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Amigos del Club del Lenguaje No Verbal, esta semana presentamos el artículo “Intentional-Deception Detection Based on Facial Muscle Movements in an Interactive Social Context”, de Dong, Z.; Wang, G.; Lu, S.; Dai, L.; Huang, S. y Liu, Y. (2022), en el que los autores realizan un estudio utilizando la técnica de la electromiografía facial para estudiar la musculatura facial de la mentira.

La detección del engaño ha sido un tema social de interés durante toda la historia de la humanidad, en el que las expresiones faciales han tenido un papel clave. 

El rostro se puede utilizar como pista para interpretar la actividad mental de una persona y, por tanto, puede ser útil para saber si estamos ante un discurso honesto o no. 

En alguna ocasión ya hemos hablado de que existen dos tipos de expresiones faciales, según su duración: las macroexpresiones y las microexpresiones. Las macroexpresiones son más frecuentes, duran más y, por tanto, se controlan y suprimen más fácilmente. Por el contrario, las microexpresiones son breves, sutiles y más discretas. Éstas surgen del intento fallido de ocultar o reprimir emociones. Por tanto, se cree que son las pistas más confiables para detectar la deshonestidad. Ekman argumentó, sobre este tema, que los movimientos musculares incontrolables y rápidos en el área de la frente pueden ser pistas importantes para detectar mentiras.

Una de las técnicas con mayor tasa de éxito para el estudio de las microexpresiones y su relación con la mentira es el análisis de expresiones faciales en vídeo. Sin embargo, en este tipo de análisis es necesario un algoritmo que clasifique las expresiones, por ejemplo, utilizando las unidades de acción facial (AU) y, por tanto, la anotación manual sigue siendo en cierto modo necesaria. 

Lo cierto es que la precisión de los humanos en la detección de mentiras no suele superar el azar, según investigaciones anteriores, llegando a poco más del 50% de aciertos. Pero ¿qué ocurre si nos ayudamos de medios computarizados? Según los expertos, la precisión puede aumentar hasta alcanzar aproximadamente el 70% de aciertos. 

Estos medios computarizados, como el polígrafo, normalmente se centran en analizar las respuestas fisiológicas como la temperatura facial, el pulso, la frecuencia cardíaca, la presión arterial… Se entiende que el mentiroso sufrirá momentos de estrés emocional porque estará asustado, nervioso y ansioso al mentir, y eso es precisamente con lo que se relacionan estos indicadores.  

El problema es que las personas inocentes que dicen la verdad también pueden estar asustadas y nerviosas en una situación en la que se está juzgando su honestidad. Por tanto, este método no es completamente fiable. 

Otros estudios de detección de mentiras se han basado en técnicas de imágenes cerebrales, como la electroencefalografía, y han tenido resultados muy positivos. Sin embargo, este método requiere de la utilización de sensores y maquinaria poco accesible. 

En los últimos años se ha propuesto la electromiografía facial como método para investigar los movimientos musculares faciales y la asociación de éstos con la mentira. Ha tenido resultados positivos, aunque debe explorarse más a fondo su utilidad en este campo. 

Precisamente es este el método de análisis que ponen a prueba los autores del artículo, realizando un experimento con 22 voluntarios a los que dividieron por parejas, en un total de 11. 

La actividad consistía en una dinámica en la que cada una de las dos personas de la pareja tomaría un rol. Una de ellas sería el informante y la otra sería el detective. El detective haría una serie de preguntas autobiográficas sencillas y otras más extensas de preferencias personales. En una segunda etapa del experimento se intercambiaron los roles para, finalmente, en una tercera, intentar reconocer quién estaba mintiendo y cuándo mentía. Mientras esto ocurría, a los participantes se les realizaba una electromiografía facial. 

Los autores obtuvieron varias ideas interesantes. En primer lugar, parece ser que los humanos tendemos a utilizar el músculo cigomático en las expresiones asociadas a emociones positivas y para ocultar emociones mientras mentimos. 

Por otro lado, el músculo corrugador se asoció con expresiones relacionadas con emociones negativas (por ejemplo, fruncir el ceño). 

Además, lo más interesante es que parece ser que quienes mintieron en este experimento tuvieron una mayor actividad del músculo cigomático.

Por tanto, dado que este músculo se asocia con las expresiones de las emociones positivas, los autores infieren que los mentirosos pueden estar experimentando una cierta alegría por haber tenido éxito en su mentira

Una idea que apoyaría esta propuesta de los autores, es la sonrisa de Duchenne, que con la activación del músculo cigomático es una indicadora de emociones felices. 

Tanto el músculo cigomático como el músculo corrugador se encuentran en la zona facial superior y los músculos de este área están sujetos a un menor control volitivo por la corteza motora que se encarga de su movimiento. Como resultado, algunos investigadores creen que cuando las personas mienten, sus músculos faciales superiores filtran las emociones con mayor facilidad. Esta idea sería apoyada por los resultados del experimento de los autores, que, si bien invitan a continuar investigando sobre el tema, arrojan información reveladora que se debe tener en cuenta. 

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Amigos del Club del Lenguaje No Verbal, esta semana presentamos el artículo “Atypical behaviours found in some mental health conditions negatively affect judgements of deception and credibility” de Lim, A.; Young, R. L. y Brewer, N. (2022), en el que los autores realizan un estudio para examinar algunas conductas visibles que asociamos con un discurso poco creíble, que, a su vez, son conductas que pueden presentar algunas personas que padezcan ciertas enfermedades de salud mental. 

Existe la creencia generalizada de que no importa tanto lo que dice la gente, como su comportamiento cuando lo dice, puesto que podría indicarnos culpa, engaño, arrepentimiento…, etcétera.

En un estudio de 2006, se hizo a 58 participantes la pregunta de cuándo sabían que alguien estaba mintiendo. Las respuestas más comunes fueron: cuando hay una aversión a la mirada, incoherencia, movimientos corporales exagerados, ciertas expresiones faciales… 

Tan sólo uno de los elementos estaba relacionado con el contenido del mensaje: la incoherencia. Lo que lleva a pensar que nos centramos mucho más en los elementos no verbales que en los verbales, idea consistente con numerosos estudios previos sobre el tema. 

Si bien el uso de señales poco confiables en la detección de la mentira es preocupante en sí mismo, es probable que también sea problemático para las personas que tienen alguna discapacidad o condición de salud mental. 

