Amigos del Club de Lenguaje No Verbal, hoy presentamos el artículo “Are attitudes Contagious Exposure to biased nonverbal signals can create novel social attitudes” de Skinner A. L. y Perry S. (2019), en el que se examina la posibilidad de que las señales del comportamiento no verbal de unos individuos cambien, produzcan o “contagien” actitudes sesgadas en otros individuos.

Imagínate que subes en el metro y, cuando entras por la puerta, observas que en el lado izquierdo está lleno de personas y en lado derecho solo una. Las personas que acaban de subir contigo miran a ambos lados y también se sientan en el lado izquierdo del vagón. ¿Dónde crees que te vas a sentar tú? Si piensas que depende de las características de la persona que está a la derecha, puede que te equivoques. ¿Y de qué dependerá?

En los estudios relacionados con las actitudes que generamos hacia otros cuando se nos informa verbalmente sobre aspectos o acciones de estos, se observó que solemos generar actitudes congruentes con el tipo de información que recibimos. Si es negativa, la actitud tenderá a ser negativa, si es positiva, probablemente pasará lo mismo con la actitud. Por lo tanto, la información verbal que se recibe sobre otros impacta sobre las actitudes que se generan hacia ellos. La cuestión es que, en la mayoría de las situaciones sociales, las señales que recibimos sobre los demás no son tan explícitas, sino son más bien señales no verbales.

A modo general, asociar estímulos agradables o desagradables (imágenes, olores, hechos, etc.) con otros estímulos (personas, objetos, acciones, etc.) da lugar a un proceso llamado condicionamiento evaluativo. Por ejemplo, si nos dicen que el vecino de enfrente ayuda a otro vecino mayor con la compra, es probable que la actitud que generemos hacia esa persona sea positiva, sin tener más conocimientos sobre ella. Esa actitud positiva se puede reflejar en multitud de cosas (p. ej. intención de comunicarnos con la persona) y la información positiva que hemos recibido influirá en las interacciones posteriores que tengamos con esa persona, será un condicionante de la evaluación que hacemos de ella. Por lo tanto, sea positiva o negativa, no deja de ser una actitud sesgada.

Lo desconocido se encuentra en la influencia que pueda tener ver, por ejemplo, a un compañero de trabajo que sonríe siempre al que trae el correo, que expresa gestos de agradecimiento o le da la mano para saludarle con mucha ternura. ¿Influirán esas señales no verbales que observamos en nuestra actitud hacia el que nos trae el correo? En esta dirección va el estudio que presentamos. Exploran la posibilidad de que exposición a señales no verbales puede sesgar, cambiar o producir actitudes sociales, implícitas o explicitas, hacia individuos desconocidos.

Se llevan a cabo 3 experimentos. En el primero, los sujetos deben ver videos sin sonido (5-20 seg/10 min) en el cual hay dos personas. Una de ellas expresa señales no verbales positivas hacia otra persona objetivo: sonrisa cálida, acercamiento y afirmación con la cabeza. También observan a otras dos personas, donde la persona que expresa es la misma de antes, pero parece enfadada, frustrada, desaprueba con la cabeza al objetivo y se aleja de él, es decir, un comportamiento no verbal negativo. Se hacen dos versiones de este experimento: sujetos que participan en una versión online versus sujetos que participan de manera presencial, en el laboratorio.

En ambas versiones los resultados son similares y el hallazgo más destacable es que los participantes generan actitudes explícitas congruentes con el tipo de señales no verbales hacia los objetivos. Cuando el objetivo había recibido señales no verbales positivas (p. ej. sonrisa), se valoraba mejor a dicho objetivo. Los participantes estaban más dispuestos a compartir cosas con ellos (distancia social) o a ayudarles (comportamiento prosocial). Cuando el objetivo había recibido señales no verbales negativas, ocurrió aquello que es congruente: se desea más distancia social del objetivo, se le valora de manera más negativa y se le ayudaría menos.

A diferencia del experimento 1, donde las señales no verbales fueron más relativas y más ambiguas, en el experimento 2, las señales no verbales son mucho más marcadas (y menos ambivalentes) y esto se consigue a través de la inclusión en el video de varias personas a la vez y a través de unas respuestas mucho más neutrales por parte de los objetivos. Si varias personas desaprueban a otras, las señales no verbales tienen más fuerza.

Se editan los videos para asegurar que los que reciban señales no verbales negativas o positivas sean solo de un tipo, sin ninguna ambivalencia, y también para que el tiempo que ocupen los objetivos en el video sea mucho más corto que el tiempo de visualización de los que expresan las señales (controlando la neutralidad de los objetivos).

Con este segundo experimento consiguen confirmar los resultados anteriores. Por lo tanto, encuentran una influencia del tipo de señales no verbales que han recibido los objetivos en la evaluación que se hace de ellos, siendo esta evaluación congruente con el tipo de señales: positivos o negativos.

En los dos experimentos previos, los objetivos siempre fueron hombres. Por esta razón, en el tercer experimento los objetivos son mujeres. Se hacen las mismas mediciones, excepto una nueva añadida: se les pregunta a los sujetos si creen que sus actitudes hacia los objetivos se vieron influenciadas por algo y si es que sí, de donde creen que viene esa influencia.

Una vez más, encuentran los mismos resultados y, además, es destacable que ocurre lo mismo en términos de actitud explícita también con mujeres. Por lo tanto, este último estudio muestra la generalización de la influencia de las señales no verbales con independencia al género. En cuanto a la nueva medida, 30% de los participantes consideraron que lo que influyó en sus actitudes es la manera en la que los objetivos fueron tratados. En cambio, 60% de los sujetos consideraron que sus actitudes se produjeron por cómo se comportó el objetivo. Recordad que, en realidad, los objetivos daban una respuesta neutra, lo que implica que los participantes atribuyeron las señales no verbales que recibieron los objetivos a su comportamiento (que no han visto).

Aunque no lo hemos mencionado en cada experimento, también se midieron efectos implícitos en las actitudes con un Test de Asociación Implícita. Es decir, se comprobó si se produjeron actitudes sesgadas de manera más profunda, desde donde la expresión de una actitud se convierte en automática, se generaliza o genera estereotipos. No se ha observado de manera significativa ninguna producción de actitudes sesgadas (por el tipo de señales no verbales) a nivel implícito.

El estudio se aleja un poco de la diversidad real de situaciones en las que el comportamiento no verbal puede sesgar una actitud, dado que tiene lugar en un contexto libre de sesgos culturales (p. ej. raciales, todo son blancos). Además, los autores consideran que, si en exposiciones tan cortas a señales no verbales pudieron encontrar influencias en las actitudes, casi no quedan dudas de que, en las largas exposiciones de la vida real, las actitudes cambian, se producen unas nuevas o se ven influenciadas de alguna forma.

Aunque aparentemente aporta evidencias débiles, este estudio presenta datos nuevos sobre la relación entre comportamiento no verbal y actitudes, porque las evidencias existentes se centran en esta relación, pero a nivel intra-grupal – en círculos sociales donde todos se conocen o comparten características clave de dicho grupo social (raza, nacionalidad, etc.).

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