Amigos del Club del Lenguaje No Verbal, esta semana presentamos el artículo “Assessing pain by facial expression: Facial expression as nexus” de Prkachin, K. M. (2010) en el que el autor realiza una revisión de cuáles son los movimientos que científicamente se han asociado con el dolor a lo largo de la investigación reciente.

En el estudio de las expresiones no verbales de las emociones existe un gran interés por identificar cuáles son los movimientos exactos que representan una emoción.

La realidad es que no hay una respuesta que sea completamente precisa, y hay muchos elementos a los que prestar atención para poder decir que inferimos la presencia de una u otra emoción, pero sí es cierto que a lo largo de los años recientes se han realizado investigaciones con validez científica en las que se observan una serie de movimientos que se repiten en la expresión de las emociones.

El autor del artículo, en concreto, quiere hacer una revisión de los movimientos faciales que se ha demostrado, están asociados con la emoción del dolor.

La evolución nos ha equipado con sistemas complejos para tratar las lesiones, muchas de las cuales dependen del comportamiento.

En el caso de los adultos, existe un lenguaje que nos permite hablar sobre los dolores, sus causas y las opciones para afrontarlos de la mejor forma. Si hablamos de bebés, serán los padres los que describan los comportamientos que éstos utilizan para inferir si su hijo siente dolor. Podemos afirmar, por tanto, que los comportamientos relacionados con el dolor son principalmente comunicativos.

Charles Darwin, a quien debemos las primeras investigaciones sobre las expresiones faciales de las emociones, mencionaba que con el dolor, la boca podía comprimirse, los labios se retraían, se apretaban los dientes y los ojos miraban horrorizados.

Sin embargo, la contribución de Darwin al estudio de la expresión del dolor, al igual que su contribución mucho más amplia sobre el estudio de las expresiones faciales, fue, en gran parte, olvidada durante muchos años.

Y aunque se perdió el interés por el estudio de las expresiones faciales emocionales durante unos años, hubo algunos expertos que relevaron a Darwin. Por ejemplo, Hollander estudió el dolor de forma experimental, colocando un rallador de metal bajo un manguito para medir la presión arterial e inflándolo, viendo cómo los sujetos hacían muecas al notar el dolor.

Por otro lado, Chapman y Jones también realizaron estudios experimentales sobre el dolor y anotaron que observaban una contracción de los párpados en la zona externa de los ojos, incluso cuando pedían a los sujetos que intentasen no hacer ningún movimiento.

En un trabajo posterior, también de Chapman, se sugirió que los pacientes neuróticos tenían una reacción de dolor con estímulos más suaves que el resto de sujetos.

Estos estudios muestran que casi todas las inferencias sobre el dolor surgen de las observaciones de la conducta, así que la investigación se centró en ellas y cómo medirlas.

Como el comportamiento que más se reconocía como una manifestación del dolor era la expresión facial, fue en la que los expertos se centraron. Ofreció, pues, una base para establecer reglas de medida algo más objetivas.

Entre los intentos para clasificar las expresiones faciales, el más influyente y utilizado por los expertos es el Sistema de Codificación de la Acción Facial (FACS) de Ekman y Friesen. En él, describen las expresiones faciales en 44 unidades de acción, que son cambios producidos por movimientos de músculos faciales. A partir de su creación, fue una forma de medir las expresiones faciales que cogió poco a poco fuerza entre los expertos, que la utilizaron para sus estudios.

LeResche utilizó el FACS para describir las expresiones faciales representadas en fotografías reales de personas que sufrían dolores extremos. Llegó a la conclusión de que había una expresión de dolor característica, que incluía el descenso de las cejas, la piel tensa alrededor de los ojos y una boca abierta, estirada horizontalmente, con una profundización del surco nasolabial.

Craig y Patrick, por otro lado y utilizando también el FACS, informaron de que también observaban, en el dolor, una elevación de los pómulos, apretón en los párpados, elevación del labio superior y tirones de las comisuras de los labios.

Al existir una coherencia relativa entre todas las investigaciones empíricas sobre las expresiones faciales asociadas al dolor, cogió fuerza la idea de que existía una expresión, posiblemente universal, para éste.

Observando el éxito que se obtuvo con el FACS, Grunau y Craig desarrollaron el Sistema de Codificación Facial Neonatal (NFCS), para niños recién nacidos. Estos sujetos poseen una piel y un sistema neuromuscular cuyas diferencias con los de los adultos hacen complicada la aplicación del FACS para ambos.

Con este sistema, se identificaron algunos elementos que se asociaban con el dolor en los bebés de corta edad, como el abultamiento de la frente, la contracción de los ojos, la profundización del surco nasolabial o la apertura de los labios.

Existen, por tanto, similitudes entre las acciones faciales asociadas con el dolor en adultos y en recién nacidos, por lo que se sugiere que hay una continuidad en la expresión de esta emoción desde que nacemos hasta la madurez.

Y como la mayoría de acciones asociadas al dolor necesitan de la participación del músculo corrugador, el orbicular de los ojos y el elevador, se sugiere que los investigadores interesados en evaluar la expresión del dolor pueden centrar su atención en esta zona del rostro, donde se concentrará la información clave.

Una limitación del FACS, es que se necesita una cantidad considerable de tiempo para entrenarse en él. Además, también se necesita un tiempo de observación de calidad.

Sin embargo, hasta ahora es una de las herramientas más útiles para estudiar, conocer e investigar sobre las expresiones faciales e identificarlas.

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