones, y sugieren ahondar en el concepto de la venganza, que podría arrojar información de gran interés.

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Identificación de teléfonos móviles a través del videoanálisis forense. Club Ciencias Forenses.
Identificación de teléfonos móviles a través del videoanálisis forense. Club Ciencias Forenses.

Estimados suscriptores y seguidores del Club de las Ciencias Forenses, esta semana les proponemos un resumen del artículo “Identificación de la marca y modelo de un smartphone a través del vídeo análisis forense”, de los autores Luis Javier García Villalba, Ana Lucila Sandoval Orozco y Raquel Ramos López de la Universidad Complutense (España), y Julio Hernández Castro de la Universidad de Kent (Reino Unido), sobre el uso de los teléfonos móviles como evidencia en los procedimientos judiciales y su posible análisis.

Las imágenes captadas por dispositivos electrónicos (smartphones) son a menudo consideradas como evidencias en un juicio, y en pocos minutos, un vídeo puede transmitir una enorme cantidad de información. El vídeo es comúnmente utilizado en la vida cotidiana debido a la disponibilidad de una amplia gama de dispositivos móviles que pueden reproducir y/o grabar, como teléfonos móviles, tabletas, videoconsolas portátiles y cámaras digitales o videocámaras. Debido a la frecuente utilización de dispositivos móviles, en algunos casos existen restricciones legales o limitaciones a su uso en diversos lugares, como escuelas, universidades, oficinas gubernamentales, empresas, etc. Pero al mismo tiempo, se utilizan cada vez más vídeos, ya sea directa o indirectamente, en los procesos judiciales como prueba. Pese al hecho de que la manipulación del vídeo digital es cada vez más fácil debido a la aparición de nuevas y potentes herramientas de procesamiento multimedia. Por lo tanto, dada la creciente importancia de los vídeos, los forenses de vídeos digitales son particularmente relevantes. Su objetivo principal es la búsqueda y análisis de vídeos digitales con el fin de hallar evidencias válidas a efectos legales, por lo general durante la investigación de un crimen. Dentro de esta disciplina, La Integridad del Vídeo Digital tiene como objetivo establecer si un vídeo digital ha sido manipulado, La Esteganografía del Vídeo Digital estudia si un vídeo contiene datos ocultos y La Identificación de la Cámara Origen del Vídeo tiene como objetivo identificar qué cámara específica se ha utilizado para grabar un vídeo. La investigación en este campo estudia técnicas para identificar tanto el fabricante como el modelo de los dispositivos que se utilizan para producir vídeos digitales. En este trabajo se presenta una combinación de técnicas de análisis forense para la identificación del dispositivo de donde proviene el vídeo, pero centrándose en los vídeos generados por los dispositivos móviles, en su mayor parte teléfonos inteligentes (smartphones) .