Por ejemplo, algunas personas con ansiedad social y trastornos de la comunicación social tienen dificultades para mantener el contacto visual, lo cual, en lugar de ser un mecanismo de evitación por la culpa, se relaciona más con el miedo a la interacción social.

Por otro lado, los movimientos corporales repetitivos pueden ser maneras de comportarse de las personas con trastornos de desarrollo neurológico o trastornos del espectro autista. 

Sin embargo, para un observador que no sepa mucho sobre el tema, estas conductas pueden interpretarse mal, como signos de nerviosismo o culpa. 

Otro indicador de la confiabilidad son las expresiones emocionales. Por ejemplo, hay estudios que muestran que, en un juicio, tanto las víctimas como los acusados son percibidos como más creíbles cuando muestran emociones negativas (como llorar) antes que emociones neutrales (afecto plano) o positivas (sonreír). 

A pesar de que muchos estudios han señalado que hay que prestar atención a señales verbales especialmente, el estereotipo de que lo más importante son las no verbales está muy extendido, incluso para profesionales como policías o jueces. 

Esto puede explicarse por la teoría de la atribución, que se basa en la premisa de que los individuos buscan de forma inherente comprender y explicar los comportamientos observados, y le atribuyen, así, una causa al comportamiento. 

En este estudio los autores examinan el efecto de cuatro señales asociadas comúnmente a la mentira: la aversión a la mirada, movimientos corporales repetitivos, monólogos y afecto plano. Se seleccionaron estos comportamientos porque se asocian con la mentira y porque, además, a menudo aparecen en personas con problemas de salud mental. 

Se planteó la hipótesis de que los individuos que mostrasen estos comportamientos serían percibidos como más mentirosos y menos creíbles. 

La muestra total estuvo compuesta por 392 personas mayores de edad, reunidas gracias a herramientas online. 

Se les mostró un vídeo de un juego, en el que una persona tenía que elegir si robar o no una pequeña cantidad de dinero y después convencer a otra persona de que lo había hecho o no. Si se salían con la suya, recibían 50$; si no, sólo 10$. Las personas de estos vídeos eran actores profesionales con un guión estandarizado. 

Los resultados revelaron efectos significativos de los movimientos corporales repetitivos y los monólogos sobre el engaño percibido, y efectos significativos del afecto plano sobre la credibilidad. Es importante, ya que podría tener implicaciones prácticas importantes para las personas que comúnmente muestran estos comportamientos, por ejemplo, personas con esquizofrenia o trastornos del estado de ánimo, personas con trastornos del neurodesarrollo, del espectro autista, entre otros. 

Sin embargo, contrario a lo que se esperaba, y también contrario a estudios previos, la aversión a la mirada no tuvo un efecto significativo en los juicios de engaño o credibilidad. Es posible que sea porque en este estudio se estudió este rasgo de forma aislada, mientras que en la mayoría de estudios se interpreta dentro de un contexto o acompañado de otras conductas que pueden dar fuerza al “efecto mentira”. 

Una limitación el estudio es que no se realizó con personas con enfermedades de salud mental, por lo que los autores recomiendan la participación de estas poblaciones de forma directa. 

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Amigos del Club del Lenguaje No Verbal, esta semana presentamos el artículo “Detecting deception using comparable truth baselines” de Bogaard, G.; Meijer, E. H.; Vrij, A. y Nahari, G. (2022), en el que los autores realizan un par de experimentos para saber cómo afecta a la detección de la mentira el utilizar líneas base veraces. 

Ya hemos visto en varias ocasiones a lo largo de los diferentes posts cómo la capacidad humana para detectar mentiras es bastante pobre. Tanto la habilidad de los legos como la habilidad de los profesionales no suele superar los niveles del azar y la casualidad. 

Entre las posibles razones que explicarían la deficiencia de estas habilidades se encuentra la idea de que las personas prestamos demasiada atención a las señales de comportamiento, como la aversión a la mirada y los movimientos corporales. La realidad es que no hay tanta relación como se cree entre estas señales y el engaño.

La investigación también ha demostrado que, para mejorar la precisión en la detección de verdades y mentiras, los observadores deben centrarse principalmente en el contenido de las declaraciones de las personas, ya que se ha mostrado como una técnica más prometedora. 

Sin embargo, incluso las herramientas de detección de mentiras verbales tienen una tasa de error importante, y una fuente potencial de esta tasa de error son las diferencias individuales en el comportamiento verbal del mentiroso; la investigación metaanalítica así lo ha mostrado.

Es decir, que los observadores sean capaces de detectar una mentira depende en gran medida de las cualidades de las habilidades para decir mentiras de alguien. 

Por ejemplo, las personas propensas a la fantasía son mejores para formular mentiras creíbles, y las personas con habilidades verbales se salen con la suya con más frecuencia porque tienden a incluir más detalles en sus historias falsas. 

Esto concuerda con el hallazgo de que los buenos mentirosos informan de que confían mucho en las estrategias verbales cuando mienten. 

Una forma de incluir las diferencias individuales y verbales de los mentirosos en un procedimiento de detección de mentiras es a través de la línea base. Esto es, utilizando una declaración que se sabe que es verdadera, o parte de una declaración verdadera, para comparar entre ésta y la mentira. 

La idea es que las personas dicen la verdad durante una pequeña charla trivial, y cualquier diferencia de comportamiento entre ésta y la parte de la entrevista que trata sobre el tema importante que se está investigando, se interpreta como una señal a la que se debe prestar atención y como un posible indicador de engaño. 

El problema es que esta comparación es confusa. Los temas que se tratan en las charlas triviales son distintos a los que se investigan y, según el tema y la relevancia personal, las personas pueden responder de manera diferente. Además, lo que está en juego contrasta sustancialmente. 

Por ello, existe la llamada “línea base veraz comparable”. Esta línea base se utiliza para poder considerarla comparable al tema de investigación.

Estudios previos arrojan la idea de que los mentirosos cuyas mentiras están acompañadas de verdades incluyen más detalles. Es decir, los buenos mentirosos calibran sus respuestas engañosas en función de información veraz. Por tanto, aparecen dos ideas contradictorias. Por un lado, si los mentirosos calibran la cantidad de detalles que informan en su mentira en función de una respuesta veraz anterior, un LBVC podría disminuir la discriminabilidad entre la mentira y la verdad. Sin embargo, si los mentirosos no pueden calibrar  sus respuestas, el uso de una LBVC tiene la posibilidad de mejorar la discriminación entre mentira y verdad. 

