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Amigos del Club del Lenguaje No Verbal, esta semana presentamos el artículo “Sitting in judgment: How Body Posture Influences Deception Detection and Gazing Behavior”, de Zloteanu, M.; Krumhuber, E. G. y Richardson, D. C. (2021), en el que los autores estudian si cambiar la postura corporal afecta a la habilidad de las personas de percibir e interpretar el comportamiento de los demás.

Un campo de estudio muy popular dentro de la comunicación no verbal es la detección del engaño.

La realidad es que, aunque nos creamos muy buenos para ello, somos bastante malos. Nuestras probabilidades de acierto están en torno al azar, aunque tengamos ciertos estudios destinados a detectar la mentira. Y, además, tendemos a considerar como verdad lo que se nos cuenta.

Investigaciones recientes citadas en el artículo, han demostrado que los cambios de postura parecen tener efectos sistemáticos y causales en cómo vemos el mundo y cómo nos vemos a nosotros mismos. Un ejemplo de esto sería el “power-posing” que se ha venido dando a conocer en los últimos años.

Entonces, si existen estudios que corroboran que mantener una postura en concreto durante determinado tiempo puede hacernos sentir más seguros y poderosos, ¿podrá también la postura hacernos mejores o peores detectores de mentiras?

Este es el interrogante que se plantean los autores del artículo, y el motivo por el cual creen que la investigación es tan importante.

Las posturas transmiten mucha información en lenguaje no verbal, por ejemplo, amistad u hostilidad. Afectan a cómo somos percibidos, cómo percibimos nosotros y cómo interpretamos información. Incluso tienen efectos a nivel cognitivo y de memoria, según algunas investigaciones.

Los autores se preguntan cuáles son las diferencias que aparecerían en nuestra capacidad de detectar mentiras según si adoptamos una postura de apertura o de cierre cuando observamos al objetivo a analizar.

Pero ¿qué es una postura de apertura o cierre?

Tradicionalmente se ha venido entendiendo como postura de apertura, por ejemplo, sentarse con los brazos y piernas descruzados, con el cuerpo ligeramente reclinado. Básicamente, sería una postura con la que transmitimos tranquilidad e interés por la interacción.

Por otro lado, una postura de cierre sería una en la que nos sentamos con brazos y piernas cruzados, con el cuerpo rígido. Sería una postura que adoptaríamos cuando nos sentimos amenazados, incómodos o aburridos; en definitiva, no habría interés por la interacción.

La hipótesis de la que parten los autores y que pretenden comprobar con sus estudios es la siguiente: si la postura influye en los encuentros sociales, aquellos “jueces” (entendiendo por jueces a las personas que deben descubrir si alguien está mintiendo o no) que adopten una postura abierta deberían prestar mayor atención a la información no verbal e integrarla de forma óptima en los juicios sobre veracidad que deban hacer.

¿Ocurrirá tal y como los autores esperan?

Para responder a esto realizaron dos estudios. El primero de ellos tenía como objetivo saber si adoptar una postura de apertura o cierre influye en los juicios sobre el engaño. El segundo, introduce la variable de la mirada, para saber a qué lugares se dirige según tengamos una u otra postura.

A los participantes de ambos estudios se les hizo visionar un total de 12 vídeos, en 6 de ellos la persona que aparecía estaba mintiendo y en los otros 6, decía la verdad.

Los sujetos fueron instruidos brevemente acerca de las microexpresiones faciales que se identifican con cada una de las emociones básicas y además, realizaron un test sobre empatía, ya que como sabemos, este es un elemento importante a la hora de inferir emociones.

Tras el primer estudio, parece ser que adoptar una postura de apertura resulta en una mayor discriminación entre verdades y mentiras, comparado con adoptar posturas de cierre. Este efecto era más visible cuando la persona en cuestión tenía unos niveles más altos de empatía.

En el segundo estudio, cuando las personas adoptaban posturas de apertura, parece que no miraban tanto a las manos como las personas que adoptaban posturas de cierre. En general, con posturas de apertura se les prestaba menos atención a los canales de comunicación no verbal, en contra de lo que en principio podría parecernos lógico.

La explicación que encuentran los autores para este último dato es que quizá, cuando la gente adopta posturas de apertura, le dedica más recursos a procesar información social. De esta forma, la postura podría afectar a cómo los jueces procesan la información que les llega, pero no a cómo inspeccionan a sus objetivos.

Como suele pasar, siempre hay alguna limitación en el estudio que se debe mencionar. Por ejemplo, no se midió la capacidad de cada sujeto para reconocer las emociones que mostraban las personas de los vídeos. Por otro lado, tampoco se estudiaron posibles sesgos de género.

Los autores recomiendan que las investigaciones futuras subsanen estos puntos para obtener resultados más prometedores. Además, señalan la importancia de continuar investigando esta área de aplicación del lenguaje no verbal. Porque a todos nos interesa reconocer cuándo nos mienten y cuándo no, ¿verdad?

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