Es importante entender los conceptos básicos del procedimiento empleado por las cámaras digitales para generar una imagen. En primer lugar, el sistema de lentes captura la luz de la imagen mediante el control de la exposición, el enfoque y la estabilización de la imagen. A continuación, la luz pasa a través de un conjunto de filtros que mejoran la calidad visual de la imagen, y entonces la luz llega al sensor de imagen llamado Matriz de Filtros de Color; una matriz de elementos sensibles a la luz llamados píxeles. Sólo en el caso de la generación de vídeo, hay un paso final adicional que codifica las tramas resultantes para crear un único archivo final de vídeo. Las principales técnicas para la identificación de búsqueda de fuentes se dividen en cinco criterios, en particular las basadas en metadatos, características de la imagen, matriz CFA y defectos de interpolación del color, imperfecciones del sensor y transformadas de ondícula. El área de investigación en torno al estudio de metadatos depende en gran medida de los datos insertados por el fabricante cuando se genera la imagen. En cuanto a la fuente de identificación a través de un conjunto de características, se examinan tres tipos de funciones: funciones de color, características de calidad y características de la imagen en el campo de la frecuencia. Se puede emplear asimismo una técnica basada en algoritmos de interpolación de color exclusivos. Estos algoritmos dejan huellas a través de la correlación de planos de bits adyacentes de una imagen. Entre los métodos existentes que se basan en las imperfecciones del sensor, existen dos ramas principales para el estudio del pixel o el nivel de ruido del sensor. Por último, en el área de las transformadas de ondícula, hay varios enfoques, por ejemplo, existe una nueva técnica de identificación que se basa en las características de probabilidad condicional. En el caso del desarrollo de técnicas para la identificación de búsqueda de fuentes de vídeo, existen muy pocos trabajos académicos en este campo. Algunos se basan directamente en la secuencia de codificación y otros en la extracción de fotogramas para la posterior aplicación de algún método de clasificación de imágenes fijas. Existe un método de identificación de fuentes de videocámaras digitales para verificar si dos clips de vídeo proceden de la misma videocámara. Algunos autores proponen un algoritmo basado en la información del vector de movimiento en el flujo codificado. Otros proponen un método de identificación usando fotogramas de vídeos. Las características de probabilidad condicional se utilizan y se toman directamente de los fotogramas de vídeo. Es necesario destacar que las técnicas forenses desarrolladas para cámaras digitales no son válidas en la mayoría de los casos para dispositivos móviles. Esto es porque hay características intrínsecas importantes que diferencian los dos tipos de cámaras. Además, la calidad de los elementos que los ajustan es diferente, siendo generalmente mejor en las cámaras digitales. Este estudio trata sobre el diseño de una técnica de identificación de búsqueda de fuentes de vídeos digitales generados con dispositivos móviles. Tras la generación de un vídeo, es posible que en cada uno de los fotogramas los defectos se manifiesten como ruido, comúnmente llamado “huella digital”. Estas “huellas dactilares” se pueden utilizar para identificar el dispositivo. En un vídeo, los fotogramas consecutivos son generalmente muy similares. Los fotogramas que contienen la información más importante se llaman fotogramas clave. Uno de los posibles métodos para detectar fotogramas clave es un algoritmo basado en la medición de diferencias de fotogramas aumentados, teniendo en cuenta los diferentes pesos, la información de posición de los píxeles, etc. Por otro lado, se ha presentado un método de extracción de fotogramas clave basado en técnicas del área de las ondículas. Los fotogramas clave han jugado un papel importante en numerosos campos de aplicación debido a su capacidad de representación distintiva.

Para concluir, puede afirmarse que esta técnica es válida y obtiene buenos resultados. El algoritmo de extracción de fotogramas presentado tiene en cuenta la naturaleza de un vídeo y sus fotogramas en la optimización de la extracción de fotogramas clave, es decir, extrae los fotogramas teniendo en cuenta que si los fotogramas que se obtienen tienen una mayor alteración de imagen entre ellos (en busca de cambios en la imagen), el futuro proceso de clasificación será mejor. Cabe señalar que el vídeo como entidad unitaria no se clasifica en un tipo de fuente. Es decir, lo que identifica su fuente son los fotogramas seleccionados por el algoritmo propuesto. En este sentido, los resultados de la clasificación promedio varían dependiendo de los parámetros empleados. Teniendo en cuenta un tamaño de recorte centrado, la conclusión general es que cuanto mayor sea el tamaño del recorte, mejores serán los resultados. Una vez que los fotogramas clave seleccionados han sido clasificados, es necesario saber qué fuente de búsqueda de vídeo es una entidad unitaria. Parece ser que el vídeo es la fuente con el mayor número de fotogramas clasificados en esta categoría. Sin embargo, la aplicación de la técnica propuesta en situaciones reales solo se considera realista y viable si los vídeos digitales bajo investigación están integrados en un conjunto de dispositivos móviles cerrado y reconocido. En futuras investigaciones, el propósito es mejorar las tasas de éxito en la identificación de búsqueda de fuentes de vídeo. Asimismo, se deberían utilizar y analizar grandes conjuntos de datos de vídeo para cubrir una amplia gama de texturas e imágenes para cada dispositivo móvil, con el fin de evaluar la adaptabilidad de la técnica.

Fundación Universitaria Behavior & Law – Club de Ciencias Forenses.

Traducción y edición: Leticia Moreno

El papel del Antropólogo Forense en la investigación criminal. Club Ciencias Forenses.

Estimados suscriptores y seguidores del Club de Ciencias Forenses, en esta ocasión les presentamos un resumen del artículo “El papel del antropólogo forense en la investigación de una muerte”, de la autora Vanessa Stanojevich de la Universidad de Ontario (Canadá), sobre la función del antropólogo forense en la investigación criminal.

El papel que juega un antropólogo forense en la investigación de una muerte es crucial en el campo de la ciencia forense. Los antropólogos forenses entienden las formas y variaciones de las distintas propiedades del esqueleto y aplican su conocimiento con el fin de obtener conclusiones lógicas. El objetivo principal de un antropólogo forense es procesar la escena del crimen, examinar y procesar restos, realizar un perfil biológico, compilar la información adecuada y testificar en los juicios.

