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Amigos del Club del Lenguaje No Verbal, esta semana presentamos el artículo “Gender Biases in Estimation of Others’ Pain”, de Zang, L.; Reynolds Losin, E. A.; Ashar, Y. K.; Koban, L. y Wager, T. D. (2021), donde los autores realizan dos experimentos para saber si las mujeres sienten o expresan más dolor que los hombres o es al contrario. 

La estimación precisa del dolor de los demás a partir de señales no verbales es un aspecto esencial de la comunicación interpersonal, ya que es la base de la empatía y los cuidados. 

Reconocer el dolor de los demás es una habilidad interpersonal cada vez más valiosa, tanto para los médicos como para el resto de la población. 

Aunque el dolor se suele evaluar a través de autoinformes, el reconocimiento de las expresiones faciales de dolor es una parte muy importante de la evaluación. 

Como las expresiones de dolor son comportamientos comunicativos, las interpretaciones de los observadores de esas expresiones son un aspecto crucial de la comunicación del dolor. Estas interpretaciones se ven afectadas no sólo por las características de las expresiones de dolor, sino también por el conocimiento del observador y los sesgos que tenga sobre el dolor y las características de quienes lo padecen. 

Por ejemplo, varios estudios han probado que es más probable que se recomiende tratamiento psicológico para las mujeres que sufren una dolencia más que para los hombres, a los que se les recetan analgésicos. Por tanto, las pacientes femeninas tardan más tiempo en recibir medicación analgésica. Sin embargo, es importante señalar que existen otros estudios sobre los sesgos sexuales en el tratamiento del dolor que muestran el patrón opuesto, o ninguna diferencia sexual significativa. 

A pesar de las evidencias clínicas de subestimación y tratamiento insuficiente del dolor en las pacientes femeninas, los hallazgos de laboratorio sobre los sesgos sexuales han sido inconsistentes y de hecho, en algunos estudios se ha determinado que las mujeres sienten más dolor que los hombres, teniendo en cuenta sus expresiones faciales. 

Es decir, parece que una gran parte de los resultados en la evaluación del dolor la deciden las expresiones faciales. Por tanto, controlar las medidas objetivas de la expresividad facial en general y del dolor en particular, es un paso importante para aislar el sesgo del perceptor. 

En este contexto también existen estereotipos de género relacionados con el dolor, por ejemplo, que las mujeres se quejan más que los hombres y no informan de forma precisa de su dolor, o que los hombres son más sensatos y cuando se quejan de su dolor, es real. Estas creencias afectarían a la evaluación del dolor y su tratamiento. 

Para profundizar en el tema, los autores realizaron dos experimentos. Primero, compararon las diferencias en la estimación del dolor en hombres y mujeres, controlando que haya el mismo nivel de expresividad facial y también controlando el dolor autoinformado por los pacientes. Esto es necesario porque la cantidad de dolor que experimentan los pacientes es muy variable, también porque la respuesta facial al dolor es una de las señales más destacadas que utilizamos para estimar el dolor, y por último, porque la expresividad de los pacientes puede afectar a las estimaciones del observador a través de la empatía. 

Para el experimento 1, participaron 50 voluntarios que tuvieron que ver una serie de videos de rostros de personas que experimentaban algún dolor. Cada vídeo fue codificado a través del sistema FACS, y fueron especialmente relevantes las unidades de acción AU4 (descenso de las cejas), AU6 y 7 (contracción de los párpados), AU9 y 10 (contracción del elevador) y AU43 (cierre de ojos). Estas unidades de acción son representativas de la emoción del dolor.

Además, los vídeos incluían un autoinforme de los pacientes donde calificaban su propio dolor. 

El objetivo de este experimento fue probar si el sexo de los pacientes afecta a la estimación del dolor según los observadores. La hipótesis era que si no se controlaba la intensidad de las expresiones faciales, las pacientes femeninas serían percibidas como con más dolor que los pacientes masculinos. Si, por otro lado, hubiese niveles similares de expresión y dolor autoinformado, serían los pacientes masculinos los que serían percibidos como pacientes con más dolor. 

Los resultados no respaldaron las hipótesis. No se percibió que los pacientes masculinos y femeninos tuvieran diferentes grados de dolor antes de controlar el dolor, la expresividad facial y el dolor autoinformado del paciente. Sin embargo, se percibió que las pacientes femeninas tenían menos dolor que los pacientes masculinos cuando sí se controlaban las expresiones faciales y los autoinformes. 

El segundo experimento fue muy similar, salvo que se añadieron unos cuestionarios de opinión sobre el tratamiento para el dolor y los estereotipos de género. 

En general, se subestimó el dolor de las mujeres en relación con el dolor autoinformado, mientras que sobreestimaron el de los hombres. Además, las pacientes femeninas, según los observadores, se beneficiarían más de la psicoterapia que los pacientes masculinos. 

La subestimación del dolor y la psicologización en el tratamiento del dolor de las mujeres podría tener efectos secundarios muy negativos en su salud. Por tanto, se debe tener en cuenta la existencia de estos estereotipos y actuar en consecuencia, para que tanto hombres como mujeres reciban el tratamiento que necesitan y su salud no se vea perjudicada. 

