Amigos del Club del Lenguaje No Verbal, esta semana presentamos el artículo “Looking guilty: Handcuffing suspects influences judgements of deception”, de Zloteanu, M.; Salman, N. L.; Krumhuber, E. G. y Richardson, D. C. (2022), en el que los autores realizan un estudio con oficiales de policía y ciudadanos civiles para saber cómo afecta al juicio de los entrevistadores el observar que el sujeto al que están interrogando lleva esposas o no.

La detección del engaño puede ser crucial en contextos de investigación forense, donde la decisión del juez y/o el jurado puede depender de la credibilidad del testimonio de la víctima, el testigo o el sospechoso. 

Sin embargo, los juicios de veracidad son un gran desafío, especialmente para aquellos cuya decisión es la que condenará o absolverá a un acusado. 

Como ya hemos comentado varias veces, las personas tendemos a ser malas detectando la mentira. Nuestro juicio está sesgado hacia la sobreestimación de la honestidad de los demás y a confiar demasiado en nosotros mismos. 

Dada la enorme importancia de estos juicios en el contexto legal, es vital examinar el papel de los factores situacionales en este proceso. 

Por este motivo, los autores decidieron utilizar un escenario experimental en el que simularon un interrogatorio real. Esposaron a algunas personas que iban a tener el rol de sospechosos, y examinaron cómo ésto podía afectar a los juicios de veracidad de quienes tenían que decidir si el sospechoso estaba mintiendo o no.

Antes de explicar el estudio y las conclusiones, los autores hacen un breve repaso por la literatura existente. 

La realidad es que quienes realizan estos juicios de veracidad (de ahora en adelante los llamaremos “jueces”) lo hacen con una calidad mejorable. Esto es algo que se ha atribuido, en parte, a la falta de señales conductuales confiables que diferencien a los mentirosos de los que dicen la verdad. 

Por ejemplo, las personas creen que los mentirosos se tocan más a sí mismos, se mueven más, tienden a apartar la mirada y, en general, están ansiosos y nerviosos. Sin embargo, estas creencias rara vez coinciden con la realidad. 

De hecho, uno de los motivos por los que los autores eligieron este tema para su estudio, fue que, según estudios de 2006, 2007 y 2004, los mentirosos suelen hacer menos movimientos con manos y dedos y utilizan menos gestos ilustradores en comparación con quienes dicen la verdad. Por lo tanto, la idea de restringir los movimientos de los “sospechosos” en este estudio, puede tener impacto en la discriminabilidad de los mentirosos y quienes dicen la verdad. 

Es decir, en este caso, la realidad contrastada por distintos estudios es contraria a la creencia popular.

Por otro lado, la literatura sobre detección del engaño ha pasado por alto, en gran medida, el impacto de los factores situacionales (elementos externos que influyen en el proceso) en los mentirosos y en los que dicen la verdad. Es decir, que la situación en la que se encuentran puede afectar a su comportamiento

Por ejemplo, manipular la vestimenta de las personas puede afectar a la empatía de los jueces con respecto al sospechoso. Y llevar gafas puede aumentar la percepción que el juez tiene sobre el sospechoso en relación a su inteligencia, honestidad y confiabilidad.

Los autores decidieron incluir agentes de policía en este estudio porque la investigación con profesionales de este área suele ser escasa en el campo de la detección del engaño. 

Los datos disponibles sugieren que los oficiales de policía muestran un desempeño similar al del resto de ciudadanos. Esto puede deberse a que los agentes de policía se basen en señales para determinar el engaño que no sean del todo correctas. 

En el estudio que nos ocupa se obtuvo un número de 83 personas que tomarían el rol de “jueces”; de estas, 23 eran policías. Los sospechosos fueron 19 personas, que aleatoriamente fueron distribuidos en dos grupos: personas esposadas y personas sin esposar. 

Antes del interrogatorio, los sospechosos completaron cuatro ítems de un cuestionario utilizado para medir diferencias individuales en el maquiavelismo. Posteriormente, dos de estas cuatro respuestas fueron modificadas, de forma que el sospechoso tuviera dos respuestas honestas y dos deshonestas.

Antes del interrogatorio, se les permitió leer las respuestas modificadas y se les indicó que debían justificarlas ante el entrevistador llegado el momento. 

Tal y como esperaban los autores, parece ser que la manipulación de las esposas afectó tanto a los agentes de policía como a aquellos que no trabajaban en este campo. Las declaraciones hechas por sospechosos esposados fueron más difíciles de clasificar para ambos grupos. Es decir, la probabilidad de que un sospechoso esposado se clasificase erróneamente en términos de la veracidad de su declaración fue de casi un 65%.

Un resultado que los autores consideraron preocupante, fue que los agentes de policía mostraron una mayor confianza en sus decisiones, sin ser más precisos que el grupo de ciudadanos civiles.

En general, tanto policías como no policías tuvieron un peor rendimiento en su tarea cuando el sospechoso estaba esposado, lo que respalda las afirmaciones de los autores de que los factores situacionales pueden afectar negativamente.

Es decir, los resultados ilustran que los elementos situacionales pueden afectar la percepción y el juicio de las personas. Reducir el impacto de estos factores podría mejorar las prácticas forenses y, sobre todo, los procedimientos de detección del engaño, al tiempo que reduciría el riesgo de posibles errores judiciales. 

Los autores recomiendan que las futuras investigaciones en esta línea se dediquen a estudiar más en profundidad cómo afecta que el sospechoso esté esposado o no cuando se trata de hacer juicios de veracidad. También señalan como muy interesante el centrarse en la capacidad del sospechoso para gesticular.

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