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Amigos del Club de Lenguaje No Verbal esta semana presentamos el artículo “Eye Gaze and Head Posture Jointly Influence Judgements of Dominance, Physical Strength and Anger” de Toscano, Schubert y Giessner. En este artículo hablan de como la mirada y la postura que adopta la cabeza puede influenciar en los juicios emitidos por los demás sobre la dominancia, la fuerza física o la ira.

En todas las culturas y a través de todos los tiempos las sociedades se han organizado en jerarquías, un estatus alto en ellas ha aportado beneficios para las personas. Cuando se muestran comportamientos propios de estatus alto las personas son categorizadas como dominantes. Uno de estos indicadores es la fuerza física, también el rostro puede ser un indicador de estatus social, tanto la morfología como las expresiones faciales pueden significar dominancia. A parte, la expresión facial de la ira da una configuración de más fuerte y más dominante al rostro.

La percepción de dominación facial puede definirse como la capacidad de influir en otros a través de la implementación de acciones que tienen un impacto en ellos, en particular aquellas que proporcionan recompensas positivas. Algunas investigaciones relacionan la dominancia facial con la fuerza corporal, ya que ésta permite poder llevar a cabo acciones a través de nuestros propios medios corporales. Rostros con cejas bajas, ojos pequeños, barbilla grande, boca estrecha y nariz ancha indican fuerza y dominancia.

Normalmente estos estudios se han llevado a cabo con la cabeza y la mirada neutras, pero en la vida real tanto la postura de la cabeza como la dirección de la mirada varían, por ello habría que estudiar como estas variaciones pueden modificar la percepción de la dominancia y la fuerza.

Los humanos nos interesamos más por nuestros congéneres cuando nos miran directamente. Desde pequeños somos capaces de diferenciar la mirada directa de la desviada. La mirada puede indicar interés, pero también dominio y sumisión. Cuando es directa puede ser interpretada como una amenaza en determinados contextos. Hay investigaciones que demuestran que desviamos la mirada cuando los demás tienen comportamientos dominantes. Las emociones más relacionadas con la dominación son intensificadas con la mirada fija. Las demostraciones de dominación son expresadas a través de miradas fijas mientras que la sumisión se produce por la mirada evitada.

La postura de la cabeza también puede influir en la dominancia percibida. Algunos estudios sugieren que la cabeza levantada aumenta el juicio de dominio. Además, las personas con caras levantadas hacía arriba son percibidas como más pesadas que aquellas con caras hacía abajo. También, una postura más arriba aumenta la masculinidad percibida en hombres.

También hay investigaciones que indican que no solo se consideran más dominantes las caras inclinadas hacía arriba, sino que puede darse el caso de que se perciban como más dominantes aquellas caras inclinadas hacía abajo.

En el presente estudio se explora como cambian los juicios de fuerza física y dominancia dependiendo de la postura de la cabeza y de la mirada, si cambian a la vez y si la mirada y la postura interactuaban en sus efectos.  Las investigaciones anteriores, como ya hemos visto, están de acuerdo en que una cabeza inclinada hacía arriba indica dominio, pero una cabeza hacía abajo puede indicar sumisión, pero también desafío y disposición a combatir. La hipótesis planteada es que la mirada puede influir en este resultado. También se tuvo en cuenta el género ya que los rostros masculinos expresan una mayor dominancia.

En el estudio 1 se investigó tanto la dominancia como la fuerza. Para ello se manipularon tanto la posición de la cabeza (neutra, hacía arriba o hacía abajo) como la mirada (directa o desviada). Hubo 295 participantes agrupados en tres grupos. El grupo 1 eran 93 estudiantes universitarios portugueses (68 mujeres y 25 hombres con una edad media de 23 años). El grupo 2 eran 137 participantes estadounidenses (74 mujeres y 63 hombres, con una edad media de 36 años). El grupo 3 eran 65 participantes estadounidenses (30 mujeres y 35 hombres, con una edad media de 35 años), esta muestra era más pequeña porque solo se investigaba la fuerza. Los participantes juzgaban 60 caras (30 de hombre y 30 de mujer) creadas a partir del software FaceGen. Para cada retrato se utilizaba una posición de cabeza neutra, otra inclinada para arriba y la última inclina para abajo; y dos tipos de miradas, directa y desviada. Todas las caras eran blancas con el fin de evitar estereotipos, aunque el tono de la piel era diferente.

Se concluyó que la dominancia y la fuerza física se juzgaban más altas cuando se inclinaban las cabezas, en comparación con una postura neutral de la misma. Cuando estás inclinado y miras más directamente al interlocutor aumenta la impresión que tiene sobre tu fuerza física y tu dominancia.  En lo referente a la mirada, su relación con la posición de la cabeza era más fuerte con la mirada directa que con la desviada, ya que cuando la mirada se desvía es indiferente la posición de la cabeza. La cabeza inclinada de un hombre se interpretaba más fácilmente como dominante que la de una mujer. Tanto la postura de la cabeza como la mirada tenían una mayor influencia en la percepción de la dominancia que en la de la fuerza física.

El estudio 2 investigó la relación de la ira con las percepciones de dominancia y de fuerza física. Para este estudio se tuvo una muestra de 61 participantes (33 mujeres y 28 hombres, con una edad media de 34 años) a los cuales se les preguntó sobre lo enfadado que parecía una persona, siendo 1 nada enfadado y 7 muy enfadado. Se utilizaron los mismos materiales que en el estudio anterior.

Las señales de ira parece que se perciben de manera similar a la dominancia y la fuerza física. Los juicios de ira eran más altos cuando las cabezas estaban inclinadas o levantadas en lugar de estar en una posición neutra, pero solo cuando la mirada era directa. Las cabezas inclinadas con la mirada directa se juzgaron como más enojadas que las cabezas levantadas con la mirada directa a los ojos. Esto se producía en mayor medida en los hombres.

Se puede concluir que se percibió que las posturas elevadas de la cabeza tenían más estatus social ya que se juzgaron como más fuertes y dominantes que aquellas que estaban en posición neutra. También se descubrió que las cabezas inclinadas eran percibidas como más dominantes, con más fuerza y más enfadadas cuando la mirada era directa y especialmente ocurría en los hombres. Inclinar la cabeza y tener la mirada desviada era muestra de sumisión y debilidad física. También es importante destacar que la relación de la postura de la cabeza y la mirada fue menor con la fuerza física que con la dominancia. Esto puede explicarse porque en los humanos el estatus social va más allá de la fuerza física y entran en juego otros componentes como la inteligencia emocional, la voluntad de liderar y las aptitudes cognitivas.

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