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Amigos del Club del Lenguaje No Verbal, esta semana presentamos el artículo “Eye size affects cuteness in different facial expressions and ages”, de Yao, L.; Dai, Q.; Wu, Q.; Liu, Y.; Yu, Y.; Guo, T.; Zhou, M.; Yang, J.; Takahashi, S.; Ejima, Y. y Wu, J. (2022), en el que los autores realizan dos experimentos para investigar cómo influye el tamaño de los ojos en la percepción de ternura. 

El rostro es un estímulo visual especial, con el que estamos familiarizados, y que es capaz de transmitir información emocional a los demás, como la ternura y la belleza. 

La ternura es un estímulo positivo que es provocado, a menudo, por observar bebés humanos o crías de animales. Y esto puede estar relacionado con que la razón de ser de la ternura es la búsqueda de la empatía y la compasión de los observadores, debido a que bebés humanos y animales necesitan de mayores cuidados en edades tempranas. Esto es coherente con los hallazgos de algunos estudios, que han demostrado que la percepción de la ternura de los niños disminuye a medida que crecen y se hacen más autónomos e independientes. 

Lorenz describió, en torno a los años 40, la existencia de un “esquema del bebé”, que sería un mecanismo innato para generar comportamientos de cuidado, y estaría formado por un conjunto de rasgos infantiles, tales como una cabeza y ojos grandes, mejillas y forma corporal regordetas, nariz y boca pequeñas y extremidades cortas y gruesas. Estas características pondrían en funcionamiento el mecanismo, considerando más bonitos a los niños que las poseen y atrayendo la atención y el cuidado de los adultos. 

Otro estudio añadió que la ternura provocada por el “esquema del bebé” no se limitaba sólo a los bebés, sino que los adultos que poseen esos rasgos son también considerados más tiernos. 

Pero, dentro del rostro ¿cuál es el rasgo que más nos suele llamar la atención? Efectivamente, los ojos. Son una característica facial tremendamente importante. Emery argumentó que los ojos contienen la información más importante sobre la identidad y el estado emocional de las personas. 

En un estudio realizado en 2014 y citado en el artículo, se dividieron fotografías de caras de bebés en tres zonas: ojos, nariz y boca. Se midió el número de fijaciones y la duración de éstas, y los resultados mostraron que los observadores se centraron más tiempo y con más frecuencia en los ojos. 

Además, otros estudios han demostrado que lo primero en lo que se fijan los bebés al ver a las personas es en los ojos, lo que les ayuda a reconocer los rostros. 

Esto despertó el interés de los autores y, en este artículo, decidieron investigar si el tamaño de los ojos influye en el nivel de ternura que una persona despierta en otra. 

Para ello se realizaron dos experimentos, en los que intervinieron un total de 24 estudiantes universitarios a los que se mostraron 229 fotografías que se configuraron en escala de grises.

En ellas, aparecían, por un lado, rostros de adultos de 20 a 30 años, con tres expresiones distintas: positiva (sonriendo), neutral y negativa (tristes). Por otro lado, se observaron el mismo tipo de imágenes, divididas en positivas, neutrales y negativas, de rostros de bebés de entre 4 meses y 1 año. Además, tanto a adultos como a bebés se les modificó el tamaño de los ojos, de manera que dentro de cada categoría (expresión positiva, neutral o negativa), había tres variaciones: ojos pequeños, medianos y grandes. 

Es decir, para las fotografías de los adultos, los sujetos se encontraron con: rostros con expresión positiva y ojos pequeños, con expresión positiva y ojos medianos, con expresión positiva y ojos grandes, y así sucesivamente con el resto de expresiones. 

En el primero de los experimentos, los sujetos tuvieron que realizar una comparación, por un lado, entre los rostros de los adultos con la diferenciación del tamaño de los ojos, y decir cuál les resultaba más agradable o les provocaba más ternura. Hicieron lo mismo con las fotografías de los rostros de los bebés. 

En el segundo experimento, compararon las fotografías de los adultos con las fotografías de los bebés y calificaron la ternura

El principal hallazgo del estudio es que, tanto en adultos como en bebés, el tamaño de los ojos tiene un efecto significativo en la ternura, en los tres tipos de expresiones: cuanto más grandes, más ternura. 

En la comparación entre únicamente adultos mostró que sólo cambiando el tamaño de los ojos, la percepción de la ternura cambia. 

Sin embargo, los resultados parecieron indicar que el cambio en la ternura producido por el tamaño de los ojos, no hizo que los adultos resultasen más tiernos que los bebés. 

Como antes se ha indicado, la ternura es un mecanismo de protección para bebés y niños para atraer la atención y los cuidados, por lo que esta última idea cobra sentido. 

También hemos mencionado que en otros estudios se vio que los ojos son la parte del rostro a la que más atención prestamos. Entonces, parece lógico que cuando aumente el tamaño de éstos también lo haga la atención del observador. 

Los autores señalan que sería interesante continuar avanzando en la investigación sobre este tema, para solventar algunas de las limitaciones de estos experimentos, como el pequeño número de sujetos participantes. 

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Amigos del Club del Lenguaje No Verbal, esta semana presentamos el artículo “Strong, but Wrong: Lay People’s and Police Officers’ Beliefs about Verbal and Nonverbal Cues to Deception” de Bogaard, G.; Meijer, E. H.; Vrij. A. y Merckelbach, H. (2016), en el que los autores realizan un estudio para saber cómo de equivocados están policías y ciudadanos civiles con respecto a las pistas para detectar una mentira. 

