Amigos del Club de Lenguaje No Verbal, esta semana presentamos el artículo “Ambiguous bodies: the role of displayed arousal in emotion [mis]perception” de Reynolds R. M., Novotny E., Lee J., Roth D. y Bente G. (2019), en el cual se pretende ampliar el conocimiento sobre los procesos perceptivos que llevan a inferencias emocionales a partir de expresiones no verbales mediante el movimiento corporal.

Detectar las emociones de los demás es algo esencial en las interacciones sociales. Por un lado, sirven de explicación para comportamientos pasados y presentes. Por otro lado, guían nuestras expectativas en cuanto a acciones futuras. Así, inferimos emociones que otros sienten y expresan y esas inferencias (junto a otros factores) moldean nuestras respuestas sociales.

Las inferencias emocionales se basan fuertemente en las señales no verbales. El movimiento corporal expresivo (MCE) es una fuente de señales no verbales muy amplia. Por tanto, captamos señales no verbales del EMC y con ellas (además de otras) hacemos inferencias emocionales. No obstante, es difícil determinar de forma exacta qué aspectos del MCE son más cruciales en estas inferencias.

El papel del MCE en el reconocimiento de emociones está aún en debate. Una de las razones es la poca claridad sobre la relación entre la intensidad y la ambigüedad de las expresiones emocionales. Es difícil considerar que haya expresiones emocionales corporales muy específicas para cada emoción. Si fuera el caso, la inferencia sería más fácil. Pero sí hay indicadores emocionales del MCE, aunque la intensidad y la ambigüedad impactan en la detección de estas.

Similarmente, las expresiones faciales emocionales se consideran por algunos autores como universales. En cambio, cuando se evalúa la capacidad de las personas en detectarlas, esa universalidad puede ponerse en duda hasta cierto punto. A mayor intensidad de las expresiones emocionales, más acierto en la detección y menos ambigüedad. No obstante, las señales no verbales no siempre vienen acompañadas de alta intensidad.

Un aspecto que indica la intensidad emocional es el nivel de activación (arousal) mostrado (o expresado). Por ejemplo, alguien puede detectar que hablamos rápido, nuestra respiración acelerada o movimientos gestuales rápidos. Junto a señales contextuales, como que hemos ganado a la lotería, se puede inferir que estamos felices.

Para entender la función del MCE, es de interés averiguar qué aspectos de este informan sobre el nivel de activación. Y de haber indicadores de movimiento que informar sobre el arousal, ¿qué papel juega la ambigüedad?

Lo que siempre interesa es que los juicios, inferencias y conclusiones que extraemos del comportamiento de los demás sean ciertas. En estos procesos participan sesgos, esquemas perceptivos, habilidades y otros aspectos que difieren entre individuos.

Estas diferencias dan lugar a percepciones diferentes de lo que nos rodea. La ambigüedad también puede deberse a estas diferencias internas entre individuos. Por tanto, si muchas personas no interpretan igual una señal no verbal, puede que esta sea ambigua y no específica, puede ser por diferencias interindividuales o por ambas cosas.

Para capturar señales no verbales integrada en el MCE, los autores del estudio utilizan tecnología de detección de movimientos. Con esta generan animaciones que replican el movimiento humano. Así, 363 sujetos observan videos animados de movimientos corporales de ira o alegría. La observación de animaciones permite eliminar estímulos contextuales, indicadores de personalidad o expresiones faciales que impacten en las inferencias.

Los sujetos son asignados a una de cuatro condiciones. Deben evaluar el nivel de activación que captan de los movimientos corporales (1ª), la valencia emocional (positiva o negativa; 2ª), la emoción específica (enfado o alegría, 3ª) y una combinación de calificaciones simultaneas (4ª).

 Hay varios resultados destacables. Los sujetos mostraron una mejor detección de las expresiones de enfado. Incluso se ha inferido incorrectamente el enfado a partir de simulaciones de MCE de alegría de manera significativa.

A primera vista, los sujetos tienen alta sensibilidad para detectar señales de enfado. No obstante, presentan un sesgo hacia emociones negativas, confundiendo movimientos asociados a la alegría con expresiones de enfado. Por tanto, la habilidad de diferenciar entre alegría y enfado a partir de MCE es muy baja. Lo que predominan son las inferencias sesgadas.

Los sujetos determinaron el arousal principalmente a partir del grado de movimiento mostrado por las animaciones. Es decir, a mayor movimiento, infieren mayor activación. No obstante, percibieron mayor activación en las expresiones de alegría que en las expresiones de enfado.

De manera algo opuesta, la ambigüedad se encontró directamente asociada al nivel de activación. Cuanta más activación se infiere del MCE, mayor dificultad para detectar la emoción expresada o su valencia. Este resultado se observó de manera más pronunciada en el caso de la alegría.

Para entenderlo, podemos pensar en las veces que lloramos de alegría. Hay tanta activación que para descargarla mostramos comportamientos comúnmente asociados a emociones negativas. Aunque en este caso no sea exactamente lo mismo, es entendible que, a mayor activación emocional en el comportamiento, sea más difícil decidir que emoción es la que alguien expresa o cuál es su valencia.

Por tanto, observar mayor arousal expresado a través del MCE lleva a inferencias emocionales generalmente incorrectas. Asimismo, genera más ambigüedad para este proceso de detección emocional. Las expresiones emocionales muy intensas son caóticas y divergentes de los indicadores emociónales comúnmente reconocidos.

Cuando estamos muy activados es posible que la coordinación entre actividad neural y motora falle. Por eso, es probable que las expresiones emocionales se vuelvan y se perciban cómo caóticas y ambiguas. No obstante, aspectos del proceso perceptivo también encajan como explicación.

Por cuestiones de evolución, las personas han desarrollado recursos perceptivos para detectar y responder a amenazas y oportunidades. Una información muy saliente es un alto nivel de movimiento. Y cómo decíamos, mucho movimiento corporal se interpreta como alta activación.

Por tanto, cuando hay mucho movimiento, la atención puede enfocarse predominantemente en el arousal del otro. La finalidad es interpretarlo y detectar las amenazas y oportunidades. Asimismo, se pierden recursos perceptivos que puedan dedicarse a la interpretación de la valencia emocional. Y, por eso, fallamos en la detección.

¿Conclusiones? Simplificando mucho, hay que cuidar cuánto es de pronunciado nuestro movimiento corporal. Y, más allá de eso, regular nuestro nivel de activación. Si estamos muy activados y gesticulamos exageradamente, los demás pueden tener dificultades para captar qué es lo que sentimos.

Asimismo, cuidar nuestras inferencias. Mayor conocimiento ayuda a ello y puede ser crucial en profesiones basadas en atención directa a las personas. En cualquier caso, tenemos la gran suerte de estar rodeados de múltiples factores, como los contextuales, que pueden facilitar inferencias acertadas.

Sería muy interesante que se analice cuáles son los movimientos específicos que indican emoción, valencia o arousal. No obstante, empezar por intentar entender procesos subyacentes permite una mejor selección y manipulación de variables en futuras investigaciones.

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