Amigos del Club del Lenguaje No Verbal, esta semana presentamos el artículo “Intrapersonal Behavioral Coordination and Expressive Accuracy During First Impressions” de Latif, N.; Human, L. J.; Capozzi, F. y Ristic, J. (2021), en el que se analiza si la variabilidad en la coordinación de nuestros movimientos de cabeza y cuerpo, está relacionada con la precisión con la que nuestra personalidad es percibida por los demás.

Si hay algo que nos preocupa en las interacciones sociales, es sin duda la primera impresión. ¿Cómo nos ven los demás? ¿Estaremos transmitiendo cómo somos de verdad o, por lo contrario, una imagen errónea alterada por los nervios?

A lo largo de la historia del estudio del comportamiento no verbal se han investigado numerosos aspectos para entender la personalidad de los demás en función de cómo se expresan. Por ejemplo, y como ya sabemos, se ha prestado especial atención a la expresión facial, los gestos o los movimientos corporales.

Lo novedoso del estudio de estas autoras, es que eligen un aspecto muy concreto (la variabilidad en la coordinación de los movimientos de cabeza y cuerpo) e intentan buscar si existe una relación entre éste y la exactitud con la que los demás perciben nuestra personalidad en los primeros encuentros (es decir, las famosas primeras impresiones).

Pero, ¿por qué este tema?

Sencillamente, porque los movimientos de cabeza y cuerpo juegan un papel muy importante en la interacción social. Por ejemplo, los utilizamos para transmitir interés o desinterés en una conversación, para señalar que estamos escuchando, que nos queremos ir… y para una infinidad de propósitos, tal y como hemos visto a lo largo de los artículos del Club.

Debido a la importancia de estos movimientos, y al interés por realizar un estudio de un aspecto muy concreto de la conducta humana, las autoras decidieron investigar si existe relación entre los cambios en la coordinación de los movimientos de la cabeza y el cuerpo, y cómo somos percibidos por los demás.

Para ello, realizaron un experimento que consistió en reunir a un total de 105 voluntarios mayores de edad (el grupo observado) y, por otro lado, a otros 94 (el grupo observador).

El grupo observado realizó un test de personalidad y, además, se preguntó a allegados de cada uno de los individuos sobre la personalidad de éstos para contrastar la información y consolidar así un perfil de personalidad. Además, a cada uno de los miembros del grupo observado se le realizó una entrevista grabada en vídeo, para observar su comportamiento no verbal en el transcurso de ésta.

Por su parte, el grupo observador, se dedicó a visualizar la entrevista y rellenar, para cada uno de los individuos observados, el mismo test de personalidad que previamente habían respondido éstos.

Los resultados fueron claros: aquellas personas que, durante la entrevista mostraron una gran variabilidad en la coordinación de los movimientos de cabeza y cuerpo, fueron percibidos (según el perfil de personalidad obtenido al principio del experimento) con más precisión, que aquellos con una baja variabilidad.

Además, se observó una relación entre expresar una mayor variabilidad en la coordinación de los movimientos de cabeza y cuerpo y ser percibidos como individuos con más habilidades sociales.

Otro dato importante del estudio, es que la variabilidad de estos movimientos parece relacionarse con aspectos de la personalidad que son fácilmente observables, como si somos extrovertidos, enérgicos o agradables. En contraste, los aspectos difícilmente observables, como estar deprimido, triste, o ser una persona rencorosa, no parecen estar tan relacionados.

Por otro lado, cuando la variabilidad de coordinación en los movimientos de cabeza y cuerpo es baja, parece ser que los demás no detectan nuestra personalidad con tanta facilidad.

Pero, ¿por qué la variabilidad de la coordinación de los movimientos de cabeza y cuerpo parece promover positivamente que nuestra personalidad sea percibida con precisión por los demás?

En primer lugar, es posible que, cuanto mayor sea esta variabilidad, estos cambios en los movimientos de la cabeza y el cuerpo cuando nos relacionamos con las personas, demos más pistas sobre nuestra personalidad.

Por ejemplo, si movemos mucho la cabeza y las manos cuando hablamos de algo y unos momentos más tarde no, seguramente el tema del que estábamos hablando cuando nuestros movimientos eran más exagerados nos resultaba más interesante o era más importante para nosotros. De esta forma, estamos dando una pista a nuestro interlocutor.

En segundo lugar, la variabilidad de la coordinación de los movimientos afecta a la atención de nuestro interlocutor. Es decir, estos cambios mantienen “enganchado” al individuo con el que hablamos, ocurriendo lo contrario si nuestra variabilidad es baja. Por ello, cuando la variabilidad es alta, la persona con la que hablamos captaría antes rasgos de nuestra personalidad, simplemente porque está más atenta.

A pesar de que los resultados del estudio y las conclusiones son, en principio, sólidas, las autoras mencionan la importancia de seguir ahondando en este campo, de obtener réplicas o correcciones de su análisis, para evolucionar y obtener, si fuese posible, respuestas cada vez más certeras para cuestiones tan complejas.

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