La mentira es la gran protagonista de la comunicación no verbal. Hay estudios que informan de que decimos unas dos mentiras al día. Sin embargo, otros más recientes han demostrado que existen muchas diferencias a nivel individual cuando se trata de mentiras y no se puede considerar esta afirmación como absoluta. 

A pesar de esto, lo que todas las investigaciones afirman es que tenemos mucha experiencia en mentir y que nos mientan y, aún así, nuestra capacidad de detectar el engaño no suele superar el nivel del azar, incluidos los policías.

Una posible explicación puede ser que las personas a menudo tienen creencias incorrectas sobre qué señales son diagnósticas del engaño. Por ejemplo, la creencia de que los mentirosos tienden a apartar la mirada se ha demostrado errónea, pero aún así, la mayoría de las personas confía en ella. Strömwall y Granhag informaron de que la aversión a la mirada y un aumento del movimiento del cuerpo eran, para policías, jueces y fiscales, fuertes señales de engaño. 

Las personas tienden a depender en gran medida de las señales no verbales cuando emiten veredictos de engaño. Sin embargo, una gran cantidad de investigaciones muestra que el engaño no se puede inferir de forma confiable sólo a través del comportamiento. Se necesita, además, prestar atención a las señales verbales. 

Masip (que ha sido en varias ocasiones profesor de nuestro máster en Comunicación No Verbal y Detección de la Mentira) y Herrero, realizaron un estudio en el que preguntaron a policías y ciudadanos civiles cómo se pueden detectar mentiras. Ambos grupos mencionaron que confiaban, principalmente, en señales no verbales.

Como las personas tienden a confiar en las señales no verbales, el contenido verbal se suele ignorar en gran medida, a pesar de que las investigaciones muestran que la precisión del diagnóstico se puede mejorar cuando se confía en el contenido. Sorprendentemente, poca investigación ha analizado las creencias sobre este tipo de señales. 

Se han desarrollado varios métodos de evaluación de la veracidad que se basan específicamente en el contenido de una declaración, como el análisis de contenido basado en criterios (CBCA) o el reality monitoring (RM). 

El CBCA consta de 19 criterios que se espera que estén más presentes en las declaraciones verdaderas que en las inventadas. Por ejemplo, hay evidencia de que los mentirosos generalmente cuentan una historia menos coherente y es menos probable que hagan correcciones espontáneas en sus historias. Además, tienden a describir menos reproducciones de conversaciones. 

El CBCA se desarrolló originalmente para evaluar los testimonios de niños en casos de presuntos abusos sexuales, pero se ha utilizado en numerosos estudios con adultos en contextos distintos de forma exitosa. 

El RM se utiliza para evaluar si un recuerdo se ha originado a partir de una experiencia real o un evento imaginario. La razón de esto, es que es un recuerdo de una experiencia real surge de la percepción y, en consecuencia, contendrá más información sensorial, contextual y afectiva que los recuerdos que se originan en la imaginación.

Se ha encontrado apoyo en estudios previos para algunos criterios de RM, como por ejemplo, que los mentirosos incluyen menos información perceptiva, espacial y temporal en sus relatos, y que las historias de los mentirosos son menos plausibles que las historias de los que dicen la verdad.

En el estudio que nos ocupa, los autores exploran los puntos de vista de los participantes sobre las señales verbales y no verbales a través de preguntas abiertas, y, además, para examinar más a fondo su opinión sobre las señales verbales, se les hizo una serie de preguntas cerradas, obtenidas del CBCA y el RM. 

La muestra estuvo conformada por 95 policías y 104 estudiantes universitarios de los Países Bajos. Los agentes de policía eran detectives o interrogadores profesionales con una media de experiencia de 22 años. 

Cuando los estudiantes y oficiales de policía tuvieron la oportunidad de enumerar las señales que creían que indicaban engaño, hablaron de las señales no verbales estereotipadas y sin apoyo científico, como la aversión de la mirada, el nerviosismo, el movimiento exagerado o la sudoración. 

Además, mencionaron más señales no verbales que verbales para el diagnóstico de la mentira, lo cual está en línea con las investigaciones previas. 

En las preguntas abiertas, los policías mencionaron menos pistas que los estudiantes en general, pero dentro de aquellas que mencionaron, predominaban las pistas verbales

La mayoría de señales de comportamiento que mencionaron los participantes, se remontan a la idea de que mentir hace que los mentirosos se angustien, y esta angustia se muestra en sus expresiones faciales (se sonrojan, sudan, parpadean…), o en sus gestos (están inquietos, su cuerpo se mueve, aparecen gestos ilustradores…). Sin embargo, la gente subestima la importancia de los factores situacionales que pueden influir en el comportamiento de alguien. Por ejemplo, los que dicen la verdad también pueden estar nerviosos por otras razones además del engaño, si por ejemplo el estilo de la entrevista es intimidatorio o tienen miedo a no ser creídos. 

Los oficiales de policía son más cautos al hablar de señales de engaño, probablemente porque para ellos cometer errores en su trabajo es algo más serio que para los estudiantes entrevistados. 