Los antropólogos forenses contribuyen al procesamiento de la escena y ubicación de los restos enterrados proporcionando a las fuerzas del orden su asesoramiento durante una investigación. Cuando un antropólogo forense acude a la escena debe desempeñar varias funciones. En primer lugar, debe llevar a cabo “la identificación in situ de los restos desperdigados tal y como se hallan para determinar si son humanos”. Tras lo cual, debe crear una zona de seguridad donde “los materiales provenientes de la tumba y sus alrededores son sistemáticamente examinados para revelar restos humanos, artefactos, fibras e insectos relacionados. Por último, el antropólogo establecerá una zona de excavación; incluyendo el examen de diversas plantas, materiales de la tierra, metales y sedimentos. Los antropólogos forenses deben ser capaces de diferenciar entre restos humanos y no humanos, y son asimismo capaces de realizar un análisis tafonómico (estudio de los procesos de fosilización) y un examen de los tejidos blandos para poder procesar y examinar los restos eficazmente. Una vez que el experto ha determinado si los huesos son de un cuerpo humano, es entonces cuando realiza el análisis tafonómico. Los antropólogos forenses examinan igualmente “los cambios en los tejidos blandos, incluyendo las tasas y patrones de descomposición, amputaciones, desmembramientos de partes del cuerpo y modificaciones de tejidos blandos y huesos” para realizar un análisis adecuado de los restos. Así pues, tanto la distinción de los restos como el análisis tafonómico y el examen de los tejidos blandos sirven para determinar si los indicios hallados son importantes para la investigación. Por otro lado, los antropólogos forenses facilitan la identificación de los cuerpos no identificados gracias al perfil biológico que proporciona sus rasgos físicos. Existen varios factores coadyuvantes que ayudan a éstos profesionales a determinar la edad, sexo y estatura de un individuo. Cuando el antropólogo forense debe determinar la edad, primero debe poner en práctica sus conocimientos acerca del desarrollo esquelético y dental para establecer sus conclusiones. Con el fin de determinar el sexo, “los huesos de la cadera presentan los elementos más sexualmente dismórficos del esqueleto”, por tanto son un elemento crucial en la determinación del género. Los antropólogos pueden indicar la diferencia entre la pelvis de un hombre y la de una mujer, principalmente debido a “las diferencias específicas entre los sexos en el tamaño y la forma”. A la hora de determinar la estatura, existen muchas técnicas que se pueden utilizar. No obstante, los “resultados más fiables se basan en el tamaño de los huesos largos y en particular de los huesos de las extremidades inferiores”, es decir el uso de la alometría. Los diferentes conocimientos que los antropólogos aplican en su trabajo ayudan a la determinación de la edad, el sexo biológico y la estatura del sujeto; generando de este modo un perfil biológico de un hasta ahora individuo desconocido. Por otra parte, las evidencias que un antropólogo forense presenta a un médico forense son fundamentales para la comprensión y determinación de la causa de la muerte en una investigación. Los antropólogos forenses “clasifican comúnmente los sucesos traumáticos como producidos por incisiones, traumatismos o armas de fuego”. Estas lesiones en última instancia, ayudan al antropólogo forense a proporcionar al médico forense la información necesaria para determinar la causa de la muerte, en base a los daños que presentan los huesos. Se puede considerar a un antropólogo forense un experto en su campo de estudio. Se espera que estos especialistas forenses, y otros científicos forenses, documenten todos los procedimientos con la mayor precisión. Los antropólogos deben incluir un “registro completo de mediciones y determinaciones antropológicas”, así como análisis tafonómicos, perfiles biológicos, personalización de las características y pruebas de traumatismos perimortem. En consecuencia, es necesaria la información y el testimonio de los científicos forenses, puesto que es de gran ayuda para la resolución de la investigación de una muerte, proporcionando al sistema judicial una explicación científica de las evidencias.

Los antropólogos forenses juegan un papel importante en la determinación de la causa de la muerte en una investigación. Estos profesionales trabajan juntos con el fin de sacar conclusiones de las pruebas, sobre todo aplicando su conocimiento del esqueleto humano a un caso o sujeto en cuestión. El objetivo principal de un antropólogo forense es procesar la escena del delito, examinar y procesar los restos biológicos, crear un perfil biológico, proporcionar la información adecuada acerca de sus conclusiones, y testificar en los juicios. Su conocimiento del cuerpo humano contribuye a la resolución de investigaciones, proporcionando a las fuerzas del orden las respuestas y conclusiones de un experto, lo cual en definitiva ayuda al esclarecimiento de cualquier caso.