Es por ello que, en dos experimentos, se investigaron dos aspectos: primero, si proporcionar una LBVC influye en el detalle de una declaración posterior proporcionada por la misma persona; y segundo, si usar una declaración de LBVC mejoraría la capacidad de detección de mentiras gracias a las señales verbales. 

En el primer experimento participaron 171 personas; en el segundo, 138. En ellos básicamente se asignaba a los participantes el rol de decir la verdad o mentir según unas determinadas condiciones, bien explicadas en el artículo original, para después pasar su declaración completa por una herramienta utilizada para evaluar la credibilidad del discurso, que es el Reality Monitoring.

Los análisis mostraron la existencia de un patrón verbal interesante: las declaraciones objetivo (las principales y referentes a los temas de investigación) de los que dicen la verdad suelen incluir más detalles temporales y auditivos que su declaración de referencia, o su LBVC, mientras que los resultados de los mentirosos mostraban el patrón opuesto. 

En el primero de los experimentos no apareció ninguna evidencia de que el uso de una LBVC mejore la precisión a la hora de detectar verdades y mentiras. 

En el experimento número 2, los observadores que usaron la LBVC se volvieron peores en la detección de verdades, pero igualmente precisos en la detección de mentiras, en comparación con aquellos que no usaron la LBVC. 

Sin embargo, los autores mencionan que sus resultados deben interpretarse con cautela, porque el apoyo de éstos es débil y parece prematuro utilizarlos como referencia. Por tanto, animan a que otros investigadores continúen ahondando en este tema, y dejan la puerta abierta a futuros experimentos relacionados. 

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Amigos del Club del Lenguaje No Verbal, esta semana presentamos el artículo “Predicting Dishonesty When the Stakes are High: Physiologic Responses During Face-to-Face interactions identifies who Reneges on Promises to Cooperate”, de Zak, P. J.; Barraza, J. A.; Hu, X.; Zahedzadeh, G. y Murraya, J. (2022), en el que los autores realizan un experimento donde los sujetos participan en un juego financiero e intentan obtener pruebas de los cambios fisiológicos que, según la literatura previa, se producen en el cuerpo cuando uno miente. 

Ya sabemos que la comunicación y las interacciones cara a cara pueden influir en las decisiones que tomamos, debido a múltiples factores no verbales e incluso de distinta naturaleza que pueden activar estereotipos, como el género, la ropa, los tatuajes, el atractivo…

Esto es especialmente importante en los ámbitos estratégicos y de negociación, donde la comunicación puede aumentar la comprensión de los demás y reforzar la cooperación, mejorando los resultados para ambas partes. 

Además, un dato muy importante, es que las interacciones previas al momento de toma de decisiones, las charlas inocentes o banales, también influyen en el proceso estratégico. Se cree que, mayoritariamente, pueden aumentar la cooperación. 

Aún así, debemos tener en cuenta, en esta época en que las reuniones telemáticas sustituyen a las reuniones presenciales, que esta influencia de la comunicación se da mucho más fácilmente en las reuniones cara a cara y no tanto en las reuniones remotas. 

Sin embargo, las oportunidades de comunicarse también brindan la oportunidad de engañar y hacer trampas. El engaño y la manipulación son aspectos clave de muchas interacciones estratégicas, incluidas las operaciones militares, las negociaciones o incluso jugar al póker.

Pero hay malas noticias para los mentirosos: el ocultamiento y la distorsión requieren un esfuerzo cognitivo extra. El engaño involucra varios procesos cognitivos que son muy costosos, por ejemplo, el uso de la memoria de trabajo y la inhibición de respuestas. La excitación fisiológica, la ansiedad durante la comunicación, la dilatación de las pupilas, entre otras, son señales asociadas al engaño. 

Además, los niveles de estrés se pueden medir porque las hormonas asociadas a él aumentan su presencia en la sangre, por lo que, si mentir causa estrés, podría averiguarse cuándo está sucediendo si observamos el nivel de estas hormonas en nuestro cuerpo. 

Desde un enfoque evolucionista, se cree que las criaturas que viven en grupo, como los humanos, han tenido que desarrollar mecanismos fisiológicos para identificar a los individuos que probablemente cooperarán con el grupo o no. 

Algunos de estos mecanismos pueden ser reconocibles de forma consciente, como la sonrisa de Duchenne. Otros, sólo son percibidos de forma inconsciente. 

Las intenciones de los autores con este estudio eran evaluar la confianza entre adultos que se comunican cara a cara antes de participar en un juego donde, por parejas, y si cooperan, pueden ganar una suma importante de dinero. 

En el experimento participaron 75 sujetos. Tuvieron que participar en el llamado “juego de la confianza”. En él, un software les asignó parejas y un rol a cada una de las dos personas de  cada pareja. El jugador 1 debía transferir una cantidad de dinero al jugador 2, que saldría de su propia asignación. Lo transferido al jugador 2, se multiplicaría por un determinado valor. El jugador 2 sería avisado de la cantidad recibida y, de ésta, debería devolverle al jugador 1 una cantidad que no sería multiplicada. Si la cooperación entre ambos era buena, podían ganar hasta 500$.

Los expertos señalan que la transferencia del jugador 1 al jugador 2 mide la confianza, mientras que la transferencia del jugador 2 al jugador 1 mediría la confiabilidad. 

Sin embargo, lo más interesante de este experimento es que los jugadores tuvieron una charla de un par de minutos antes de participar en el juego. Se les comentó que podían discutir entre ambos una estrategia a seguir, aunque no era obligatorio. 

Los resultados obtenidos sugieren que, si bien casi todas las conversaciones entre las parejas del juego dieron como resultado un compromiso de cooperación, aproximadamente un tercio de los jugadores incumplieron sus promesas. La hipótesis inicial que tenían los investigadores era que se observarían niveles altos de hormonas del estrés en aquellas personas que mintiesen. Al medir los niveles hormonales antes y después de la interacción, se vio cómo quienes habían mentido tenían un aumento de este tipo de hormonas en sangre

Además, cuando los jugadores mintieron, reportaron, en autoinformes posteriores al juego, un aumento de las emociones negativas, lo que revela el coste psicológico del engaño. 

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Amigos del Club del Lenguaje No Verbal, esta semana presentamos el artículo “Strong, but Wrong: Lay People’s and Police Officers’ Beliefs about Verbal and Nonverbal Cues to Deception” de Bogaard, G.; Meijer, E. H.; Vrij. A. y Merckelbach, H. (2016), en el que los autores realizan un estudio para saber cómo de equivocados están policías y ciudadanos civiles con respecto a las pistas para detectar una mentira. 