Probablemente, estas creencias sean tan persistentes por la falta de feedback. Es decir, nadie confiesa si efectivamente ha estado mintiendo o no después de una entrevista y menos en un entorno policial. 

Una limitación del estudio es que sólo se investigaron las creencias sobre las mentiras y no se observó el rendimiento real de la detección del engaño. 

Aunque varios estudios ya han demostrado los peligros de confiar en señales no verbales estereotipadas, el estudio actual revela que las personas aún creen que estas señales son útiles para desenmascarar a los mentirosos. Para los profesionales, estas creencias son especialmente dañinas. Ser consciente de ellas podría ser suficiente para cambiar poco a poco su atención a las señales verbales, sobre las cuales, según los hallazgos de este artículo y literatura previa, deberían ser más precisas. 

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Amigos del Club del Lenguaje No Verbal, esta semana presentamos el artículo “Communication training is inadequate: the role of deception, non-verbal communication and cultural proficiency” de Baugh, A. D.; Vanderbilt, A. A. y Baugh, R. F. (2020), en el que los autores explican por qué consideran que es necesario mejorar el entrenamiento comunicativo en el contexto de la medicina. 

El artículo de esta semana parte de la pregunta de: ¿estamos entrenando bien a nuestros médicos para que la comunicación sea efectiva con todo tipo de paciente? 

Los sistemas de salud de todas las sociedades tienen interés en mejorar la capacidad de sus médicos para dar una atención competente a todos los usuarios del sistema, sin importar cuál sea su cultura. 

Las Naciones Unidas han reconocido que se deben abordar las desigualdades a las que se enfrentan las poblaciones marginadas y ha incluido el asunto en su agenda. 

Más del 20% de las personas desplazadas o pertenecientes a colectivos marginados afirman haber renunciado a buscar atención médica por completo, debido a las dificultades que encontraron en el camino y a malas experiencias previas, lo que demuestra la importancia de una atención culturalmente sensible. Además, identificaron el racismo como una de las principales causas de insatisfacción.

Lo que los autores defienden, teniendo todo esto en cuenta, es que los fallos en la comunicación son lo que subyace a estos problemas, y tienen sus raíces en la demografía cambiante y heterogénea de la cultura actual y las actitudes de los médicos. Además, consideran que la comunicación intercultural efectiva nace del conocimiento de las diferencias culturales y de un deseo genuino de comunicarse de forma activa y correcta.

Para ello, es importante tener en cuenta que la socialización durante la infancia imparte valores y tendencias sociales que arraigan en nosotros y guían nuestro comportamiento en la vida, a pesar de la educación, las experiencias posteriores, etcétera. 

Los estudiantes de medicina a menudo carecen de exposición intercultural, debido a la tendencia a la autosegregación residencial, económica y cultural. En ausencia de esto, predomina la tendencia a privilegiar la propia y se presagia un efecto negativo en las actitudes interculturales cuando se exponen a la diversidad. Y la creciente desigualdad sólo emporará la situación. 

La comunicación, un pilar fundamental de la interacción social humana, y por tanto también para la práctica de la medicina, requiere de la alineación y sincronización del hablante y el oyente. 

La comunicación efectiva entre dos personas requiere la superposición de señales verbales y no verbales, que pueden ser, en ocasiones, culturalmente específicas. 

La sanidad debe aspirar a algo más alto: la creación de una realidad compartida entre el médico y el paciente

Las influencias culturales surgen a raíz de muchos factores: el origen étnico, la religión, la edad, el estatus socioeconómico, o el nivel educativo entre otros. 

Tanto la aspiración a una realidad compartida, como las complejidades inherentes a la práctica de la medicina y las influencias culturales, hacen que confiar únicamente en señales verbales o no verbales sea una estrategia poco exitosa, sino que ambas son necesarias. 

Por ejemplo, debido a que la mayor parte de la comunicación no verbal es inconsciente, se pueden usar de forma predeterminada señales que quizá no sean las adecuadas y, por tanto, frustrar los intentos de mejorar la comunicación. 

También está el punto de que, los daños en las relaciones médico-paciente también se relacionan con la capacidad del paciente para percibir una comunicación deshonesta. 

El comportamiento o la comunicación no verbal incongruente es lo que subyace a la mayoría de la detección de mentiras. Por ejemplo, existen diferencias detectables a partir de la activación o no de ciertos músculos del rostro para saber si una sonrisa es falsa o es genuina (la llamada “sonrisa de Duchenne”). 

Los pacientes aprecian las incongruencias no verbales de los médicos y las pueden entender como señales de deshonestidad. 

Además, los encuentros médicos representan situaciones tensas o de riesgo, que hacen más probable la detección de falta de sinceridad. 

Para remediar todo esto, se ha visto que los estudiantes adquieren fluidez cultural de forma más lenta cuando se hace en pequeñas dosis, por ejemplo, en encuentros médicos; mientras que ocurre lo contrario si pasan un tiempo inmersos en una cultura diferente. Además, cuanto mayor y más extensa sea la exposición previa y la interacción con otra cultura, menores serán los sesgos inconscientes. 

Hay algunas escuelas que imparten cursos de lenguaje médico, reconociendo la relación del lenguaje y la cultura, sin embargo, tienen una accesibilidad limitada y sería muy positivo facilitarla más. 

