Amigos del Club de Lenguaje No Verbal, esta semana presentamos el artículo “Differences in verbal and nonverbal communication between depressed and non-depressed elderly patients” de Asan O., Kim S. C., Iglar P. y Yan A. (2018), en el cual se describen la diferencias verbales y no verbales entre personas de tercera edad con y sin depresión.

La comunicación médico-paciente es crucial en una atención y cuidados centrados en el paciente. La calidad de esta influye en la respuesta de los pacientes en términos de compromiso y adherencia al tratamiento. También impacta en el cumplimento de los consejos médicos, satisfacción, salud emocional, así como en la probabilidad de errores médicos.

Como en cualquier comunicación, e incluida la mediada por tecnología, hay una dimensión verbal y otra no verbal. Y, por ejemplo, la adherencia al tratamiento puede variar en función de ambas dimensiones.

Las personas en tercera edad suelen presentar una mejor adherencia al tratamiento que las personas jóvenes. Ya teniendo esta facilitación, hace falta asegurar la comprensión de los consejos y cuidados que ofrece el médico en el caso de las personas mayores. Y decimos comprensión no porque tengan dificultades para ello por ser mayores. Sino que se hace especialmente relevante cuando se trata de personas con funciones deterioradas como ocurre, por ejemplos, en los pacientes con depresión. No obstante, cabe destacar que también hay un deterioro de algunas funciones relacionado con la edad.

Para entender el estudio presentado, hace falta una mención a la Teoría de la Acomodación en la Comunicación (TAC) de Howard Giles. Esta explica, entre otras, el impacto de la comunicación en la calidad de las interacciones entre individuos. La percepción de un receptor sobre la comunicación de un emisor impacta en su comportamiento (p. ej., la del paciente sobre lo que comunica el médico).

Cada uno de los implicados en una comunicación deben acomodar su lenguaje verbal y no verbal para que el proceso ocurra con éxito. El éxito de ello puede suponer comprensión, satisfacción, información detallada, no mentir, etc. Los elementos de la TAC son la convergencia, la divergencia y la sobreacomodación.

Si alguien está dispuesto a conseguir la convergencia, modificará aspectos comunicativos haciéndolos complementarios o acordes al interlocutor. Por ejemplo, similitudes en la rapidez y tono del discurso, un estilo verbal similar o una mutua autorrevelación.

Si alguien se mantiene o busca la divergencia, mantendrá, aplicará acentuará estrategias de comunicación diferentes de las del interlocutor. Por ejemplo, cuando alguien se expresa de forma muy técnica y el otro no tiene los mismos conocimientos. En términos no verbales, que el médico hable muy despacio, con un/a paciente nervioso/a y preocupado.

La sobre-acomodación provoca una comunicación basada en prejuicios y estereotipos. Por ejemplo, gritar a todas las personas mayores, porque algunos tengan problemas de audición. Otro ejemplo es un habla infantilizadora, que afecta negativamente a la autoestima, autoconcepto y autoeficacia de las personas mayores.

Por lo general, la convergencia (acomodación) es lo deseable, aunque en algunos casos la divergencia (no acomodación) funciona mejor. Para conseguir cualquiera de las dos, CAT ofrece 5 estrategias socio-lingüísticas. Estas son estrategias de: aproximación, interpretabilidad, control interpersonal, gestión del discurso y expresión emocional.

Para conseguir la acomodación, todas ellas suponen en mayor o menor medida la adaptación de los elementos verbales y no verbales propios a las del interlocutor. Por tanto, son habilidades que resultan en la adecuación del discurso y lenguaje no verbal según el interlocutor.

La utilidad de estas estrategias se ha observado en muchos estudios. Por ejemplo, el uso de las últimas tres mencionadas dio lugar a interacciones médico-paciente satisfactorias. Asimismo, la infra- o sobre-acomodación dan lugar a la insatisfacción.

En cuanto la comunicación con pacientes de tercera edad, se ha observado que los médicos suelen utilizar tales estrategias. No obstante, es bastante más común la sobre-acomodación. Los médicos reducen la tasa de habla, aplican una entonación exagerada o hablan muy alto. Como es de esperar, esto provoca que los pacientes se sientan distantes de sus médicos y percibir las interacciones como degradantes.