Fundación Universitaria Behavior & Law – Club de Ciencias Forenses.

Traducción y edición: Leticia Moreno

Asesinatos en masa. Club Ciencias Forenses.
Asesinatos en masa. Club Ciencias Forenses.

Estimados suscriptores y seguidores del Club de las Ciencias Forenses, en esta ocasión les ofrecemos un resumen del artículo “Asesinatos en masa: lo que sabemos y hacia dónde vamos”, de los autores Michael Eskey de la Park University (EE. UU.), Tom O’Connor de la Austin Peay State University (EE. UU.), Jeff Rush de la Troy University (EE. UU.) y Frank Schmalleger de la University of NC (EE. UU.), que trata sobre los numerosos asesinatos en masa que se han producido en los últimos tiempos en EE. UU.

En los últimos tiempos, ha habido una serie de tiroteos masivos en EE. UU. El FBI lo define como un ataque en el que un mínimo de cuatro víctimas son asesinadas y los asesinatos se producen próximos unos de otros. La cobertura de los medios de comunicación e Internet, y las redes sociales han reavivado estos sucesos. Lo cual ha tenido un impacto en la percepción y temores de la opinión pública. Los tiroteos masivos no han aumentado, tal y como aseguran los medios de comunicación, sino lo contrario, se han estabilizado. Cabe señalar que estos asesinatos en masa se diferencian de otros tipos de muertes en muchos aspectos. Por lo general, los asesinos mueren en la escena del crimen. Y, más de la mitad se sabe que han sufrido un trastorno mental antes del ataque. Los asesinos suelen planificar cuidadosamente sus ataques. No se trata de “actos aleatorios pasionales”. El tirador tiende a estar motivado por un profundo agravio personal teñido de sentimientos de persecución y humillación, real y percibida. Los tiradores suelen ser cobardes; casi todos los tiroteos en masa ocurren en lugares donde las víctimas no pueden defenderse. ¿Qué motiva o disuade a los “tiradores masivos”? Quieren hacer una declaración en contra de un “blanco” o un grupo, o una clase. Apenas ocurren estos sucesos, ya están planteando propuestas y soluciones a este problema. En un primer momento, los expertos tienden a centrarse en las armas de fuego y el control de armas. Otros se centran en la necesidad de ampliar los servicios de salud mental; y, otros apuntan a la necesidad de aumentar los niveles de seguridad en las escuelas, instalaciones militares, centros comerciales, teatros, iglesias, etc. Este artículo incluye publicaciones de expertos y demás colaboradores acerca de este tema. Existen una serie de teorías criminológicas y sociológicas que pueden explicar el fenómeno de los tiroteos masivos. La mayoría de las teorías tienen un modelo secuencial de tres etapas que constan de variables antecedentes (historial), que pueden remontarse a traumas infantiles. Por lo general, los investigadores se centran en variables de rango medio conocidas como variables intermedias y se puede observar que los crímenes menos complejos suelen tener una o dos variables intermedias destacables. Sin embargo, tipos particulares de delincuencia, como el terrorismo o el tiroteo masivo, tienen múltiples variables intermedias; por lo tanto, hay muchas cajas negras que tener en cuenta para el análisis. Una de las teorías que se aplican a la mayoría de los tiradores masivos, es la Teoría general de la frustración de Agnew, que se compone de tres grupos variables principales: (1) fracaso en el logro de objetivos valorados positivamente; (2) pérdida de estímulos positivos; y (3) presentación de estímulos negativos. Por otra parte, la Teoría del Control, introducida por Travis Hirschi, cuenta con cuatro dimensiones: las relaciones sociales, la estructura de oportunidades, la implicación y las creencias. Por último, la Teoría del Aprendizaje de Ronald Akers utiliza pares de variables como facilitadores. Por otro lado, existen otras teorías como: las teorías psicológicas de Yacov Rofe, las teorías de la personalidad de Smirnoff, teorías de la realidad, otras teorías de la personalidad antisocial, narcisismo, psicosis, traumas infantiles, etc.