Se debe entrenar a las escuelas de medicina para rediseñar la capacitación en comunicación, de manera que los estudiantes sean más conscientes de estas debilidades y se busque cómo cambiarlas.

Si quieres saber más sobre el comportamiento no verbal y cómo influye en con las relaciones interpersonales, visita nuestro Máster en Comportamiento No Verbal y Detección de la Mentira o nuestro Experto Universitario en Comunicación No Verbal y Personalidad, con becas especiales para los lectores del Club del Lenguaje no Verbal.

Amigos del Club del Lenguaje No Verbal, esta semana presentamos el artículo “The effect of optimism on the facial expression of pain: Implications for pain communication” de Basten-Günther, J.; Kunz, M.; Peters, M. y Lautenbacher, S. (2021), en el que los autores realizan un experimento para saber si influye el optimismo en la expresión facial del dolor, y si es así, cómo lo hace. 

El optimismo se define normalmente como las expectativas positivas que podemos tener sobre el futuro. Se ha demostrado que tiene numerosos efectos positivos relacionados con la salud, por ejemplo, en el tratamiento de enfermedades como el cáncer o problemas cardiovasculares. 

También hay muchos estudios que exploran la idea de que el optimismo ayude con el padecimiento del dolor. Sin embargo, no hay resultados consistentes. Hay indicios de que el optimismo conduce a una menor catastrofización cuando se siente dolor, lo que, a su vez, puede reducir los informes de éste. 

Como, aparentemente, el optimismo reporta beneficios para la salud, se ha investigado cómo inducirlo. Una de las técnicas propuestas sería “El mejor yo posible” (BPS por sus siglas en inglés). Consiste en imaginar y escribir sobre un futuro en el que todo va bien para uno mismo. Hay varios estudios donde se demuestra que esta técnica tiene éxito. 

Sin embargo, uno de los aspectos que nos resultan más interesantes, al igual que a los autores, es estudiar las reacciones faciales durante el dolor y ver si varían, y cómo lo hacen, cuando el optimismo entra en juego. 

La idea de que el optimismo afecte a la expresión facial del dolor tiene que ver con que numerosos estudios han revelado que las reacciones faciales a este último pueden verse influenciadas por factores cognitivos y afectivos, como el miedo. 

También varían con el contexto social. Por ejemplo, la función socioevolutiva de la expresión facial de dolor es advertir a otra persona, pedir ayuda o compasión. Este dato puede relacionarse con el optimismo porque el optimismo se ha asociado con una mayor búsqueda de apoyo social. En consecuencia, la expresión facial del dolor podría verse influenciada por el optimismo. 

¿Cómo? Pueden darse dos efectos contrarios entre sí. El primero, es que la expresión facial de dolor podría verse debilitada tras la inducción del estado de optimismo, como consecuencia de una disminución de la experiencia del dolor. Por otro lado, dado que el optimismo también se asocia con una mayor confianza en el entorno social, haciendo que las personas manifiesten su debilidad y pidan ayuda, el optimismo podría conducir a una mayor expresividad facial del dolor. 

Por lo tanto, el objetivo de este estudio es decidir cuál de los dos efectos prevalece. 

Para ello, se reclutó a un total de 40 personas, todos ellos sanos y sin dolores. Se les pidió que no tomasen alcohol, analgésicos o cualquier psicotrópico que pudiese apaciguar una experiencia de dolor. Se les proporcionó una recompensa monetaria al final del experimento. 

Se dividió a las personas en dos grupos: a uno de ellos se les manipularía para sentir optimismo y el otro sería el grupo de control. 

Los participantes se sometieron a una estimulación térmica en el brazo, que les provocaría un nivel de dolor suficiente como para ser notado pero no excesivamente incómodo. Se registró su actividad facial, frecuencia cardíaca y además, se realizaron autoinformes. 

El grupo que fue sometido a una manipulación para la inducción del optimismo, realizó el ejercicio de la técnica BPS, donde escribían sobre su vida futura y todo les salía bien, tal y como ellos querían. El otro grupo debía escribir sobre un día típico en su vida. 

Los rostros de los participantes fueron grabados en vídeo durante la estimulación con calor. Para evitar los efectos de la deseabilidad social en las expresiones faciales, se les dijo a los participantes que el foco de interés principal era la medición de la frecuencia cardíaca. También se les indicó que no hablasen durante la estimulación con calor.

Las expresiones faciales se codificaron a partir de grabaciones de vídeo, utilizando el Sistema de Codificación de la Acción Facial (FACS) de Ekman y Friesen, que como ya sabemos, se basa en un análisis anatómico de los movimientos faciales y distingue una serie de unidades de acción producidas por los músculos del rostro. 

Los resultados obtenidos mostraron que el optimismo, efectivamente, afecta a la expresión facial del dolor. ¿Cómo? Soltando el freno que normalmente retiene esta expresión. Los autores encontraron que los cambios en las respuestas faciales al dolor dependen de la presencia de otras personas. Las respuestas faciales fueron significativamente más fuertes en presencia de personas con las que tenemos una relación íntima, como nuestra pareja, en comparación con las condiciones en las que los directores del experimento estuvieron presentes. 