La mentira es la gran protagonista de la comunicación no verbal. Hay estudios que informan de que decimos unas dos mentiras al día. Sin embargo, otros más recientes han demostrado que existen muchas diferencias a nivel individual cuando se trata de mentiras y no se puede considerar esta afirmación como absoluta. 

A pesar de esto, lo que todas las investigaciones afirman es que tenemos mucha experiencia en mentir y que nos mientan y, aún así, nuestra capacidad de detectar el engaño no suele superar el nivel del azar, incluidos los policías.

Una posible explicación puede ser que las personas a menudo tienen creencias incorrectas sobre qué señales son diagnósticas del engaño. Por ejemplo, la creencia de que los mentirosos tienden a apartar la mirada se ha demostrado errónea, pero aún así, la mayoría de las personas confía en ella. Strömwall y Granhag informaron de que la aversión a la mirada y un aumento del movimiento del cuerpo eran, para policías, jueces y fiscales, fuertes señales de engaño. 

Las personas tienden a depender en gran medida de las señales no verbales cuando emiten veredictos de engaño. Sin embargo, una gran cantidad de investigaciones muestra que el engaño no se puede inferir de forma confiable sólo a través del comportamiento. Se necesita, además, prestar atención a las señales verbales. 

Masip (que ha sido en varias ocasiones profesor de nuestro máster en Comunicación No Verbal y Detección de la Mentira) y Herrero, realizaron un estudio en el que preguntaron a policías y ciudadanos civiles cómo se pueden detectar mentiras. Ambos grupos mencionaron que confiaban, principalmente, en señales no verbales.

Como las personas tienden a confiar en las señales no verbales, el contenido verbal se suele ignorar en gran medida, a pesar de que las investigaciones muestran que la precisión del diagnóstico se puede mejorar cuando se confía en el contenido. Sorprendentemente, poca investigación ha analizado las creencias sobre este tipo de señales. 

Se han desarrollado varios métodos de evaluación de la veracidad que se basan específicamente en el contenido de una declaración, como el análisis de contenido basado en criterios (CBCA) o el reality monitoring (RM). 

El CBCA consta de 19 criterios que se espera que estén más presentes en las declaraciones verdaderas que en las inventadas. Por ejemplo, hay evidencia de que los mentirosos generalmente cuentan una historia menos coherente y es menos probable que hagan correcciones espontáneas en sus historias. Además, tienden a describir menos reproducciones de conversaciones. 

El CBCA se desarrolló originalmente para evaluar los testimonios de niños en casos de presuntos abusos sexuales, pero se ha utilizado en numerosos estudios con adultos en contextos distintos de forma exitosa. 

El RM se utiliza para evaluar si un recuerdo se ha originado a partir de una experiencia real o un evento imaginario. La razón de esto, es que es un recuerdo de una experiencia real surge de la percepción y, en consecuencia, contendrá más información sensorial, contextual y afectiva que los recuerdos que se originan en la imaginación.

Se ha encontrado apoyo en estudios previos para algunos criterios de RM, como por ejemplo, que los mentirosos incluyen menos información perceptiva, espacial y temporal en sus relatos, y que las historias de los mentirosos son menos plausibles que las historias de los que dicen la verdad.

En el estudio que nos ocupa, los autores exploran los puntos de vista de los participantes sobre las señales verbales y no verbales a través de preguntas abiertas, y, además, para examinar más a fondo su opinión sobre las señales verbales, se les hizo una serie de preguntas cerradas, obtenidas del CBCA y el RM. 

La muestra estuvo conformada por 95 policías y 104 estudiantes universitarios de los Países Bajos. Los agentes de policía eran detectives o interrogadores profesionales con una media de experiencia de 22 años. 

Cuando los estudiantes y oficiales de policía tuvieron la oportunidad de enumerar las señales que creían que indicaban engaño, hablaron de las señales no verbales estereotipadas y sin apoyo científico, como la aversión de la mirada, el nerviosismo, el movimiento exagerado o la sudoración. 

Además, mencionaron más señales no verbales que verbales para el diagnóstico de la mentira, lo cual está en línea con las investigaciones previas. 

En las preguntas abiertas, los policías mencionaron menos pistas que los estudiantes en general, pero dentro de aquellas que mencionaron, predominaban las pistas verbales

La mayoría de señales de comportamiento que mencionaron los participantes, se remontan a la idea de que mentir hace que los mentirosos se angustien, y esta angustia se muestra en sus expresiones faciales (se sonrojan, sudan, parpadean…), o en sus gestos (están inquietos, su cuerpo se mueve, aparecen gestos ilustradores…). Sin embargo, la gente subestima la importancia de los factores situacionales que pueden influir en el comportamiento de alguien. Por ejemplo, los que dicen la verdad también pueden estar nerviosos por otras razones además del engaño, si por ejemplo el estilo de la entrevista es intimidatorio o tienen miedo a no ser creídos. 

Los oficiales de policía son más cautos al hablar de señales de engaño, probablemente porque para ellos cometer errores en su trabajo es algo más serio que para los estudiantes entrevistados. 

Probablemente, estas creencias sean tan persistentes por la falta de feedback. Es decir, nadie confiesa si efectivamente ha estado mintiendo o no después de una entrevista y menos en un entorno policial. 

Una limitación del estudio es que sólo se investigaron las creencias sobre las mentiras y no se observó el rendimiento real de la detección del engaño. 

Aunque varios estudios ya han demostrado los peligros de confiar en señales no verbales estereotipadas, el estudio actual revela que las personas aún creen que estas señales son útiles para desenmascarar a los mentirosos. Para los profesionales, estas creencias son especialmente dañinas. Ser consciente de ellas podría ser suficiente para cambiar poco a poco su atención a las señales verbales, sobre las cuales, según los hallazgos de este artículo y literatura previa, deberían ser más precisas. 

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Amigos del Club de Lenguaje No Verbal, esta semana presentamos el artículo “Gender affects body language Reading” de Sokolov, A. A.; Krüger, S.; Enck, S.; Krägeloh-Mann, I. y Pavlova, M. A. (2012), que realizaron el que fue uno de los primeros estudios sobre las distintas capacidades de hombres y mujeres para entender el lenguaje no verbal.