En el caso de la comunicación verbal y no verbal de las personas mayores con depresión se ha investigado muy poco. Analizar las diferencias verbales y no verbales de pacientes mayores con y sin depresión puede arrojar luz sobre la existencia de patrones comunicativos. Si las hay, sería una muy buena razón para seguir investigando en otras subpoblaciones clínicas. Asimismo, ayudaría al desarrollo de tecnologías de comunicación para la salud más adecuadas, procurando una atención lo más personalizada posible.

La depresión en personas mayores es mucho más común de lo que pensamos. No obstante, solo una pequeña parte recibe un tratamiento.  En EE. UU. se estima que de 6 millones de personas mayores de 65 años que sufren de síntomas depresivos, un 10% recibe tratamiento. Muchas áreas de la vida de una persona quedar afectadas por la depresión, entre las cuales la comunicación. Tanto las enfermedades orgánicas como otras enfermedades mentales empeoran con la depresión. Las tasas de suicidio aumentan y en pacientes con edades entre 80 y 84 años se duplica. Con estos datos queda claro que investigaciones como esta son imprescindibles.

En el estudio, se analizan video-grabaciones de interacciones médico-paciente en sesiones de atención primaria geriátrica. Se analizan 22 pacientes sin depresión y 21 con depresión, todos ellos con edades de 65 años o más. Se registran diferentes elementos verbales y no verbales medidas en segundos de duración y se mencionan en los resultados.

Aunque la mayoría de los resultados intergrupales mostraron diferencias no significativas, sí se han registrado algunas importantes. En cuanto la comunicación verbal, se ha observado que los/as pacientes sin depresión dedican mucho más tiempo a conversar con el médico sobre las opciones de tratamiento. Estas diferencias, con mayor dedicación temporal en los/as pacientes sin depresión, también se han observado en cuanto a conversar sobre los síntomas que uno presenta. No obstante, no son significativas, muy probablemente por el pequeño tamaño de muestra.

Los/as pacientes mayores con depresión pasan más tiempo comunicando problemas emocionales, el aislamiento social u otras situaciones estresantes. La CAT puede explicar estas diferencias. Aquellos/as pacientes sin depresión pueden manejar habilidades como el control interpersonal o la gestión del discurso en busca de la convergencia con la comunicación del médico.

Por ejemplo, el control interpersonal es cómo uno modifica los patrones de comunicación según el rol que desempeña en una interacción o en base a la relación de simetría/asimetría (poder). Un paciente que utiliza esta estrategia puede reconocer y aceptar el nivel de pericia y conocimiento del médico. Se sentiría motivado a preguntar y escuchar más y a dar explicaciones amplias y claras sobre la sintomatología que presenta.

En cambio, se ha visto que los pacientes mayores con depresión tienden a ver a los médicos como una autoridad. Esto hace que se conformen más con las recomendaciones médicas y se sitúan en una posición de yo no sé nada y lo que usted diga. Hablar más de síntomas emocionales se ve lógico, dado que la depresión tiene un alto componente emocional. Impacta gravemente en el área social (aislamiento, soledad, etc.), siendo lo social una fuente clave en el bienestar emocional (recibir apoyo, sentir comprensión, etc,).

Ambos grupos de pacientes dedicaron tiempos similares en silencios, conversaciones sociales y sobre el final de la vida. No obstante, los pacientes con depresión expresaron menos preocupaciones verbales sobre el fin de la vida.

En cuanto a lo no verbal, los pacientes con depresión miraron menos a los ojos y a la cara del médico. Esto puede deberse a que las personas con depresión presentan dificultades cognitivas y un span atencional corto. Por eso, no prestarían tanta atención al profesional. También puede ser por falta de motivación y/o percepción de competencia, algo común en los enfermos de depresión. En cualquier caso, a modo general, los pacientes de tercera edad y con depresión se acomodaron menos a sus médicos.

También se observó que los médicos miraron menos a los ojos y apuntaron datos clínicos durante más tiempo en las sesiones con pacientes con depresión. Los autores consideran este dato como inconveniente para la relación médico-paciente y hay diversos estudios que lo confirman.

En conclusión, aunque no se hayan encontrado patrones de comunicación claros y diferenciales entre pacientes de tercera edad con y sin depresión, no significa que no los haya. El tamaño de muestra del estudio es una limitación clara. No obstante, aun con esta limitación, se observaron diferencias que deberían tenerse en cuenta. ¡Esperemos que se siga investigando!

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