El optimismo puede conducir así a una mayor apertura comunicativa a medida que las expectativas sobre el contexto social presente se vuelven más positivas. Al estar en un estado de optimismo, uno puede estar inclinado a esperar empatía y ayuda por parte de los demás, en lugar de rechazo, y por tanto, estaría más dispuesto a mostrar el propio dolor a través de respuestas faciales. 

Un hallazgo que vale la pena señalar es que el aumento en la expresión facial del dolor como consecuencia del optimismo inducido, se observó principalmente en dos unidades de acción: AU4 (ceño fruncido) y AU6 y 7 (ojos entrecerrados). 

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Amigos del Club del Lenguaje No Verbal, esta semana presentamos el artículo “Sorry, not sorry: Effects of Different Types of Apologies and Self-Monitoring on Non-verbal Behaviors” (2021) de Yamamoto, K.; Kimura, M. y Osaka, M., en el que las autoras realizan un experimento de laboratorio para ver en qué se diferencian las disculpas genuinas de las falsas.

Uno de los temas que se estudian con más interés dentro del lenguaje no verbal es el de la detección de mentiras. Dentro de este, muy complejo y extenso, encontramos las disculpas: ¿hay forma de saber cuándo son genuinas y cuándo son falsas?

Lo que sabemos seguro es que las disculpas cumplen con la importante función social de facilitar el perdón interpersonal. Sin embargo, no siempre son eficaces. El hecho de que resuelva o no el conflicto generalmente depende de la percepción de la disculpa: ¿es confiable, genuina y sincera? Entonces, seguramente, sea aceptada con éxito.

Podemos dividir las disculpas en dos tipos: por un lado, tenemos la disculpa sincera, hecha desde el corazón, que requiere culpa, reconocimiento y aceptación de la responsabilidad; por otro, tenemos la disculpa instrumental, hecha con un propósito, como evitar el castigo o el rechazo, sin reconocer culpa ni aceptar la responsabilidad.

Estas últimas no resuelven conflictos porque éstos se repiten una y otra vez cuando no hay aceptación de responsabilidad o consciencia de culpabilidad. Sin embargo, estas disculpas pueden ser útiles cuando se trata simplemente de apaciguar las emociones de los demás, como puede ser el caso de las relaciones entre vendedor/servidor-cliente.

Con respecto al comportamiento no verbal en las disculpas, varios estudios han demostrado que las demostraciones no verbales de tristeza y/o remordimiento facilitan los efectos positivos de la disculpa más que sonreír; además, también reducen los sentimientos negativos de la parte agraviada.

Existe la creencia social de que apartar la mirada es un indicador confiable de engaño, pero ocurre justo lo contrario. Expertos han demostrado que las personas mentirosas hacen más contacto visual que aquellos que dicen la verdad, con la intención de parecer convincentes. Teniendo esto en cuenta, y también que el sentimiento de culpa propio de una disculpa genuina está relacionado con la aversión de la mirada, las autoras consideran que en las disculpas instrumentales habrá un mayor contacto visual.

Por otro lado, las autoras investigan el autocontrol. Los individuos con un alto nivel de autocontrol están más preocupados por la adecuación de su comportamiento social según el contexto en que se encuentren, de manera que es más probable que adapten su comportamiento de acuerdo con la situación. Es decir, es lógico pensar que a estas personas les resultaría más sencillo adecuar su expresión facial para simular una disculpa genuina.

Las autoras realizan un experimento para explorar estas cuestiones. En él, reúnen a un total de 53 personas, asignando 27 de ellas a la condición de disculpa sincera y 26 a la condición de disculpa instrumental.

Se indicó a los participantes que observasen un vídeo donde un camarero ofrecía un vaso de agua a un cliente y el agua se derramaba sobre este último, haciéndolo enfadar. Para aquellos participantes asignados a la condición de disculpa sincera, la culpa fue del camarero. Para aquellos participantes asignados a la condición de disculpa instrumental, la culpa había sido del cliente. A ambos tipos de participantes se les pidió que escenificasen una disculpa.

La primera hipótesis que manejaban las autoras era que la aversión a la mirada era más probable que ocurriese en una disculpa sincera que en una disculpa instrumental. Con respecto a ello, los hallazgos sugieren que una persona con un alto autocontrol trata de transmitir una disculpa sincera manteniendo un mayor contacto visual, tanto si estamos hablando de una disculpa realmente genuina como de una disculpa instrumental.

Por otro lado, las autoras manejaban la hipótesis de que las disculpas instrumentales facilitarían expresiones faciales más duraderas que las disculpas sinceras. Esta era una de las ideas principales porque numerosos expertos han demostrado que las expresiones faciales fingidas tienen una mayor duración que aquellas que son sinceras.

En apoyo a esta hipótesis, los resultados mostraron una duración mayor de las expresiones en la mitad superior de la cara en las disculpas instrumentales que en las disculpas sinceras.

En resumen, las personas con un alto autocontrol y rendimiento den público intentaron transmitir una disculpa al cliente combinando mayor contacto visual y demostraciones faciales de remordimiento, aunque no sintiesen culpa.

Existen algunas limitaciones del estudio, por ejemplo, la conducta no verbal obtenida en un juego de rol puede ser diferente a la expresión espontánea.