La lectura del lenguaje corporal es de inmensa importancia para el comportamiento social adaptativo y la comunicación en general. Esta habilidad forma parte del núcleo de las competencias sociales.

Aquellas personas que son capaces de inferir emociones en los demás, representadas por movimientos corporales, probablemente tendrán más éxito a la hora de interactuar con otras personas.

Además, se puede discriminar entre engaño y verdad a través de observar el cuerpo y toda la información no verbal que nos transmite la persona, teniéndola en cuenta como un conjunto y analizando su congruencia.

Las expresiones corporales dinámicas, los gestos y las acciones de los demás, son una fuente muy rica y válida a la que prestar atención en nuestras interacciones sociales.

Se sabe, gracias a literatura previa, que las emociones expresadas por cuerpos dinámicos, en comparación con los rostros, provocan una mayor activación en varias áreas del cerebro, incluyendo el surco temporal superior, que es sumamente importante en el cerebro social.

Pero, ¿cómo saber en quién confiar? Estos juicios son vitales para la interacción social, y parece que hombres y mujeres presentan diferencias en las señales a las que prestan atención.

De acuerdo con las creencias generalizadas, las mujeres muestran una mayor sensibilidad a las señales no verbales: discriminan mejor la amistad del interés sexual y son más competentes en el reconocimiento de emociones en el rostro. Incluso las mujeres con síndrome de Asperger reconocerían mejor las emociones de rostros dinámicos que los hombres.

Además, las mujeres tienden a reconocer mejor las emociones de los rostros que de las voces, mientras que los hombres, muestra la tendencia opuesta.

Sin embargo, sorprendentemente, se desconoce en gran medida el impacto de género en la lectura del lenguaje corporal. En un estudio realizado a principios de los años 80, se apuntaba a la superioridad de las mujeres en la lectura de éste, pero no hay mucha más literatura al respecto, como sí ocurre con otros aspectos de la comunicación no verbal.

El artículo tiene la intención de dar un paso inicial para llenar el vacío y aclarar si el género del perceptor afecta al reconocimiento de las expresiones emocionales transmitidas por las acciones de los demás y, de ser así, como lo hace. Más específicamente, los autores se preguntan si el género afecta al reconocimiento de las emociones representadas por el movimiento del cuerpo o, en otras palabras, si las hembras sobresalen en el reconocimiento de las acciones emocionales, y si los efectos de género dependen del contenido emocional de las acciones.

Con este fin, los autores reunieron a 34 adultos sanos de entre 20 y 36 años que se inscribieron en el estudio. Se les presentaron pantallas de puntos de luz que representaban a una persona llamando a la puerta con diferentes expresiones emocionales (feliz, neutral o enfadada).

Se aprovechó la técnica de punto de luz porque ayuda a aislar la información revelada por la aparición de otras señales. Los perceptores vieron solo unos pocos puntos brillantes colocados en las articulaciones principales de un brazo que, de otro modo, sería invisible.

Los resultados obtenidos arrojaron información interesante. Parece ser que el efecto del género estaría relacionado con el contenido emocional de las acciones.

Las mujeres tienden a sobresalir en el reconocimiento de los golpes enfadados, mientras que los hombres destacan en el reconocimiento de las acciones felices.

Además, las mujeres superan a los machos en el reconocimiento de golpes emocionalmente neutrales.

A las mujeres se les ha asociado socialmente con una alta sensibilidad a las señales emocionales y detalles sutiles, ocurriendo al revés con los hombres, que pueden tener un mejor desempeño en el reconocimiento de expresiones amenazantes negativas.

Estas suposiciones se basan en los diferentes roles evolutivos y socioculturales de ambos géneros.

Los datos concuerdan con los hallazgos que muestran que los hombres parecen exhibir una activación cerebral más fuerte en respuesta a imágenes positivas (que representan paisajes, actividades deportivas, familias o escenas eróticas) que las mujeres.

Por último, las mujeres tienen ventaja en el reconocimiento de movimientos neutrales. Sugiere que están mejor sintonizadas con la falta de contenido emocional en las acciones corporales.

Los autores señalan que la investigación futura debe estar dirigida a descubrir las diferencias sexuales en la actividad cerebral durante la lectura del lenguaje corporal. Dicha investigación, también arrojaría luz sobre las diferencias de sexo en las condiciones neuropsiquiátricas caracterizadas por deficiencias en la cognición social, como trastornos del espectro autista, depresión o esquizofrenia.

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Amigos del Club de Lenguaje No Verbal, esta semana presentamos el artículo “The Limits of Conscious
Deception Detection: When Reliance on False Deception Cues Contributes to Inaccurate Judgements”,
de Stel, M.; Schwarz, A.; van Dijk, E. y van Knippenberg, A. (2020), en el que los autores exploran las
ideas del pensamiento inconsciente, de las señales falsas de engaño y de la capacidad de las personas
para detectar las mentiras.

En varios artículos hemos visto cómo la capacidad de detectar el engaño, además de ser uno de los campos más interesantes en el estudio del lenguaje no verbal, es una habilidad sumamente importante y práctica en la vida cotidiana.

Sin embargo, es importante recordar que la mayoría de estudios demuestra que el nivel de esta habilidad no suele superar el nivel de la probabilidad.

Uno de los argumentos esgrimidos para explicar esto, es que las personas tenemos la tendencia a creer en la información que se nos presenta, lo que se denomina sesgo de la verdad o el “valor predeterminado de la verdad”. Como la mayoría de las comunicaciones son honestas la mayor parte del tiempo, los beneficios de creer superan los costes del engaño ocasional.

Por tanto, se entiende que las personas pueden detectar verdades con mayor precisión que las mentiras. Entonces, si un exceso de confianza se interpone en el camino de una detección exitosa del engaño, ¿no sería la desconfianza un antídoto para ello?

Los autores investigan en este artículo si la capacidad de las personas para detectar el engaño varía en función de si sienten o no desconfianza.

Investigaciones previas mostraron que aumentar la sospecha disminuiría el sesgo de verdad. Sin embargo, los estudios sobre los efectos de la sospecha en la precisión de la detección del engaño nos ofrecen resultados mixtos: en algunos con resultados positivos y en otros con resultados negativos.

Pero sólo unos pocos estudios sobre la detección del engaño se centraron en los efectos de la desconfianza en lugar de la sospecha. Son conceptos parecidos, pero distintos. En un estado de sospecha, los perceptores no están seguros de las motivaciones de los demás; mientras que en un estado de desconfianza, se suman las expectativas negativas sobre estas motivaciones.