¿Cómo se pueden prevenir los asesinatos en masa? El hecho de privar a los asesinos de lo que quieren (publicidad y notoriedad) ayudará a prevenir estos crímenes. Schulman afirmó que las autoridades y los medios de comunicación nunca deberían publicar o divulgar los manifiestos de propaganda, notas, otras proclamas o incluso información básica sobre los tiradores. Ocultar los nombres de los asesinos y ocultar sus rostros. No mostrarles en la televisión, los periódicos o en Internet. No revelar sus biografías o especular sobre sus motivos. Minimizar las acciones específicas y los detalles sangrientos de los sucesos. Por tanto, es importante tener en cuenta la minimización de los detalles específicos. Alguien podría pensar en imitar el crimen, o al menos considerar imitarlo. Los medios de comunicación deben, por supuesto, hablar de las víctimas, los heridos o los fallecidos. Sin embargo, deben reducir al mínimo la descripción e identidad del asesino. Relegar la historia a la última página del documento, en lugar de incluirlas en primera plana. En resumidas cuentas, para detener el espectáculo de los asesinatos en masa, hay que evitar que se conviertan en espectáculos de masas. Una cuestión interesante en relación con los tiroteos masivos es que después de que se produzcan, la primera respuesta es…el control de armas. Existe una creencia subyacente de que las armas son malas y hay que prohibir las armas de fuego; y, al prohibirlas, los tiroteos y los que están en contra de la prohibición de armas de fuego se detendrán. Sin embargo, aún hay millones de armas de fuego en los Estados Unidos, 270 millones y el 88 % de los ciudadanos las posee. La idea de que de alguna manera, el control de armas resuelve el problema no está justificada. Lo que actualmente está cobrando más sentido son los factores culturales. ¿Podría ser que una comprobación de los antecedentes mantuviese las armas fuera del alcance de criminales peligrosos? ¿De los tiradores de masivos? La respuesta es no. ¿Por qué? Esto no va a funcionar porque; normalmente los tiradores masivos no tienen nada en sus historiales que pueda imperdirles la compra de un arma. Además, tampoco cuentan con un historial de enfermedades mentales. No se les podría impedir comprar un arma de fuego legalmente. Por lo tanto, es una propuesta que podría ayudar, pero no va a resolver el problema de los asesinos en masa. A menudo se dice que ese acto atroz fue cometido por un individuo que estalló de repente. Se ha intentado determinar si existe un conjunto de factores o características que deban abordarse. Además, se presume que matan de forma indiscriminada. Sin embargo, el hecho de que estallen de forma súbita, es algo infundado. ¿Qué provocaría eso? La planificación, la fijación de la hora, del lugar, las armas y los objetivos, realmente no parece encajar con un individuo que de repente revienta. Los asesinos en masa no suelen ser enfermos mentales. Entonces, ¿cuál es el motivo? Los asesinos en masa se ven a sí mismos como víctimas, como alguien que ha sido maltratado, tratado injustamente. Por lo tanto, se vengan. Fundamentalmente, los tiradores masivos matan a personas concretas por razones específicas. Tal vez se necesiten más tratamientos mentales y mejores. Sin embargo, es muy probable que no lleguen a los individuos que cometen este tipo de crímenes. Además, ellos piensan que los demás tienen la culpa. No quieren recibir tratamiento, no sienten que lo necesiten. Desgraciadamente, el sistema de salud mental se niega a encargarse adecuadamente de los enfermos peligrosos, ya sea por su propia protección o para la protección de la sociedad en su conjunto. Aun así, se pueden tomar medidas para mantener las armas fuera de las manos de los enfermos mentales. ¿Se puede realizar un perfil del tirador masivo? Por supuesto. El problema con los perfiles generados para “predecir” un suceso tan excepcional como un asesinato en masa es que las predicciones simplemente terminan “sobreprediciendo”. Muchos individuos encajan en el perfil de la ira, frustración, problemas, resentimientos, celos, complejos, etc.; pero muy pocos llegan realmente a cometer un asesinato y mucho menos un asesinato en masa.

Así pues, se ha hecho referencia a distintas políticas, métodos, prevenciones y tratamientos en relación al control de armas, los servicios de salud mental y la seguridad en las escuela, pero han tenido una capacidad muy limitada para prevenir los tiroteos masivos. Esto no quiere decir que no se deban tratar. Hay que seguir intentándolo. Los asesinatos en masa son sucesos extremadamente excepcionales cometidos en cualquier lugar, a menudo cuando menos se esperan. Las restricciones de armas de fuego, el control de armas, la seguridad de las armas, etc., no pueden detener a los asesinos en masa, pero pueden mejorar el bienestar de millones de estadounidenses. Se han abordado muchas causas, puntos de vista, áreas y conjeturas acerca de los tiroteos masivos en EE. UU. y, a falta de medidas extremas y acuerdos rigurosos entre las principales instituciones hay que asumir que los asesinatos en masa son un precio por la libertades personales.

Fundación Universitaria Behavior & Law – Club de Ciencias Forenses.

Traducción y edición: Leticia Moreno

Club de Ciencias Forenses