Además de continuar investigando sobre esta dinámica, las autoras recomiendan ahondar en temas como la forma en que afecta la carga de una disculpa instrumental a la persona que se disculpa.

Consideran también que los hallazgos de este estudio son importantes para mejorar la relación entre vendedores o servidores y clientes, y también las relaciones interpersonales en general.

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Amigos del Club del Lenguaje No Verbal, esta semana presentamos el artículo “Nonverbal behavior of interviewers influences the competence ratings of observers in recruitment interviews: a study investigating social influence using 360-degree videos with virtual reality and 2D screen displays”, de Wyssenbach, T.; Zeballos, M.; Loosli, S. y Schwaninger, A. (2020), en el que los autores estudian, utilizando la realidad virtual y vídeos en 2D, si el comportamiento no verbal del entrevistador afecta a la percepción de los observadores sobre las habilidades de los aplicantes en procesos de selección del mundo laboral.

Hoy en día, las entrevistas siguen siendo el método más utilizado en los procesos de selección de trabajadores. De hecho, lo es en todos los países.

En una encuesta llevada a cabo entre el personal de recursos humanos de empresas en Suiza, se reveló que el 99% de los sujetos incluía algún tipo de entrevista para seleccionar personal, con un 71% de entrevistas semiestructuradas.

En ellas, los entrevistadores deben juzgar las competencias del aplicante lo más objetivamente posible, guiándose por su currículum pero, cada vez más, por lo que transmite cada candidato.

Una parte esencial de la comunicación e interacción humana es no verbal, eso ya lo sabemos. La conducta no verbal tiene una enorme influencia social, afectando a nuestras actitudes y creencias.

Es por ello por lo que los autores se preguntan cómo influiría el comportamiento no verbal del entrevistador en la percepción que tendría un tercero observador de las habilidades del candidato.

Hasta ahora, esto jamás había sido estudiado, si bien sí se han dedicado esfuerzos a investigar cómo influye el comportamiento no verbal de aquellos que aplican para un trabajo.

Sabemos que existen señales no verbales que podemos clasificar como positivas o negativas, en función de si nos transmiten algo bueno o algo malo.

Señales positivas podrían ser mirar a los ojos, asentir para expresar acuerdo o sonreír. Mientras que señales negativas serían fruncir el ceño, apretar los labios o mirar de forma severa. Si bien debemos añadir que dependen mucho del contexto.

Para realizar su experimento, los autores estudian estas señales negativas y positivas. ¿Cómo?

Un total de 110 participantes fueron divididos en cuatro grupos para observar un vídeo de una entrevista de trabajo: aquellos que verían la escena con lenguaje corporal positivo a través de realidad virtual, y aquellos que verían un lenguaje corporal negativo con el mismo método; por otro lado, se encontraba un grupo que vería señales positivas en dos dimensiones y otro, de la misma forma, señales negativas.

Se hizo esta distinción entre realidad virtual y dos dimensiones para conocer cuál facilita más la inmersión, si es que hay diferencia real entre ellas.

Los participantes tenían que evaluar tres habilidades de los candidatos: comportamiento en equipo, atención al cliente y capacidad de venta.

Los resultados obtenidos van en la línea de lo esperado.

Los participantes, actuando como observadores de la entrevista, puntuaron las habilidades de comportamiento en equipo y atención al cliente de forma más alta cuando el entrevistador reaccionaba con un lenguaje corporal positivo a las respuestas del candidato, mientras que ocurría lo contrario cuando el lenguaje corporal observado era negativo.

No se observó ninguna diferencia significativa con respecto a la percepción de la capacidad de venta del candidato en función de si el lenguaje no verbal del entrevistador era positivo o negativo.

Una explicación posible para esto puede ser que los participantes se sintiesen más competentes o exigentes a la hora de calificar esta habilidad.

Estos resultados confirman el sesgo de la influencia social y, por tanto, los autores recomiendan entrenamiento y práctica en esta área. En particular, porque los procesos de selección en los que hay más de un entrevistador son cada vez más populares.

Este entrenamiento sería beneficioso porque incrementaría la consciencia de que la influencia social va de la mano con la conducta no verbal y, realmente, este es un elemento que influye nuestra conducta y nuestras percepciones.

Con respecto al uso de la realidad virtual versus los vídeos en dos dimensiones, no se observaron diferencias significativas en cuanto a la inmersión de los participantes en el estudio.

Como cualquier investigación, esta presenta limitaciones. Una de las que señalan los autores es que la información recopilada solamente examina la percepción de tres habilidades juzgadas en entrevistas semiestructuradas. Sería interesante aumentar el rango de las capacidades mencionadas y también añadir preguntas descriptivas sobre el lenguaje no verbal que los participantes están observando.

De esta forma, se alcanzarían conclusiones, seguramente interesantes y útiles, sobre otras competencias que también tienen influencia social, especialmente en el trabajo.

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Amigos del Club de Lenguaje No Verbal, esta semana presentamos el artículo “Nonverbal Behaviors ‘Speak’ Relational Messages of Dominance, Trust, and Composure” de Burgoon, J. K.; Wang, X.; Chen, X.; Pentland, S. J. y Dunbar, N. E. (2021), en el que los autores se preguntan cuáles son las muestras no verbales de dominancia, confianza y compostura y, además, cómo de fácilmente se pueden percibir de forma automatizada, con dispositivos tecnológicos.