Como resultado, los perceptores que sospechan están más dispuestos a buscar información para
determinar si las motivaciones de otra persona son honestos o no. Por otro lado, la desconfianza afecta a la necesidad del perceptor de enfrentarse a una situación posiblemente amenazante. Al tener efectos diferentes, es probable que afecten también de forma distinta a las habilidades de detección del engaño. Según algunos expertos, la desconfianza indica que el entorno no es normal y, como resultado, las personas evitan las estrategias rutinarias y examinan de forma más detallada el comportamiento de las personas. Esto fomenta el procesamiento consciente deliberado, mientras que cuando tenemos señales de que una situación es segura, se fomenta el procesamiento cognitivo de menor esfuerzo.

Es decir, se sugiere que un estado de desconfianza promovería el procesamiento consciente de la
información, mientras que un estado de confianza, promovería el procesamiento intuitivo o inconsciente.
Las decisiones para ambas formas de pensamiento tienen diferencias: para las decisiones de pensamiento inconsciente, la atención se dirige a otra parte antes de tomarlas; para las decisiones conscientes o automáticas, la decisión se toma de forma inmediata. Todo esto, hace que estas ideas se conviertan en atractivas para los autores y decidan explorarlas.

Otros hallazgos sugieren que los procesos conscientes pueden obstaculizar la capacidad de detectar el
engaño. Juzgar si una persona es veraz o nos engaña, puede ser una decisión compleja de tomar. Primero, se evalúan las señales, como el nivel de detalle, la plausibilidad del relato…, y esto es cognitivamente exigente. En segundo lugar, se debe procesar el contenido verbal y no verbal, y prestar atención a diferentes tipos de señales observables. Debido a que juzgar si una persona dice la verdad o no, es un proceso exigente, la teoría del pensamiento inconsciente sugiere que la detección del engaño se puede manejar mejor con él, ya que se supone que el pensamiento inconsciente tendría más capacidad de procesamiento.

La investigación dedicada directamente al pensamiento consciente e inconsciente, mostró que la capacidad de las personas para detectar el engaño aumentó cuando se les impidió deliberar de forma consciente sobre la información presentada.

Para el experimento realizado, los autores utilizaron una manipulación encubierta, haciendo que los observadores adoptaran expresiones faciales de desconfianza (ojos entrecerrados) o confianza (ojos muy abiertos). De esta forma, se buscaba inducir esos estados de ánimo, basándose en estudios previos.

Participaron un total de 93 estudiantes unversitarios que vieron ocho fragmentos de vídeo que mostraban a una persona mintiendo o diciendo la verdad. Después, se preguntó a los participantes cuánto confiaban
en esta persona, siendo necesaria una puntuación en una escala para medir este aspecto.

Se realizó un segundo estudio en el que se investigaba si la confianza en el uso de indicadores falsos del engaño influía en la desconfianza en la detección. En éste participaron 54 personas, siendo el experimento similar al primero, sólo que los participantes debían explicar por qué confiaban o desconfiaban de las personas de los vídeos.

Aunque se esperaba que aumentar la desconfianza redujese el sesgo de verdad, los resultados no mostraron que las personas que desconfían fuesen menos propensas a confundir una mentira con una verdad. Por el contrario, sucedió que la desconfianza llevó a los participantes a confundir verdades con mentiras.

Es decir, la desconfianza llevó a los participantes a juzgar incorrectamente a aquellos que decían la verdad como mentirosos. Además, con el estudio 2, se mostró que las personas que desconfiaban se basaban más en creencias falsas acerca de la mentira al juzgar a los que decían la verdad, que al juzgar a los mentirosos.

Aunque finalmente no se probó de forma directa la existencia o no de beneficios en los juicios de engaño
inconscientes, mostraron que los modos de pensamiento inducidos contextualmente afectan a la capacidad de detectar el engaño, cuando se indujo la confianza o la desconfianza en los sujetos.

Una limitación es que la muestra del estudio 2 es bastante pequeña, y como tal, los resultados deben
interpretarse con precaución.

Como conclusión, los autores demostraron que la desconfianza contextual obstaculiza la capacidad de las personas para detectar el engaño, especialmente para aquellos que dicen la verdad, que en muchas
ocasiones son juzgados como mentirosos.

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Amigos del Club del Lenguaje No Verbal, esta semana presentamos el artículo “Do not think carefully? Re-examining the effect of unconscious thought on deception detection” de Wu, S.; Mei, H. y Yan, J. (2019), en el que los autores realizan un estudio para saber si el pensamiento inconsciente mejora nuestra capacidad de detectar engaños en comparación con el pensamiento consciente.

Los estudios de lenguaje no verbal sobre detección del engaño han descubierto que las personas, en realidad, no somos buenas diferenciando entre verdades y mentiras. De hecho, nuestro porcentaje de aciertos suele estar sólo ligeramente por encima del nivel de la probabilidad.

Los psicólogos han dado numerosas explicaciones a estos resultados: puede ser que los individuos no podamos procesar de forma consciente tanta información compleja en tan poco tiempo, debido a nuestros recursos cognitivos limitados; además, las diferencias entre los mentirosos y quienes dicen la verdad son muy pequeñas; por último, los individuos poseen creencias incorrectas sobre cómo detectar a los mentirosos.

Los investigadores, en uno de los muchos intentos por superar este porcentaje de precisión, han propuesto que el pensamiento inconsciente podría mejorar nuestra capacidad de detección de la mentira.

¿Por qué? Porque todas las razones anteriores están relacionadas con la consciencia, entonces, es posible que podamos mejorar la capacidad de detectar el engaño restringiendo el pensamiento consciente o promoviendo el inconsciente.

Pero ¿qué son estos términos? La teoría del pensamiento inconsciente propuso que las personas que se dedican a este, pueden obtener mejores resultados al tomar decisiones complejas.

El pensamiento consciente se refiere a procesos de pensamiento relevantes para el objetivo del momento, que ocurren cuando la atención se enfoca, también, en la tarea objetivo. El pensamiento inconsciente se refiere a procesos de pensamiento que también son relevantes para el objetivo del momento, pero que ocurren cuando la atención consciente se enfoca en tareas que distraen.

En un experimento mencionado en el artículo, se encontró que el desempeño de los individuos en una tarea objetivo mejoraba después de la tarea de distracción. Sin embargo, en otros estudios, no se encontró evidencia sustancial de este efecto. Incluso los estudios que obtuvieron efectos significativos fueron criticados por muestras muy pequeñas y otras limitaciones.

