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Amigos del Club del Lenguaje No Verbal, esta semana presentamos el artículo “Communication and Emotional Vocabulay; Relevance for Mental Health Among School-Age Youths”, de Rimehaug, T. y Karstad, S. B. (2022), en el que los autores realizan un estudio para saber si es importante para la salud mental de niños y jóvenes el tener un vocabulario emocional rico.

A lo largo de los diferentes posts de este blog hemos visto cómo el lenguaje no verbal es inmensamente importante para que exista la comunicación y, cómo el entendimiento y comprensión de éste, contribuyen a que existan interacciones efectivas y satisfactorias. 

Pero ¿qué pasa con el comportamiento verbal? ¿Cómo afecta a nuestras relaciones, a nuestro modo de desarrollarnos individual o colectivamente? ¿Cómo afecta a nuestra salud mental?

Existe la suposición generalizada de que el lenguaje es importante para la salud mental de distintas formas: tanto por la influencia del lenguaje en el desarrollo humano, como por la influencia de la salud mental en nuestra comunicación. 

Es decir, normalmente se espera que un buen desarrollo del lenguaje sea un factor de protección contra problemas de salud mental ya que contribuye a que, por ejemplo, tengamos un buen funcionamiento social o la capacidad de resolver problemas cognitivos con mayor facilidad.

Sin embargo, el lenguaje y la comunicación también pueden aumentar la capacidad de rumiación, los malentendidos, los conflictos sociales… 

Desentrañar qué aspectos del lenguaje y la comunicación son los más importantes es algo que aún está en progreso. Pero aquellos aspectos que se proponen como tales pueden ser la variedad y riqueza de éste, así como su complejidad; la comprensión de conceptos y expresiones emocionales, o el entendimiento de los mecanismos y procesos sociales. 

A pesar de esto, se ha demostrado que el vocabulario, específicamente el vocabulario emocional, actúa como un recurso para contribuir al correcto desarrollo de la función social, al mejorar el comportamiento prosocial, reducir el riesgo de victimización y rechazo, etcétera. 

Además, el lenguaje emocional puede expresar emociones e informarnos sobre las reacciones emocionales de los demás en la interacción social; también escuchar atentamente nuestro discurso emocional, lo que puede influir en nuestras emociones. 

Por tanto, tanto la salud mental positiva como la negativa podrían relacionarse con el lenguaje y la comunicación, y posiblemente, más con la comunicación emocional. Por ello, es posible que un vocabulario emocional rico y matizado pueda ser beneficioso para la salud mental, al servir para la regulación emocional y el apoyo social, aunque también existe la posibilidad de usar el lenguaje de manera que cree o agrave los problemas de salud mental. 

Se ha demostrado cómo aquellos que reciben intervenciones de salud mental dirigidas (dicho de otra forma, psicoterapia), son capaces de cambiar y mejorar su salud mental a través de la comprensión emocional y las habilidades de comunicación, en relación con aquellos que no la reciben. 

En psicoterapia, a menudo se refieren a esto como “la cura a través del habla”. De hecho, el lenguaje ha tenido un papel muy importante en la psicoterapia desde sus inicios hasta los avances recientes en la terapia cognitivo-conductual. Esto sucede porque la psicoterapia se centra, a menudo, en la búsqueda de palabras y narrativas que puedan expresar y clarificar las experiencias de la vida, incluso moldearlas o reinterpretarlas. 

En estos procesos, el lenguaje emocional deficiente puede ser un obstáculo, y por ello es algo que se va desarrollando según se avanza en las sesiones.

En el presente estudio, los autores se centraron específicamente en las asociaciones entre la salud mental positiva y negativa (entendiendo la primera como los comportamientos prosociales, y la segunda como problemas emocionales o conductuales) y el vocabulario emocional. 

Hay relativamente pocos estudios que investiguen el papel específico del vocabulario emocional en la salud mental. La hipótesis de los autores es que el vocabulario emocional podría ser más importante para la salud mental que el vocabulario general, y reflejar así un recurso específico más allá de la inteligencia y las habilidades de comunicación.

En el estudio se utilizó una tarea de etiquetado libre, en la que se debían utilizar una serie de palabras y frases utilizadas para describir expresiones faciales asociadas comúnmente a emociones. Participaron 410 estudiantes de entre 10 y 16 años, acompañados de sus padres. 

Los resultados indicaron que el vocabulario emocional en los jóvenes escolares no es un recurso general para la salud mental, y lo mismo se aplicaría al vocabulario en general.

Sin embargo, el lenguaje pragmático, las habilidades para comunicarse de manera efectiva, se asociaron negativamente con problemas de conducta e hiperactividad, no ocurriendo lo mismo con los problemas emocionales y sociales.

Las habilidades pragmáticas también se asociaron positivamente con el comportamiento prosocial, lo que indica que éstas son un factor de recursos para los aspectos positivos de la salud mental. 

En resumen, el vocabulario emocional no mostró una asociación más fuerte con la salud mental que el vocabulario en general, pero las habilidades pragmáticas, en parte, sí. 

La sugerencia es que ampliar el vocabulario emocional per se, es poco probable que mejore la salud mental, a menos que la expansión del vocabulario se integre con mejoras en la comunicación social. 

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