Sabemos que gracias a las señales no verbales somos capaces de interpretar con mayor precisión los mensajes que recibimos en las relaciones interpersonales, así como somos capaces de emitirlos con más eficacia.

Debido a su importancia, sin ellos nuestra capacidad de comunicación se vería fuertemente mermada.

Hasta hace unos años contábamos únicamente con la capacidad humana de observación para estudiar el comportamiento no verbal, pero con el desarrollo de las nuevas tecnologías, parece que la precisión con la que se investiga este tipo de conducta podría llegar a ser más objetiva, siendo estudiada de forma más detallada.

Los autores de este artículo eligen tres rasgos de relevancia, que son la dominancia-sumisión, la compostura-nerviosismo y la confianza-desconfianza.

Además, se proponen detectarlos con la ayuda de dispositivos tecnológicos para comprobar hasta qué punto podemos confiar en la tecnología en esta materia.

Hablaremos primero de la dominancia-sumisión. La dominancia es uno de los rasgos de la personalidad y el comportamiento humano más reconocidos en las relaciones personales.

Los autores señalan algunas conductas no verbales que pueden estar relacionadas con la dominancia. Tenemos, por ejemplo, el silencio, un tono de voz bajo, un volumen alto o también velocidad de discurso rápida, en lo relacionado con la prosodia. En cuanto a la expresión facial, se observa bajar las cejas o no sonreír.

En cuanto al movimiento corporal, la contracción del cuerpo y evitar la mirada se asociaría con el extremo contrario de la dominancia, es decir, la sumisión. En las personas dominantes aparecerían posturas corporales más expansivas, con inclinaciones de cabeza hacia arriba.

Por otro lado, tenemos la compostura-nerviosismo. Generalmente, cuando aumentan los niveles de compostura o calma durante las interacciones, se obtienen mayores beneficios. Por ejemplo, en el caso de que los jefes o encargados de negocio la manifiesten, aumentará la satisfacción de los empleados.

Se cree que las personas con este rasgo de personalidad poseen un gesto facial agradable, mostrando con frecuencia emociones en su voz, siendo expresivos, hablando mucho. Tienen una postura relajada en cuerpo y cabeza y tienden a ser relajados en general.

En cuanto a sus voces, suelen tener un tono más grave, una risa contenida y relajada y un volumen de habla moderado.

Por otro lado, se considera que las personas que están nerviosas se encuentran más rígidas, tensas, evitan el contacto visual, tienen un tono de voz más alto y miran menos a los ojos.

Por último, aparece la confianza-desconfianza. Esta se expresa en relaciones interpersonales y suele aparecer en forma de reciprocidad, convergencia y sincronía en momentos en que interactúan dos o más personas. Además, parece que, en primera instancia, es complicado asociarla con comportamientos no verbales de forma objetiva.

Para realizar su estudio y saber si pueden utilizarse dispositivos electrónicos para estudiar estos estados mentales de forma objetiva y precisa, los autores diseñan un experimento.

En él participaron un total de 379 personas. Los autores utilizaron unos juegos de mesa con un cierto componente de rol, en el que los voluntarios participaban en grupos pequeños.

Estos grupos se dividían a su vez en dos, creando una rivalidad entre ellos dentro de la misma partida.

Los rostros, gestos y movimientos corporales de los participantes se medían con cámaras y micrófonos de dispositivos que cada uno de ellos tenía delante.

Posteriormente, tras ver las grabaciones de sus compañeros, se les dijo que debían puntuar a los demás participantes de su partida en las dimensiones de dominancia-sumisión, compostura-nerviosismo y confianza-desconfianza, según una lista de factores de interés.

Los resultados mostraron que la dominancia fue la asociada a más factores (101/150). La percepción de la dominancia, según los resultados, se asociaba a un volumen alto de voz, un comportamiento no verbal facial más expresivo, más movimientos de cabeza y turnos de habla de mayor duración.

Por otro lado, tenemos las señales no verbales de nerviosismo y compostura. Los autores creían en un principio que el nerviosismo sería percibido por un tono de voz aguda, pero no se obtuvieron resultados consistentes con esta idea. Sin embargo, sí confirmaron otras, como que las personas que están nerviosas tienden a tener una postura corporal más rígida.

Por último, tenemos la confianza-desconfianza. Fue la más complicada de detectar. No se encontró que ninguna expresión facial o movimiento corporal invitase a creer que se estaba ante una persona en la que se podía confiar.

Es posible que esto sea porque ninguno de los participantes se conocía y, por tanto, era muy complicado establecer una relación de confianza o desconfianza en tan poco tiempo.

En resumen, los resultados nos dicen que, si bien gracias a los dispositivos tecnológicos podemos registrar de forma objetiva el comportamiento no verbal, sigue siendo necesario contar con la ayuda de personas para ello, de forma que no se pase nada por alto.

Un avance importante de este estudio es que para el reconocimiento de los rasgos de personalidad se utilizó a grupos de personas, en lugar de hacer parejas, que viene siendo lo más común.

Los autores proponen continuar mejorando los recursos tecnológicos para poder mejorar su rendimiento y, en un futuro, utilizarlos como detectores no verbales con mayor confianza.

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