Amigos del Club de Ciencias Forenses, esta semana presentamos el artículo “Women’s experiences of prison-based mental healthcare: a systematic review of qualitative literature”, de Bright, A. M.; Higgins, A. y Grealish, A. (2022), en el que las autoras realizan una revisión de la literatura existente sobre mujeres en prisión y sus experiencias con la salud mental para conocer si los tratamientos y terapias que siguen son eficaces.
Desde el año 2000, el número de mujeres encarceladas ha aumentado en torno a un 53% en todo el mundo, con una población aproximada de 714.000 internas.
A nivel internacional se observan tendencias de aumento, aunque hay alguna excepción. Por ejemplo, Estados Unidos ha experimentado un aumento del 700% de mujeres en prisión desde 1980, pero en Australia se redujo a un 10% el número entre 2019 y 202.
Por otro lado, en Reino Unido, se estima que el 73% de las mujeres que cumplen condenas de 12 meses de duración o menos, vuelven a ser condenadas por otro delito antes del año posterior a su liberación.
Esto es coherente con la postura de muchos expertos sobre las penas cortas de prisión: son menos efectivas para conseguir la rehabilitación que otras penas, como el trabajo comunitario.
También en Reino Unido, las mujeres experimentan dificultades especiales una vez que entran en prisión ya que sólo hay 12 centros femeninos y, por tanto, en muchas ocasiones se ven obligadas a estar muy lejos de su familia y sus allegados.
Teniendo todo esto en cuenta, no sorprende a las autoras que el porcentaje de mujeres con problemas de salud mental sea tan elevado en el contexto de las prisiones: aproximadamente el 80% los padece.
Las mujeres en prisión tienen 5 veces más probabilidades de experimentar problemas de salud mental que las mujeres de la población general. Las enfermedades con mayor prevalencia son el abuso de drogas (30-60%), la adicción al alcohol (10-24%), trastorno de estrés postraumático (21,1%) y la depresión mayor (3,9-14,1%).
Además, las mujeres en prisión tienen hasta 20 veces más probabilidades de suicidarse y, antes de cumplir un año de su liberación, es 36 veces más probable que se suiciden en comparación con el resto de la población.
En los últimos años, afortunadamente, ha habido una mayor demanda de atención a la salud mental de las mujeres en los centros penitenciarios, solicitando la revisión de las políticas y los servicios existentes para lograr satisfacer las necesidades de las mujeres en este contexto.
Las autoras tuvieron como objetivo, en este estudio, revisar literatura existente sobre mujeres que se encontraban cumpliendo condenas privativas de libertad en prisión para identificar sus estados de salud mental y comprender de forma más completa sus experiencias. Utilizaron un total de 7 estudios, lo más recientes posible.
Las autoras obtuvieron conclusiones interesantes, como que las mujeres en prisión tienen más probabilidades de participar en programas de tratamiento de salud mental en comparación con los hombres en prisión; sin embargo, es menos probable que esta posibilidad se les ofrezca, o que, dicho de otra forma, tengan acceso a programas de tratamiento.
Por otro lado, y teniendo en cuenta que una salud mental más o menos estable es fundamental para su reinserción, la rehabilitación una vez salga de prisión se ve como un objetivo difícil de alcanzar.
La recuperación en este contexto es un concepto en el que intervienen muchos factores, pero, en esencia, se refiere a que las personas consigan un nuevo significado, un nuevo propósito para sus vidas.
En un estudio de Leamy y colegas, de 2011, se identificaron 5 puntos esenciales para la recuperación: conexión, esperanza, identidad, rol significativo y empoderamiento. Por lo tanto, es esencial que las mujeres cuenten, por ejemplo, con empoderamiento, para poder manejar su propia salud mental mientras están en prisión y así contribuir a su recuperación y rehabilitación. Esto puede y debería ser apoyado por actividades de desarrollo de fortalezas y habilidades, y, también, enfocadas al aumento de la autoestima y la autoeficacia.
Como resultado de estar en prisión, una persona pierde el derecho fundamental de la libertad; sin embargo, en ocasiones también pierden el derecho a la privacidad. En 5 de los 7 estudios del artículo, parece ser que algunos trabajadores de los centros penitenciarios estaban al tanto de las solicitudes de tratamientos psicológicos por parte de las reclusas, donde éstas hablaban de por qué solicitaban esta atención. Esto, por supuesto, afectó negativamente al bienestar mental de las mujeres.
Por otro lado, teniendo en cuenta que las reclusas son una población especialmente vulnerable, es preocupante que en la mayoría de estudios mencionasen tener dificultades con el personal penitenciario. Informaron que estas personas parecían insensibles a sus necesidades, contribuyendo al deterioro del bienestar psicológico de las mujeres en el centro.
Las autoras consideran que proporcionar educación sobre salud mental al personal penitenciario puede ayudar a mejorar su comprensión sobre cómo se manifiestan los problemas de salud mental y las vulnerabilidades específicas de éstos. También les ayudaría a desarrollar su empatía con las mujeres reclusas.
Además, existe una clara necesidad de dedicar más esfuerzos y recursos a la investigación en este contexto, tanto para mejorar las políticas y prestación de servicios, como para permitir que se escuchen las voces de las mujeres en prisión.
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