También se han realizado experimentos online, pero es difícil supervisar y controlar los comportamientos reales de los participantes en estas condiciones.

Por tanto, el primer objetivo del artículo es observar los efectos del pensamiento inconsciente en la detección del engaño mediante experimentos de laboratorio.

Para comprender mejor el efecto del pensamiento inconsciente es útil identificar señales o información específicas que éste utiliza para tomar una decisión. En un experimento citado en el artículo, se descubrió que la posición natural, la tensión vocal y la duración de las pausas eran señales efectivas que ayudaban a los participantes con la condición de pensamiento inconsciente a tomar decisiones precisas.

Dado que estas son señales no verbales, es posible que el pensamiento inconsciente sea más sensible a señales no verbales. Además, casualmente, hay algunas evidencias que apoyan lo contrario para el pensamiento consciente.

El primero de los experimentos realizados se llevó a cabo con 145 estudiantes, que serían los sujetos de investigación. Se invitó a otros 16, que serían los que producirían estímulos. A éstos se les pidió que describieran la experiencia de un viaje, algunos debían mentir y otros decir la verdad. Posteriormente, fueron grabados en vídeo mientras narraban su viaje.

A los estudiantes sujeto de investigación se les asignó al azar la condición de decisión inmediata o la condición de pensamiento inconsciente.

En el primer caso, debían hacer un juicio inmediato después de que se les presentara cada estímulo. Estos estímulos consistieron en vídeos y audios.

En el caso de los sujetos asignados a la condición de pensamiento inconsciente, primero se les pidió que escucharan los estímulos sin emitir juicios. Después, que realizasen un sudoku durante 3 minutos. Por último, debían tomar su decisión sobre las narraciones.

La precisión media de todos los participantes fue del 47,93%. Los resultados no apoyaron, en principio, la hipótesis de los autores. El pensamiento inconsciente no mostró ninguna ventaja en la detección del engaño en comparación con la decisión inmediata.

Teniendo esto en cuenta, se considera que es muy pronto para sacar conclusiones en una u otra dirección.

En el segundo estudio, se presentó el estímulo para distraer a los sujetos mientras éstos debían tomar las decisiones objetivo.

La precisión total del grupo de pensamiento inconsciente fue mayor en el segundo estudio que en el primero. Una explicación puede ser que en el segundo estudio se les dio un tiempo de 20 minutos a los sujetos para completar las tareas, en lugar de 3.

Para comprender mejor estos resultados contradictorios, los investigadores deben construir una teoría más específica que se centre en los límites y los requisitos del efecto del pensamiento inconsciente, para explicar cómo, cuándo y por qué los procesos inconscientes pueden aumentar la capacidad de detectar el engaño.

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Amigos del Club del Lenguaje No Verbal, esta semana presentamos el artículo “A liar and a copycat: nonverbal coordination increases with lie difficulty” de Van Der Zee, S.; Taylor, P.; Wong, R.; Dixon, J. y Menacere, T. (2020), en el que los autores investigan si la coordinación interpersonal aumenta o disminuye cuando se está mintiendo.

En varias ocasiones hemos hablado de la mentira, de cómo reconocerla y de cuáles son los efectos observables que tiene en las personas.

Por ello, ya sabemos que la mayoría de los estudios sobre el engaño y el comportamiento no verbal se enfocan en la conducta de los entrevistados cuando tienen la tarea de mentir o decir la verdad, y también en el comportamiento de los entrevistadores, que tienen la tarea de determinar la veracidad del relato.

Sin embargo, pocos consideran el conjunto de la interacción.

Esto sorprende a los autores porque el impacto que el interlocutor tiene en el entrevistado forma parte de las explicaciones de por qué cambia el comportamiento cuando mentimos.

Por ejemplo, se cree que el aumento de carga cognitiva asociado al proceso de mentir, se debe en gran parte a la necesidad de crear y mantener un relato coherente mientras se presta atención a las reacciones del entrevistador.

Es decir, la mayoría de la literatura nos sugiere que las muestras conductuales de los procesos cognitivos y sociales de la mentira, probablemente se observan mejor en una dinámica de comportamiento interpersonal.

Una de estas muestras conductuales que parecen fundamentales, tanto para la interacción interpersonal como para la mentira, es la coordinación no verbal, los movimientos sincrónicos que ocurren entre dos personas que comparten una interacción.

Se cree que este tipo de coordinación puede haber evolucionado para permitir a los individuos mantener relaciones armoniosas con los miembros de un grupo, facilitando el comportamiento social.

Sin embargo, en el reino animal, la imitación de los comportamientos de las presas es una técnica engañosa que permite la supervivencia de muchos depredadores.

Podemos extrapolarlo a las relaciones humanas si pensamos en que, tal y como describe un artículo mencionado en este trabajo, habría una mayor coordinación del movimiento de la cabeza en conversaciones engañosas en comparación con las conversaciones honestas.

Los autores creen que mentir podría afectar a la coordinación no verbal interpersonal de dos formas radicalmente opuestas.

Por un lado, la mentira podría aumentar la coordinación siguiendo la idea de que las demandas cognitivas del engaño dejarían al mentiroso con menos recursos para controlar su comportamiento social.

¿Por qué? Existen estudios que sugieren que liderar la propia conducta rítmica, en lugar de seguir a la conducta del interlocutor, requeriría inhibir las acciones de éste, o al menos mejorar la representación de las propias acciones de uno. Y esto es una conducta que demanda un gran esfuerzo cognitivo.

Por lo tanto, si los mentirosos tienen menos recursos cognitivos para dedicar a la gestión de sus señales sociales, se puede esperar que demuestren una mayor coordinación.

Por el otro lado, la otra opción se relaciona con la tendencia de las personas a paralizarse en respuesta a factores estresantes o amenazas sociales. Este “congelamiento” podría conducir a una disminución de coordinación.

Las señales del engaño, como la dilatación de la pupila o el aumento de la tensión, podrían indicar que mentir es, efectivamente, estresante. Por ello, se podría esperar que los mentirosos que “se congelan” muestren una coordinación reducida en comparación con las personas que dicen la verdad.

Para comprobar esto, los autores llevaron a cabo dos experimentos en los que, básicamente, se explicó a unos participantes que debían mentir a diferentes niveles (mentiras sencillas, complejas o muy complejas), infiltrarse en un grupo, entre otras actividades. Lo interesante es que se realizó una monitorización de su conducta no verbal mientras el participante llevaba a cabo estas tareas.

Entre los resultados obtenidos, se encuentran las siguientes ideas.

Lo principal y más interesante es que parece existir evidencia de que la coordinación no verbal aumenta junto a la dificultad de mentir.

Esto sería consistente con la hipótesis primera, que sostiene que el mimetismo aumentaría cuando la carga cognitiva aparece, debido a una mayor dependencia de los procesos automáticos de la conducta interpersonal.

Además, este hallazgo es coherente con la idea de que los procesos automatizados pueden volverse más frecuentes cuando las personas se cargan cognitivamente.

El hecho de haber obtenido estos resultados convierte el mimetismo automático en una pista hasta ahora inexplorada para el engaño.

Cuando intentan parecer creíbles, los mentirosos pueden implementar contramedidas como evitar los comportamientos asociados con la mentira o mostrar deliberadamente comportamientos asociados con la honestidad. También podría ser posible que la consecuencia de estos efectos puede ser la coordinación recíproca, lo que tiene el efecto de disminuir la capacidad del entrevistador para identificar el engaño.

Esto sugeriría que mentir no siempre es más difícil que decir la verdad, especialmente cuando hablamos de mentiras simples.

En próximas investigaciones, a los autores les gustaría investigar quién es quien lidera el cambio del grado de coordinación, si el entrevistado o el entrevistador, ya que lo consideran un punto muy interesante.

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Amigos del Club del Lenguaje No Verbal, esta semana presentamos el artículo “Sitting in judgment: How Body Posture Influences Deception Detection and Gazing Behavior”, de Zloteanu, M.; Krumhuber, E. G. y Richardson, D. C. (2021), en el que los autores estudian si cambiar la postura corporal afecta a la habilidad de las personas de percibir e interpretar el comportamiento de los demás.

Un campo de estudio muy popular dentro de la comunicación no verbal es la detección del engaño.

La realidad es que, aunque nos creamos muy buenos para ello, somos bastante malos. Nuestras probabilidades de acierto están en torno al azar, aunque tengamos ciertos estudios destinados a detectar la mentira. Y, además, tendemos a considerar como verdad lo que se nos cuenta.

Investigaciones recientes citadas en el artículo, han demostrado que los cambios de postura parecen tener efectos sistemáticos y causales en cómo vemos el mundo y cómo nos vemos a nosotros mismos. Un ejemplo de esto sería el “power-posing” que se ha venido dando a conocer en los últimos años.

Entonces, si existen estudios que corroboran que mantener una postura en concreto durante determinado tiempo puede hacernos sentir más seguros y poderosos, ¿podrá también la postura hacernos mejores o peores detectores de mentiras?

Este es el interrogante que se plantean los autores del artículo, y el motivo por el cual creen que la investigación es tan importante.

Las posturas transmiten mucha información en lenguaje no verbal, por ejemplo, amistad u hostilidad. Afectan a cómo somos percibidos, cómo percibimos nosotros y cómo interpretamos información. Incluso tienen efectos a nivel cognitivo y de memoria, según algunas investigaciones.

Los autores se preguntan cuáles son las diferencias que aparecerían en nuestra capacidad de detectar mentiras según si adoptamos una postura de apertura o de cierre cuando observamos al objetivo a analizar.

Pero ¿qué es una postura de apertura o cierre?

Tradicionalmente se ha venido entendiendo como postura de apertura, por ejemplo, sentarse con los brazos y piernas descruzados, con el cuerpo ligeramente reclinado. Básicamente, sería una postura con la que transmitimos tranquilidad e interés por la interacción.

Por otro lado, una postura de cierre sería una en la que nos sentamos con brazos y piernas cruzados, con el cuerpo rígido. Sería una postura que adoptaríamos cuando nos sentimos amenazados, incómodos o aburridos; en definitiva, no habría interés por la interacción.

La hipótesis de la que parten los autores y que pretenden comprobar con sus estudios es la siguiente: si la postura influye en los encuentros sociales, aquellos “jueces” (entendiendo por jueces a las personas que deben descubrir si alguien está mintiendo o no) que adopten una postura abierta deberían prestar mayor atención a la información no verbal e integrarla de forma óptima en los juicios sobre veracidad que deban hacer.

¿Ocurrirá tal y como los autores esperan?

Para responder a esto realizaron dos estudios. El primero de ellos tenía como objetivo saber si adoptar una postura de apertura o cierre influye en los juicios sobre el engaño. El segundo, introduce la variable de la mirada, para saber a qué lugares se dirige según tengamos una u otra postura.

A los participantes de ambos estudios se les hizo visionar un total de 12 vídeos, en 6 de ellos la persona que aparecía estaba mintiendo y en los otros 6, decía la verdad.

Los sujetos fueron instruidos brevemente acerca de las microexpresiones faciales que se identifican con cada una de las emociones básicas y además, realizaron un test sobre empatía, ya que como sabemos, este es un elemento importante a la hora de inferir emociones.

Tras el primer estudio, parece ser que adoptar una postura de apertura resulta en una mayor discriminación entre verdades y mentiras, comparado con adoptar posturas de cierre. Este efecto era más visible cuando la persona en cuestión tenía unos niveles más altos de empatía.

En el segundo estudio, cuando las personas adoptaban posturas de apertura, parece que no miraban tanto a las manos como las personas que adoptaban posturas de cierre. En general, con posturas de apertura se les prestaba menos atención a los canales de comunicación no verbal, en contra de lo que en principio podría parecernos lógico.

La explicación que encuentran los autores para este último dato es que quizá, cuando la gente adopta posturas de apertura, le dedica más recursos a procesar información social. De esta forma, la postura podría afectar a cómo los jueces procesan la información que les llega, pero no a cómo inspeccionan a sus objetivos.

Como suele pasar, siempre hay alguna limitación en el estudio que se debe mencionar. Por ejemplo, no se midió la capacidad de cada sujeto para reconocer las emociones que mostraban las personas de los vídeos. Por otro lado, tampoco se estudiaron posibles sesgos de género.

Los autores recomiendan que las investigaciones futuras subsanen estos puntos para obtener resultados más prometedores. Además, señalan la importancia de continuar investigando esta área de aplicación del lenguaje no verbal. Porque a todos nos interesa reconocer cuándo nos mienten y cuándo no, ¿verdad?

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